Las Vegas de los Monegros
En el desierto de los Monegros, en Aragón, se anuncia la construcción del mayor complejo de ocio y juego de Europa. Este macroproyecto de dimensiones faraónicas (más de 2.000 hectáreas), denominado Gran Scala, incluye varios campos de golf, 32 hoteles, cinco parques temáticos, un hipódromo, casinos y hasta una plaza de toros (será por darle un aire español al complejo). Detrás del que ya empieza a conocerse como Las Vegas de los Monegros asoma un consorcio internacional de empresas del juego y financieras que prometen una inversión que triplica los presupuestos anuales de la comunidad autónoma.
El proyecto no sólo recibe el beneplácito del Gobierno de Aragón, que, al parecer, llevaba bastante tiempo negociando en secreto con los promotores, sino que ha sido acogido con entusiasmo por casi todos los grupos políticos de la comunidad autónoma, por los Ayuntamientos afectados, por las asociaciones de empresarios y por los medios de comunicación. Hasta ahora apenas se han oído voces disonantes.
Poco importa que este descomunal complejo vaya a tener un impacto similar al de una ciudad de 100.000 habitantes en una zona despoblada de apenas siete habitantes por kilómetro cuadrado. Tampoco que afecte a espacios protegidos por la legislación ambiental europea. Ni que las inversiones planeadas deriven en un consumo depredador de agua y energía en un territorio desértico. Todos los obstáculos son salvables, incluso las trabas jurídicas que impone la Ley del Juego de la comunidad autónoma, pues los políticos han anunciado ya que la adaptarán a las necesidades del complejo de ocio y juego.
¿Quizás haya sido determinante que Aragón tenga una de las mayores tasas de ludopatía de España? Las previsiones sobre recaudación de la tasa de juego han dibujado un dólar en los ojos de los avispados gestores públicos, orgullosos de haber ganado tan lucrativo proyecto para Aragón.
Pero en la Comunidad que en 2008 acoge una Exposición Universal cuyo lema es "Agua y desarrollo sostenible", nuestros gobernantes tendrán que hacer encaje de bolillos para defender este curioso modelo de desarrollo ¿sostenible? y convencernos ahora de que así se promueve un uso ¿racional? del agua.
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