Racismo en Calabria
El silencio del Gobierno italiano legitima la violenta expulsión de temporeros inmigrantes
Los violentos sucesos ocurridos la pasada semana en Rosarno, Calabria, suponen una escalada inquietante en el clima de tensión xenófoba que vive Italia desde hace años. En este pueblo agrícola calabrés la agresión a dos inmigrantes africanos por parte de jóvenes calabreses dio paso a una revuelta y luego a un estallido de racismo comandado por las bandas mafiosas que dominan el lugar que originó casi un centenar de heridos.
Como ha señalado el presidente de la República, Giorgio Napolitano, líder moral del país, el pogromo de Rosarno ha cancelado durante varios días la legalidad. Calabria ha recordado a los países vecinos que la mezcla de empresarios sin escrúpulos, mafia, ausencia de control del Estado y xenofobia institucional forma un polvorín que puede tener consecuencias trágicas para la convivencia. El escritor Roberto Saviano ha resaltado el hecho de que los africanos hayan demostrado más coraje que los italianos a la hora de hacer frente a las mafias locales que los contrataban para trabajos agrícolas.
Pero quizá el aspecto más angustioso del caso es el silencio cómplice del Gobierno, equivalente a una legitimación de la xenofobia. Con su primer ministro a la cabeza del mutismo, el Ejecutivo ha evitado dar una respuesta contundente contra el racismo, o directamente ha cabalgado ese racismo como una forma de obtener consenso. ¿Acaso se podía esperar otra cosa de un Gobierno que ha dejado el complejo problema de la inmigración en las irresponsables manos de la Liga del Norte, cuyos dirigentes basan su éxito en la intolerancia y el miedo al diferente, y promocionan iniciativas como la de las patrullas ciudadanas? Eso y no otra cosa significa la Ley de Seguridad aprobada el año pasado, que convierte en delito la inmigración clandestina, olvidando la integración y el control del trabajo negro, con el efecto de ayudar a las mafias a esclavizar a los sin papeles.
Hace 20 años que inmigrantes contratados para recoger frutas y hortalizas por dos euros a la hora recorren en temporada el sur del país viviendo a la intemperie o en barracones inmundos. Calabria está gobernada por el Partido Demócrata, y si Berlusconi y la Liga han podido actuar con impunidad en este terreno es también por el temor del centro-izquierda a enfrentarse a los tópicos populistas interiorizados por amplios sectores de la población que culpan a los venidos de fuera de las dificultades asociadas a la crisis.
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