Pena de muerte
Aunque, como era previsible, no sirvió para hacer cambiar de opinión al gobernador de Tejas, el republicano Rick Perry, hay que aplaudir la apelación de la presidencia portuguesa de la Unión Europea para que suspendiera la ejecución con inyección letal de un hombre negro en la madrugada del jueves en la prisión de Huntsville. Es evidente que Perry, además de enorgullecerse como tejano de la "liberación del yugo europeo", discrepa de quienes mayoritariamente en el mundo creen que las ejecuciones son actos crueles, arbitrarios, inútiles y moralmente reprobables. Casi al mismo tiempo se ha conocido que en Japón tres presos eran ahorcados. En nueve meses han sido ya 10 los ajusticiados en el país asiático. A este paso, el primer ministro conservador, Shinzo Abe, va a ser recordado como el dirigente nipón que levantó una moratoria oficiosa de la pena capital y el que más aplicó el castigo. Los japoneses, sin embargo, siguen siendo muy mayoritariamente favorables a ella y sus medios de comunicación apenas prestan atención cuando se registra algún caso.
Tejas ostenta el triste récord de ser el primer Estado norteamericano en ejecuciones. La de ayer hace el número 400 desde que el Tribunal Supremo de EE UU reimplantó la medida en 1976. Y si nada lo impide, el próximo día 30, otro preso podría morir por un crimen que ni siquiera cometió y por el que ya fue ejecutado el autor, simplemente por haber sido testigo y no hacer nada por impedirlo en conformidad con una vieja ley estatal.
Además, el presidente Bush, que durante su etapa como gobernador del Estado sureño fue sumamente proclive a aplicar la medida, pretende ahora reducir el sistema de apelaciones en los casos de condena a la pena capital para acelerar así las ejecuciones. El empeño del titular de la Casa Blanca contradice la tendencia en cada vez más Estados norteamericanos donde la pena de muerte ha sido abolida o ya no se aplica. Sin embargo, resulta triste e indigno que la primera potencia del mundo libre siga figurando en esa lista negra junto con otros países tan poco democráticos como China, que ostenta con gran diferencia el récord, Irán, Arabia Saudí o Singapur.
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