Las incertidumbres de la prensa escrita
Los periódicos se preparan para configurar redacciones multimedia. EL PAÍS afronta el reto tecnológico con el desarrollo de nuevos soportes para sus contenidos
El periódico de papel no está muerto, puede incluso tener aún larga vida, pero el futuro es sin duda digital. Éste podría ser el resumen de una serie de debates a los que he asistido en las dos últimas semanas en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, la Universidad de León y el Colegio de Periodistas de Catalunya. En todos ellos se debatía la crisis de la prensa escrita y las inquietantes incógnitas que se ciernen sobre el futuro del periodismo, una cuestión que preocupa en las redacciones. Como la de muchos otros diarios, la de EL PAÍS se encuentra en estos momentos inmersa en un cambio estratégico, de adaptación a las enormes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, que considero importante que ustedes conozcan. Son cambios organizativos y tecnológicos que abren grandes oportunidades, pero también ciertos riesgos. El más importante de estos cambios es la integración de las dos redacciones, la del diario impreso y la del digital, que durante años no sólo han funcionado por separado, sino que incluso han pertenecido a empresas diferentes dentro del Grupo PRISA. Entre los tecnológicos destaca la búsqueda de nuevas vías de distribución, como el reciente acuerdo alcanzado con la librería electrónica Amazon.com para poder descargar (de momento, sólo en Estados Unidos) el contenido del diario impreso en el lector electrónico Kindle.
La redacción multimedia ofrecerá contenidos en diferentes soportes
Lo que confiere gravedad e incertidumbre a la actual situación de la prensa escrita es la coincidencia de al menos tres crisis que operan de forma simultánea: la crisis económica general, que ha llevado a una caída sin precedentes de los ingresos por publicidad; una crisis de modelo industrial y tecnológico, que obliga a replantear no sólo los formatos del periódico, sino la organización del trabajo periodístico, y una crisis de credibilidad que afecta al periodismo en general y que en los últimos años ha dado lugar a intensos debates como el propiciado en torno al Project for Excellence in Journalism, cuya web les invito a visitar.
El American Press Institute reunió en noviembre pasado a 50 editores de los diarios más importantes de EE UU. Su diagnóstico no podía ser más inquietante: la caída de las ventas y de los ingresos por publicidad, la ruptura que representan Internet y las nuevas tecnologías, y la competencia de nuevos actores, como los agregadores de noticias (Google News y otros), están llevando a la prensa escrita "al borde del precipicio". La evolución de 2009 no ha hecho sino agravar la crisis y muchos grupos de prensa han entrado en pérdidas, aunque la vuelta a los beneficios en el último trimestre del grupo editor de The New York Times hace albergar esperanzas de brotes verdes también en la prensa.
Sin embargo, aunque la crisis económica amainara a corto plazo, la del modelo industrial, vinculada al desafío de los cambios tecnológicos, está lejos de resolverse. La extensión de la cultura de la gratuidad en Internet y los cambios en la forma de percibir y acceder a la información por parte de las nuevas generaciones están conduciendo a una progresiva disminución de las ventas en quiosco, la otra gran fuente de ingresos de la prensa escrita, en todos los países industrializados. La migración de lectores hacia el formato digital no está siendo acompañada por la correspondiente migración de la publicidad. De hecho, las ediciones digitales no serían rentables si tuvieran que producir por sí mismas los contenidos que ahora les proporciona la edición impresa. De manera que en la práctica, el lector que va cada día al quiosco a comprar el diario está subvencionando a los lectores que acceden al diario digital de forma gratuita. ¿Cuánto tiempo continuarán pagando, teniendo en cuenta además que la versión digital, a la que se puede acceder sin coste alguno, es ya más completa y extensa que la impresa?
La combinación de estas crisis está dando lugar a no pocas paradojas. La primera es que, en una sociedad acelerada y permanentemente preocupada por anticipar el futuro, como señala Daniel Innerarity en su libro El futuro y sus enemigos, disponer de información fiable y de calidad es más importante que nunca. Y de hecho circula una gran cantidad de información. Pero mientras la necesidad de información crece, disminuye el número de ciudadanos dispuestos a pagar por ella. Gracias a Internet, los diarios tienen ahora una audiencia más amplia y extendida que nunca, pero grandes dificultades para rentabilizar su trabajo periodístico. De hecho, en estos momentos lo rentabilizan más las empresas tecnológicas que facilitan los nuevos soportes y accesos que las que producen los contenidos. Lo cual no parece sostenible.
Los editores se plantean un cambio de estrategia y sus foros hierven con múltiples y diferentes propuestas. En mayo pasado se dio a conocer, por ejemplo, el Newspaper Economic Action Plan, promovido por el American Press Institute, que plantea distintas estrategias para afrontar las transformaciones y rentabilizar los contenidos online. Algunos importantes diarios se plantean implantar de nuevo un sistema de suscripciones para poder acceder a los contenidos online, mientras otros exploran aplicar algún sistema de micropago.
Pese a las incertidumbres, todos tienen claro que el futuro está en el máximo desarrollo de la edición digital. También EL PAÍS, pues ésta es la que le permite ampliar su audiencia en todo el mundo como nunca hubieran soñado sus fundadores. Los periódicos más innovadores han iniciado ya la transición hacia un nuevo modelo de producción que ha de convertirles en proveedores de contenidos en múltiples soportes (papel, ordenador, teléfono, libro electrónico, televisión, etcétera) y múltiples formas (impresa, en audio, en vídeo). Periódicos como The New York Times, The Guardian o The Washington Post están avanzando en el proceso de integración de sus redacciones por diferentes vías, pero es The Daily Telegraph el que parece haber llegado más lejos en la configuración de una redacción multimedia preparada para ofrecer contenidos en todos los soportes.
También EL PAÍS ha iniciado el camino de la integración. Lydia Aguirre, directora de El País.com, explica el objetivo: "Nos estamos transformando para adaptarnos a la demanda de la sociedad. El reto es que los lectores puedan recibir los contenidos que producimos donde quieran y de la forma que quieran; que puedan recibir las noticias en diferentes soportes según sus necesidades en función del lugar en el que estén y la vía que les resulte más cómoda".
El modelo de redacción multimedia exige cambios importantes. El diario impreso dispone de cierto tiempo para verificar y contrastar las informaciones. El periódico digital incorpora la inmediatez de la radio y la mentalidad de la agencia de noticias. A diferencia del papel, en el soporte digital cabe todo lo que se quiera introducir. Dar la noticia lo más pronto posible se convierte en un imperativo categórico, lo cual puede afectar a la calidad de la información si no se establecen mecanismos de control de calidad ágiles, pero también muy severos para contrarrestar el factor de inseguridad que la prisa representa en periodismo.
Diferentes expertos con los que he coincidido estos días consideran que eso requerirá no sólo reforzar los equipos humanos de las nuevas redacciones, sino situar en los puestos clave de decisión a profesionales de gran veteranía y amplios conocimientos. De modo que los periódicos que, a causa de la crisis económica, se han decantado por prescindir de sus profesionales más veteranos para reducir costes, tal vez los echen de menos muy pronto.
El futuro del periodismo exige cambios, y los lectores tienen mucho que decir al respecto; por eso he querido hacerles partícipes, con esta breve pincelada, del debate en el que están sumidas las redacciones. Les invito a participar. A partir de septiembre, la Defensora dispondrá de un nuevo espacio en la edición digital con el que me propongo intensificar el diálogo entre la redacción y los lectores. Gracias por la ayuda que me han prestado hasta ahora y que disfruten de sus vacaciones.
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