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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sáhara, punto cero

Tras el fracaso del diálogo directo entre las partes, la situación amenaza con deteriorarse

Tras cuatro rondas a lo largo del último año, las conversaciones directas entre Marruecos y el Frente Polisario desarrolladas en Manhasset bajo el auspicio de Naciones Unidas han concluido con un nuevo fracaso. La representación saharaui ha acusado al enviado especial del secretario general, Peter van Walsum, de haber roto su neutralidad al considerar "poco realista" la opción de un Estado independiente en la ex colonia española.

El Polisario ha preferido arriesgarse a un nuevo bloqueo en las negociaciones antes que afrontar un resultado adverso en Manhasset, y ha encontrado una coartada en las declaraciones del enviado especial. Se trata de una apuesta peligrosa, en especial si Van Walsum opta por la dimisión. La designación de un sustituto puede demorarse, afectando al alto el fuego acordado en 1991 y, sobre todo, prolongando el padecimiento de los refugiados. El representante del Polisario, Mohamed Haddad, ha evocado la eventualidad de declarar liberado el territorio bajo su control en respuesta a la ocupación marroquí. Rabat, por su parte, ha hecho saber que no aceptará cambios en el statu quo.

Rodríguez Zapatero afirmó en 2004 que resolvería el problema del Sáhara en seis meses. El activismo que revelaba aquella ingenuidad deterioró las relaciones con Argelia y acabó afectando a la credibilidad frente a Marruecos, pero ahora no puede dar paso a la pasividad. Si Van Walsum se marchase, la diplomacia española tendría que emplearse en la designación de un nuevo enviado, como hizo tras el abandono de Baker. Además, la profundización de las relaciones con Argelia sería una contribución decisiva a una eventual solución. Y otro tanto cabría decir de las relaciones con Marruecos, en las que Zapatero ha preferido poner en sordina los derechos humanos y el proceso de democratización.

Mientras la razón jurídica está del lado del Polisario, la situación política juega a favor de Marruecos. Ban Ki-moon ha querido que se reconozca el problema en estos términos, y eso ha llevado al final de las conversaciones de Manhasset. El Polisario no puede cerrar los ojos a costa del sufrimiento de los refugiados. Y Marruecos no puede ignorar que los avances sustantivos en su democratización están dejando de ser una simple exigencia interna y convirtiéndose en un requisito imprescindible para la solución del conflicto del Sáhara.

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