La 'burbuja' del fútbol
En medio de un estruendo de tobillos doblados, diálogos de besugos sobre el egoísmo de algún crack en el terreno de juego y las banalidades de rigor en el otro star system, el de los entrenadores, ha pasado desapercibida la moción que aprobó el martes el Congreso. Insta al Gobierno "a impulsar las medidas de control para conseguir la solvencia de los clubes estableciendo, si fuese necesario, límites en el gasto por remuneraciones de los jugadores". Una moción apenas supera el pasteleo político, flatus vocis. Pero el problema económico del fútbol es de mayor cuantía. Se llama burbuja financiera, empieza a manifestarse en la quiebra técnica de algunos clubes y es la consecuencia de un modelo asilvestrado de gestión que ni la Federación ni el Gobierno han sabido controlar. Funciona así: los directivos del club acrecientan alegremente la deuda de la entidad para fichajes milmillonarios y otras frivolidades, generalmente en las cajas de ahorros de sus comunidades; cuando la presión de la deuda es insostenible o no se puede ocultar, se recurre a tropelías como recalificaciones de terrenos, chantaje a las instituciones autonómicas (¡cómo nos vamos a quedar sin equipo de fútbol!) que inyectan a presión fondos públicos en forma de publicidad; y, en los casos terminales, el club incurre en la Ley Concursal.
No es raro observar que, a pesar de que los directivos del club quebrado hayan incurrido en responsabilidades de gestión, reclamen airados que "lo que hemos conseguido en el campo no se nos quite en los despachos". Recuérdese que los 20 clubes de primera división adeudan más de 3.500 millones y que deben casi 650 millones de impuestos. Es decir, sus decisiones o insolvencias atentan contra el bolsillo de los ciudadanos. Recuérdese también que en la mayoría de los equipos sus ingresos penden de un solo hilo, que son los pagos de las televisiones.
Así que no resulta descabellado pedir que a) se limite por ley la deuda de cada club en relación con sus ingresos; b) se imponga un tope salarial a los jugadores, con lo que se ganará emoción en las competiciones, y c) se prohíban plusvalías con suelo deportivo. La burbuja del fútbol necesita una medicina más fuerte que una simple moción.
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