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DEFENSORA DEL LECTOR
Columna
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(Pre)parados para salir a flote

La larga serie ha suscitado críticas por el pesimismo de algunos de sus capítulos. El espacio habilitado en la web ha alcanzado altas cotas de participación

Milagros Pérez Oliva

Hoy quiero hablarles de una historia de éxito, la serie (Pre)parados , cuyo último capítulo se publica hoy. Puede parecerles paradójico que lo haga en una sección dedicada a recoger las quejas de los lectores, pero lo haré por dos razones. La primera es que incluso en las historias de éxito puede haber aspectos que mejorar y críticas de las que aprender. Ese es el camino de la excelencia y hoy lo vamos a recorrer de la mano de dos lectores muy exigentes, que tomaré como referentes de algunas de las críticas que ha suscitado la serie. La segunda es que, en el ejercicio de transparencia -casi siempre dolorosa- que representa este artículo dominical, quiero aprovechar esta serie para mostrarles cómo las nuevas tecnologías permiten realizar un periodismo mucho más interactivo y participativo.

Más de 300 jóvenes han participado en el debate abierto en la web

El objetivo de la serie era dar voz a los jóvenes de la generación más preparada que ha tenido España y que, sin embargo, como advirtió hace poco en Oslo el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, pueden acabar siendo una "generación perdida". Jóvenes de menos de 35 años que, a causa del paro o la precariedad, se encuentran atrapados en esa realidad dual que describe el título. Para ello se formó un equipo de 10 periodistas, también menores de 35 años, coordinados por la redactora Carmen Pérez-Lanzac, bajo la supervisión del subdirector Carlos Yárnoz.

La serie arrancó el 19 de septiembre con un extenso reportaje en el suplemento Domingo y se ha desarrollado a lo largo de 20 capítulos en la edición impresa. En la digital ha contado con un espacio específico (www.elpais.com/espacio/preparados ) que ha albergado cartas, entrevistas y consultas. También se creó un correo especial (soyunjovenencrisis@elpais.es ) al que los jóvenes podían enviar su historia.

Aunque se han aportado cifras, estudios y valoraciones de expertos, la serie ha pivotado sobre los testimonios. Y el problema que se plantea en estos casos es cómo seleccionar los perfiles que se van a presentar como representativos de una situación.

El domingo día 26 se habían publicado ya 31 historias, casi todas tristes, de paro y precariedad. Ese día se añadieron 14 más, a doble página, seleccionadas de entre las cartas recibidas, todas ellas con una gran carga de angustia y frustración. Incluso la más positiva acababa siendo negativa en su lacerante brevedad: "No tengo estudios más allá del Bachillerato. Tengo un buen trabajo y un sueldo digno. Vivo en una casa con jardín. Fórmula: a los 23 me fui de España". Fue una de las noticias más leídas de la web, tal vez por su provocativo titular: "Si España no quiere saber nada de mí, yo tampoco quiero saber nada de España" .Ese titular fue el que llevó a Ramón Luque Cózar a escribir a la Defensora: "Una cosa es informar de algo importante como que hay miles y miles de parados jóvenes llenos de incertidumbre y otra insistir en el tema día tras día, con frases como esa y titulares cada vez más sensacionalistas que transmiten la imagen de un país completamente deprimido. ¿Esa es la realidad? Entiendo que la frase tiene gancho, pero ese bombardeo es irresponsable y no contribuye a levantar la moral de un país que no se encuentra en una situación tan penosa como la que se describe". Luque observa "mucho victimismo de niño mimado" en algunos testimonios y "un intento irresponsable de alargar la noticia" en algunos reporteros.

Carlos Yárnoz afirma que no se pretendía ocultar los aspectos positivos, "pero si el 40% de los jóvenes está en paro y muchos otros trabajan en precario, el reportaje no puede ser muy optimista". En la misma idea abunda Carmen Pérez-Lanzac. "Si la serie transmite un tono negativo es porque la situación del mercado laboral y los problemas que se derivan para los jóvenes son graves. Lo que pretendíamos era dar la voz a los menores de 35 años, y entre ellos hay muchos en paro y muchos que trabajan por debajo de su cualificación".

El lunes 27 me escribió Carlos Elías, catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid, para exponer algunas preocupaciones que había compartido con otros profesores. Le preocupaba que el tono general de la serie fuera tan desesperanzado y que se presentaran "perfiles de alumnos con varias carreras y doctorados como representativos del paro juvenil". "Esos jóvenes", decía, "no son estadísticamente representativos del paro juvenil. La conclusión que se extrae de estos perfiles es que no merece la pena estudiar en la Universidad, y eso no es cierto. El paro es menor cuanto mayor es el nivel de estudios". Carlos Elías advertía de uno de los riesgos del periodismo de testimonios: "La búsqueda de casos llamativos o excepcionales puede hacer más atractivo un reportaje, pero si no se contextualiza, si se presenta como arquetipo de una realidad sin serlo, podemos caer en el amarillismo".

En este tipo de reportajes, la elección de los testimonios es crucial y los arquetipos elegidos han de corresponderse con la verdad estadística. El problema es cómo hacer la selección. En este caso, los jóvenes están escasamente organizados y la selección se ha hecho fundamentalmente basándose en los contactos y conocidos de los propios periodistas. Las nuevas tecnologías permiten ahora reclutar testimonios con facilidad, pero no siempre son representativos. En este caso, los primeros en responder fueron precisamente los más angustiados. En total, 405 jóvenes explicaron su historia y muchos expresaban su agradecimiento. "Enhorabuena por dar un espacio a los jóvenes que intentan buscar un sitio en este mundo", escribía Beatriz Fernández, universitaria con dos másteres y un estado anímico "que roza lo deprimente".

Pero incluso entre los jóvenes hubo reacciones: "Empiezo a estar un poco harto de leer tanta carta lacrimógena sobre lo desgraciados que somos. Parafraseando a Borges, simplemente nos tocaron tiempos difíciles en que vivir. La vida ha puesto a nuestro alcance oportunidades que hubieran sido inimaginables para nuestros padres y por ello me siento afortunado. Los títulos, el acceso al saber, tienen en sí un valor mucho más importante que su mera capacidad para engordar las nóminas. (...) No perdamos más tiempo lamiéndonos las heridas y luchemos por aquello que queremos cambiar", escribía Francisco Sánchez.

La propia serie ha ido corrigiendo el rumbo. Aunque ha predominado el lamento, en la parte final se han publicado algunos capítulos en clave positiva, como el titulado Me han despedido, ¿y ahora qué? , que planteaba qué hacer para encontrar trabajo, o el capítulo 18, Quiero un título para aspirar a más , que salía al paso de la visión negativa de los estudios que tanto había preocupado al profesor Carlos Elías. Le llamé el viernes para conocer su valoración final. "Me preocupaba que se crearan estereotipos falsos sobre el valor de los estudios y del esfuerzo. Pero en la segunda mitad la serie se ha equilibrado mucho y el balance final es positivo. Me alegro mucho, porque la idea era excelente y hubiera sido una lástima que por un problema de enfoque el resultado quedara empañado".

Pues bien está lo que bien acaba. La serie ha tenido un gran impacto y el grado de participación alcanzado muestra el potencial del periodismo digital. Más de 300 jóvenes han participado en los debates en Eskup, la red social de EL PAÍS, otros 800 en Facebook y más de 500 en Twitter. El espacio digital (Pre)Parados ha tenido más de 100.000 usuarios únicos. En conjunto, los capítulos de la serie han sumado dos millones de páginas vistas y más de 900.000 usuarios únicos.

Por mi parte, solo me queda una objeción: la edad no debería ser nunca un criterio de selección para un trabajo periodístico. El diario ha resaltado que los periodistas que han realizado la serie tienen menos de 35 años. Me parece un error. La edad no debería contar, ni para bien ni para mal, como no deben contar el sexo o la religión.

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