Lo que piensan y lo que dicen
Una parte de la clase política se declara dispuesta a establecer una distinción entre lo que piensa de verdad y lo que declara de mentirijillas. Esperanza Aguirre, presidenta de Madrid, decía a su vicepresidente Ignacio González: "Hemos tenido una inmensa suerte de poder darle un puesto a IU [en Caja Madrid] quitándoselo al hijoputa", sin saber que un micrófono traidor aireaba su reflexión. No se sabe si el hijoputa era el alcalde de Madrid o el ex consejero de la entidad, Fernando Serrano. La presidenta se exculpa en que eso era una conversación privada que no debe tenerse en cuenta. En la misma línea de burbujeante hipocresía actúa Josep Huguet, conseller de Innovación de la Generalitat. Dice en charla informal ante periodistas que la candidatura de Barcelona para los Juegos de Invierno en 2022 es "una fantasmada de Hereu que está destinada al fracaso". Descompuesto por la repercusión de su entrevista privada, recula Huguet diciendo que "es una opinión particular"; lo que importa es la posición oficial ("apoyo total") de la consellería.
Según la doctrina Aguirre-Huguet, no cuenta lo que uno piensa, sino lo que dice. Ambos son conscientes de que la primera cualidad de un responsable público honrado es que lo que piense sea parecido a lo que dice y viceversa. La esquizofrenia de la declaración privada frente a la posición oficial es un fraude político. Insulta la inteligencia del votante quien defiende tal separación, porque un político no tiene opinión privada sobre asuntos públicos de su competencia. De hecho, son las opiniones privadas las que deben evaluar su honradez o cualificación; son las que más se aproximan a la verdad.
Y luego está la pringosa rutina del insulto soez. El hijoputa de Aguirre sigue la estela de aquel hijo de puta con el que Carlos Fabra, saludó al socialista Francesc Colomer. No se les cae de la boca. En Los profesionales, de Richard Brooks, película que debe revisar todo el que frecuente el PP, el millonario Grant (Ralph Bellamy) insulta a Fardan (Lee Marvin), el mercenario que frustra el intento de secuestro de María (Claudia Cardinale): "Es usted un hijo de puta". La respuesta de Fardan, que cierra el filme, es antológica: "En mi caso, es de nacimiento. En cambio usted se ha hecho a sí mismo".
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