Cambios duraderos
El pacto educativo exige acuerdos entre el Gobierno y el PP para una reforma de calado
La sociedad percibe que el futuro de la educación es demasiado importante como para que sufra continuos bandazos en función del signo del Gobierno central o el de cada comunidad autónoma. Los políticos deben llegar a acuerdos que permitan garantizar una continuidad de fondo en las reformas que se promuevan, lo que se ha venido a llamar un pacto educativo. A esta tarea se puso desde el primer momento el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y fue respondido con una actitud receptiva por parte del PP, aunque no exenta de reticencias.
En su intervención en Toledo el 18 de enero, Rajoy planteó un conjunto de reformas con referencia, entre otros muchos aspectos, al tramo final de la ESO, que es el más complicado de estructurar y donde se concreta el alto nivel de fracaso en esta etapa. La presentación de la propuesta es, en sí, un factor positivo, puesto que permite avanzar en la discusión sabiendo cuáles son las posiciones de partida. Sin embargo, su planteamiento fuera del proceso de reuniones previstas para concretar el pacto, así como el aparente carácter irrenunciable de sus contenidos, puede hacerlo más difícil.
Afortunadamente, tras las primeras descalificaciones de algunos dirigentes socialistas, el ministro recondujo el proceso. Son propuestas que merece la pena debatir y sobre las que llegar a un consenso, pero huyendo de las posturas maximalistas que pretenden que el acuerdo recoja las propias posiciones excluyendo las demás. Le toca ahora al PP responder al documento presentado por el ministerio con un conjunto de reformas del sistema educativo y también sobre la forma de abordarlas.
Merece la pena reflexionar, en particular, acerca de la idea de que cualquier cambio normativo en materia de educación requiera el acuerdo de dos tercios de los diputados. Una medida así garantizaría que los cambios serían duraderos, pero podría conducir al bloqueo que ya hemos experimentado en otros campos. Lo importante es la voluntad de llegar a tales acuerdos porque la situación de la educación en nuestro país necesita transformaciones de calado, consenso y tiempo para que se asienten. Si tal voluntad existe, las mayorías cualificadas se alcanzan de forma natural; en caso contrario, podría producirse la inoperancia. En todo caso, el camino recorrido ya merece una consideración positiva y no debe volverse a la confrontación sistemática en este campo.
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