Plutón y la Tierra
El Sistema Solar sólo tenía ocho planetas a finales del siglo XIX. Unas aparentes perturbaciones en la órbita del más lejano, Neptuno, llevaron a algunos astrónomos a predecir la existencia de un noveno planeta, con una masa similar a la de la Tierra. El único que se lo tomó en serio fue Percival Lowell, el descubridor de los (inexistentes) canales de Marte. Tras décadas de ímprobos esfuerzos, los discípulos de Lowell hallaron Plutón en 1930.
Plutón no hubiera llegado a considerarse un planeta de no ser por esa predicción (probablemente no hubiera llegado ni a descubrirse). Y la predicción era incorrecta: las perturbaciones de la órbita de Neptuno resultaron ser un error de observación; y Plutón, en cualquier caso, nunca hubiera podido causarlas, porque su masa no es la de la Tierra, como creyeron sus descubridores, sino 200 veces menor.
El descubrimiento de otros tres plutones en los últimos años había hecho la situación insostenible. La Unión Astronómica Internacional sabía que sólo tenía dos opciones: ampliar los planetas a 12 o degradar a Plutón. Hace cuatro años intentó lo primero y le salió lo segundo. La razón es que el astrónomo Michael Brown, el descubridor de dos de los tres nuevos plutones, calcula que puede haber otros 50 objetos de ese tipo por la zona. La opción que se jugaba era entre un Sistema Solar de 8 o uno de 60, y por eso perdió Plutón.
Saltemos de asignatura. Los "climaescépticos" han encontrado algunos errores en la investigación sobre el calentamiento global. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) incluyó unos resultados que predecían que los glaciares del Himalaya se iban a fundir en 2035, que se han demostrado falsos, y hay problemas en unos datos de medición tomados por las estaciones meteorológicas chinas, e incluidos en el mismo informe del IPCC. El presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, está recibiendo presiones para dimitir porque el centro científico que dirige, el Instituto de Energía y Recursos de Nueva Delhi, tiene conexiones con algunas empresas que pueden beneficiarse del impulso a las energías renovables.
Pero nada de lo anterior modifica las conclusiones generales del IPCC, ni tiene nada de especial en la práctica científica. Ni siquiera es nuevo en la investigación del clima. En el pasado, gran parte de la polémica sobre el cambio climático se debió a la discrepancia entre las mediciones terrestres, que indicaban un calentamiento del planeta, y los datos tomados por satélite, que parecían descartarlo. Pero luego resultó que estos últimos estaban malinterpretados. Y se corrigieron, mejorando con ello los modelos.
Las matemáticas del clima exploran las fronteras de la complejidad y el caos, y también las del conocimiento humano; pero los datos han ido revelando que si en algo han pecado los modelos predictivos del cambio climático es en quedarse cortos. Por ejemplo, la tasa de fusión de los hielos árticos, de un 9% por década, ha desbordado los más negros augurios.
"Lo peor que podríamos hacer es tomar un enfriamiento natural, a corto plazo, por una refutación de que la Tierra se está calentando a largo plazo por la actividad humana", dice Michael Schlesinger, climatólogo de la Universidad de Illinois. "Y que esto nos llevara a abandonar el principal objetivo, que es superar la era de los combustibles fósiles tan pronto como la economía lo permita".
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