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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las razones de Ferraz

La razón fundamental de la dirección del PSOE para no avalar una coalición con NaBai para gobernar Navarra fue el insuficiente resultado electoral del PSN. Así lo aclaraba el presidente Zapatero en la entrevista publicada el domingo en este periódico, y así lo explicó el sábado en Pamplona el secretario de organización, José Blanco. Zapatero considera relevante el hecho de que los socialistas fueran la tercera fuerza, y también que la coalición que venía gobernando con Sanz de presidente alcanzara el 46% de los votos. Tanto Zapatero como Blanco dijeron que la posición finalmente acordada había sido la de la dirección socialista desde el primer momento.

Si esto es así, hubo un problema de comunicación. Lo ministros y portavoces dijeron al hacer balance de los resultados del 27-M que la derecha había perdido el Gobierno de Navarra (al igual que los de Canarias y Baleares), y que la política de alianzas en la comunidad foral la decidirían los socialistas navarros. Y como estos se inclinaban por intentar gobernar con NaBai (e IU), se dio por supuesto que eso era lo que quería Ferraz (y La Moncloa). Al no dejarlo claro, las conversaciones con la coalición nacionalista llegaron hasta el acuerdo programático, lo que no es poca cosa; encallaron en la discusión del reparto de carteras, en la que el PSN planteó unas pretensiones impropias de un partido que había sido tercera fuerza.

Los argumentos que ha dado Blanco son razonables. La debilidad socialista (12 escaños sobre 50, frente a los 22 de UPN), unida a la heterogeneidad de NaBai (coalición de cuatro partidos) haría muy vulnerable al Gobierno alternativo. Y ofrecería flancos a la crítica de la derecha en temas como la relación con ANV (la pantalla de la ilegal Batasuna) o la propuesta de referéndum soberanista de Ibarretxe, que sin duda apoyaría una parte de la coalición. Un fracaso del experimento por escasa cohesión interna, más el riesgo de un efecto electoral negativo en el conjunto de España, eran razones para que Ferraz optase por descartar la alternativa.

Pero al permitir que las cosas llegaran demasiado lejos, esa dirección creó expectativas que se vieron defraudadas y tuvo que recurrir al criterio de autoridad para hacer frente a quienes la desafiaron votando una resolución cuando Ferraz ya había zanjado. Algo así habría sido conflictivo en cualquier momento, pero hasta hace unos años a nadie se le habría ocurrido cuestionar que la última palabra en materia de pactos la tiene la dirección central del partido. Ahora eso no puede darse por establecido.

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