Una receta gringa para México
El Gobierno mexicano podría aprender de Bush al intentar su reforma fiscal
Políticos, legisladores y analistas coinciden nuevamente en que se necesita una reforma fiscal en México. En realidad se refieren a una reforma tributaria, es decir, a algo que resuelva la cuestión sobre cómo recaudar más. Esto lo sabemos desde hace mucho, los ingresos no petroleros de México han estado históricamente en una cifra cercana al 12% del Producto Interno Bruto (PIB), monto muy lejano del 28% que recauda Estados Unidos, el 49.5 de Suecia, e incluso del de sus pares latinoamericanos: cerca del 40 en Brasil, 22 en Argentina.
Y sin embargo, a pesar de que lo sabemos hace mucho, nunca se ha podido implementar una reforma real. ¿Por qué? En gran medida porque durante años hemos vivido de los ingresos petroleros. Sabíamos que estos se acabarían o dejarían de llegar en los montos suficientes, pero hasta hace poco el destino no nos había alcanzado. Pero en el 2009 el precio promedio de la mezcla mexicana cayó de 84.3 dólares por barril a sólo 56, y el volumen de exportación de 1.4 millones de barriles diarios a sólo 1.2; un efecto terrible en los ingresos públicos.
Así es que ahora sí urge, y a eso le apuesta el Gobierno Federal para lograr que pase su reforma, pero la pregunta es ¿cuál reforma?
En México, cuando se trata de aumentar impuestos se esconde la reforma, se cabildea en lo oscurito y se trata de aprobar lo mas rápidamente; no importa el partido, así lo intentó el PRI con Ernesto Zedillo (1994-2000), el PAN con Vicente Fox (2000-2006) o más recientemente con Felipe Calderón, cuando buscó aumentar el impuesto al valor agregado (IVA).
Se entiende la lógica, pero lo que hay que entender es que no es la única. De hecho tanto Barack Obama como George W. Bush (¡y miren que cuesta trabajo reconocer que Bush hizo algo bien!) intentaron una fórmula distinta: crearon un comité plural de expertos altamente reconocidos y les pidieron recomendaciones. Ilustremos esto con la comisión de Bush.
El Panel Asesor para la Reforma Impositiva Federal, así le llamó Bush a su comisión, estaba formado por nueve miembros; entre ellos había dos ex senadores, un republicano y un demócrata, que fueron miembros del comité de finanzas; expertos legales y contables; y dos economistas académicos, Edward Lazaer, de la Universidad Stanford, y James Poterba, del MIT, uno de los mayores expertos del mundo en finanzas públicas.
Al panel se le dio algunos meses para presentar propuestas que llevaran a un sistema tributario más simple, justo y que promoviera el crecimiento. El comité operó en un marco de transparencia en donde se hicieron públicas las fechas y lugares de las reuniones, además publicaron el documento de recomendaciones finales puntuales, sus efectos esperados y su racionalidad.
Estoy convencido de que un esquema similar tiene mayores posibilidades de lograr una reforma exitosa que la forma tradicional de diseño y negociación, y la razón es muy sencilla, cualquier cambio relevante implicará que grandes sectores sociales y económicos que hoy no pagan impuestos tendrán que hacerlo. Una reforma medianamente exitosa que llevara la recaudación a un 18% del PIB (cifra inferior a la de Argentina) implicaría que el conjunto de la sociedad tendría que pagar ¡un 50% más en impuestos¡ Obviamente esto genera resistencias.
Eso es precisamente lo que ha matado los diversos proyectos, al margen de sus bondades y defectos. Cuando finalmente llegan al piso de la Cámara de Diputados, las propuestas son sujetas a presiones de los diversos grupos de interés y a la asignación de facturas y costos políticos; lo que queda de ellas es insuficiente para financiar los gastos públicos.
Por eso creo que tendríamos que empezar al revés, tratar de construir un panel de expertos que analicen el código tributario mexicano bajo premisas muy precisas: cómo aumentar la recaudación, cómo hacerla más justa y progresiva, más simple y fácil de fiscalizar. No se trata de inventar el hilo negro, una copia de lo que hizo Bush (¡auch!) o de la comisión creada por Obama (y encabezada por Paul Volcker) puede funcionar: un par de académicos del CIDE, UNAM, ITAM, ITESM o El Colegio de México; un par de ex legisladores con prestigio y que en su momento hubieran probado tratar de impulsar una reforma seria (está bien, entiendo que poner las palabras legisladores o ex legisladores junto con el término prestigio en la misma frase no es algo usual en México, pero sí, existen algunos cuantos).
¿Quiénes serían estas gentes? Cuando pienso en Volcker pienso en gente de Estado; así, de ese tamaño tendrían que ser sus integrantes. Además de credibilidad y calidad esta comisión requeriría tiempo, un tema tan serio requiere un análisis profundo (por ello me preocupa la "propuesta", casi filtración, que hizo hace unos días el senador Manlio Fabio Beltrones, apenas en noviembre se realizaron algunos cambios relevantes al sistema tributario mexicano, el aumento del IVA entre ellos, y así sin más ya se tiene un nuevo proyecto de programa impositivo, enunciado por Beltrones); en el ínterin partidos y legisladores podrían construir los consensos y acuerdos políticos necesarios para impulsar las propuestas de la comisión, un acuerdo previo reparte los costos políticos.
Se le puede pedir, por ejemplo, a esta comisión que presente sus resultados a inicios de agosto, de tal forma que el Ejecutivo los pueda tomar en cuenta en su propuesta de paquete económico para el año 2011, que tiene que enviar en la primera semana de septiembre. Más aún, si esto funcionara así, el inicio de la recaudación sería en el 2011, de tal forma que los frutos importantes de ella, y su impacto positivo en las finanzas públicas, se empezarían a notar con fuerza en el siguiente sexenio; esto es importante porque hoy en día no hay seguridad sobre qué partido puede ganar, de tal forma que se puede sacar de la ecuación la resistencia política que ha habido de parte de los partidos de oposición a las propuestas del gobierno (el PAN se opuso en el sexenio de Zedillo a una propuesta del PRI muy similar a las que el PAN ha presentado ahora desde el gobierno, y a las cuales se ha opuesto el PRI; el PRD, huelga decirlo, se opuso a todas).
Ojalá que en esta ocasión lo podamos hacer distinto, partamos de lo que queremos, discutiéndolo de cara a la nación y a propuesta de un grupo con credibilidad. Estoy convencido de que vale la pena intentar la reforma fiscal fuera de los patrones tradicionales de negociación, creo que puede tener éxito, sobre todo, porque ya no tenemos muchas más opciones.
Arturo Herrera es economista
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