Un nuevo triunfo para Belén Esteban
Algunos lectores se muestran perplejos por el hecho de que 'El País Semanal' dedicara su portada a la estrella de la 'telerrealidad'
Eva Dorado Cuesta, de Móstoles, expresa de forma gráfica los motivos de su queja ante la Defensora: "Estimada señora, con sorpresa he visto este domingo 19 de diciembre la portada de El País Semanal: Belén Esteban. Mi sorpresa se ha convertido en indignación al ver que tenía un reportaje en las páginas centrales. Entonces he hecho lo mismo que cuando enciendo la televisión y únicamente encuentro tertulias de corazón o programas de telerrealidad: cambio de canal o apago la televisión, con más frecuencia esto último. En este caso, y por primera vez en mi vida, he cerrado el suplemento sin leerlo. Sinceramente, ¿no hay nada más importante en este país o en el mundo que merezca la portada del suplemento del domingo?".
El sensacionalismo tiende a extenderse como una mancha de aceite
Es frecuente que los lectores expresen su opinión discrepante sobre determinadas decisiones editoriales, y en este caso lo han hecho en relación con esa portada. Forma parte de la libertad de crítica a la que tienen derecho. Aun cuando propiamente no planteen ninguna vulneración del Libro de Estilo, la Defensora acoge con respeto estas críticas, pues casi siempre están orientadas a defender la calidad del diario y en todo caso son la expresión de un deseo de participación que lo enriquece.
Entre las cartas recibidas, la de Augusto Klappenbach resume bien los argumentos más repetidos: "Obligarnos a ver en la portada la cara tuneada de Belén Esteban y un largo reportaje sobre este personaje es demasiado. Hacerle publicidad a una mujer que representa lo más mediocre y zafio de la cultura de este país hace pensar que ese periódico ha tomado partido por la telebasura", escribe. "Puedo anticipar la respuesta de quienes escribieron el artículo: se trata de un personaje público que es capaz de conseguir una gran audiencia televisiva y en ese sentido 'es noticia'. Y además el reportaje tiene un tono crítico. Pero bien saben los periodistas que personas como Belén Esteban solo viven de la atención que les otorgan los medios, y ese reportaje contribuye a crear ese modelo vacío. No sugiero, por supuesto, que estos fenómenos deban ocultarse. Pero de ahí a ocupar la portada y unas 12 páginas del periódico más importante de España hay un trecho".
Félix Moral, de Madrid, asegura que EL PAÍS ha sido su referencia informativa durante muchos años y que ha sentido "la absorción de Cuatro por Telecinco y la desaparición de CNN+ como una pérdida personal". Por eso le ha disgustado especialmente el tratamiento dado a Belén Esteban, que considera un "publirreportaje indigno al servicio de Telecinco". También el periodista Curro Cañete ha apelado a la Defensora. En la carta remite al artículo publicado en su blog, en el que argumenta su rechazo.Otros lectores, como Mercedes Tejeira o Juan Torres Blasco, relacionan este tratamiento con el nuevo vínculo empresarial entre PRISA, editora de EL PAÍS, y Telecinco. En general, las cartas plantean tres tipos de objeciones. En primer lugar, que dedicar una portada y el reportaje central de la revista a las peripecias de esta controvertida figura supone legitimar el modelo de televisión que la ha creado; que EL PAÍS no puede ignorar que lo que buscan quienes se lucran con este tipo de fenómenos es que se hable de ellos, aunque sea mal; finalmente, algunos lectores apuntan un posible conflicto de intereses al relacionar el reportaje con los acuerdos empresariales entre PRISA y Telecinco.
He trasladado estas críticas e inquietudes a Goyo Rodríguez Ramos, subdirector del periódico y responsable de El País Semanal. Esta es su respuesta: "Entendemos la sorpresa de algunos lectores al ver a Belén Esteban en la portada de la revista. Nosotros somos notarios de la realidad. Y este país (también) es así. Nos guste más o nos guste menos, existe Belén Esteban y millones de personas presencian cada semana su exhibicionismo mediático. El País Semanal cuenta unas 500 historias cada año. En 2010, solo una de ellas ha estado dedicada a Belén Esteban y al fenómeno de la neotelevisión (programas que, basados en estudios de audiencia, responden a las supuestas demandas del espectador a base de mezclar todos los formatos existentes)".
"Belén Esteban y lo que representa es un fenómeno único en España", prosigue. "Reúne audiencias millonarias en su cadena; retroalimenta programas con audiencias también millonarias en otros canales; ocupa portadas en las revistas de la llamada prensa rosa; copa la Red (el artículo que le dedicamos fue el más visto durante dos días en la web de El PAÍS y sumó casi 200.000 visitas); capta publicidad con notable éxito; inspira libros y tesis doctorales y es objeto de debate y análisis".
"Pero todavía hay más", añade. "Según diferentes encuestas, se trata de uno de los personajes más conocidos y populares de España. Nosotros ni legitimamos ni condenamos; no decimos si Belén Esteban es buena o mala; no vendemos su personaje como un ejemplo social a imitar ni tampoco como alguien digno de rechazo social. Nosotros, simplemente, construimos un relato. Nos limitamos a poner todas las cartas sobre la mesa, las buenas y las malas. Damos los elementos de juicio y el lector saca sus conclusiones".
Respecto al posible conflicto de intereses, el subdirector responde: "Este reportaje no es una historia promocional de Belén Esteban, y menos aún de la cadena donde trabaja. Este reportaje intenta responder a las preguntas que todos (incluidas las personas que han escrito a la Defensora) tenemos en mente: ¿Por qué una persona sin preparación ha alcanzado unos índices de popularidad sin precedentes en este país? ¿Por qué triunfa este modelo de televisión? Nuestro trabajo es ofrecer respuestas. Y ese domingo intentamos darlas".
Aun cuando las intenciones del diario hayan sido las que relata Goyo Rodríguez Ramos, es preocupante que una parte de los lectores haya podido considerar que se trata de una concesión al sensacionalismo y, lo que es peor, de una portada promocional. Y no solo los lectores han mostrado su perplejidad. También la ha expresado, por ejemplo, el escritor Antonio Muñoz Molina, colaborador del diario, en su blog.
Algunas de las más ilustres figuras de la literatura, el pensamiento o la creación tienen a gala haber aparecido en la portada de El País Semanal. Lo consideran un reconocimiento a sus méritos y es mérito de EL PAÍS haber sabido mantener durante muchos años la línea de exigencia y rigor que ha permitido darle ese valor. Un valor comparable al que los lectores de la prestigiosa revista Time dan a su portada. El hecho de que Belén Esteban consiga audiencias millonarias en programas de telebasura, ¿es mérito suficiente para justificar esa preeminencia informativa? ¿Se resentirá el valor de la portada de El País Semanal por esta concesión?
Ciertamente, Belén Esteban es parte de la realidad. Pero lo que distingue a un medio sensacionalista de uno riguroso es que este nunca pondría en portada las vísceras de los muertos, por muy reales que estas sean. La realidad es la coartada del sensacionalismo, y por eso al televisivo se le denomina telerrealidad. A caballo de artificiosas e interminables polémicas, este sensacionalismo tiende a extenderse como una mancha de aceite que pringa todo lo que alcanza. Por eso es importante, para un medio como EL PAÍS, establecer diques de contención y fronteras nítidas.
Es evidente que el diario puede y debe tratar el fenómeno de la neotelevisión. Pero conviene reflexionar sobre la forma de hacerlo. En el tratamiento sensacionalista, no importa tanto lo que se dice como la forma, pues el objetivo es llamar la atención. La forma es determinante. Por eso no es lo mismo un debate político como los que emitía CNN+ (y sirva este comentario como mi particular homenaje a quienes lo hacían) que uno de esos debates de teletaberna en los que la política es solo la gran coartada para construir un espectáculo. Por eso mismo Gran Hermano no deja de ser un burdo espectáculo, por mucho que se disfrace de experimento sociológico. Las formas son las que marcan la diferencia.
Los lectores pueden dirigirse a la Defensora del Lector al correo electrónico defensora@elpais.es o telefonear al número 913 378 200.
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