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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El propósito de la enmienda

Ramiro Pérez-Maura, duque de Maura, ha escrito un bienintencionado artículo en este periódico el día 8 de, agosto. En dicho artículo se invita a los españoles, de ambos signos, a que dejen atrás sus complejos: unos, los de la izquierda, derivados de la «exacerbación de la pasada clandestinidad»; otros, de la derecha, por «la mala conciencia de complicidad con la situación anterior» . La puesta aparte de manera definitiva de estos complejos llevaría consigo, al decir del autor, «una utopía de futuro» que haría viable mirar hacia delante y tratar de construir esta España nuestra, que no acaba, en efecto, de hallar la identidad precisa para la nueva situación.No cabe duda que, si fuera tan sencillamente factible tal cosa -la prescindencia de esos complejos- sería deseable. Que, en cierto modo, cuando menos los más, lo deseamos se demuestra en el hecho de que, ni los de la izquierda han pasado factura (no seria decente hacerlo, por otra parte) por su pasado, ni a los de la derecha se les recuerda en demasía esa complicidad con el inmediato pretérito. Hay, efectivamente, el propósito de hacer como si la amnesia fuera real. Y no paso a discutir ahora si la clave imprescindible para la superación, a que hacemos referencia, consiste precisamente en lo contrario, en la asunción del pasado, lo que evitaría esa «defensa maníaca», esa «incapacidad para entristecerse», que Mitscherlich encontraba en la Alemania posnazi, y que lleva a muchos a considerar que cuarenta años de régimen anterior entre nosotros no son nada para nadie.

Pero los complejos, de la índole que sean, y vayamos ahora con los de la complicidad con el pasado, no se curan por un acto voluntario de negación. Tales complejos no son a modo de boinas o camisas, que uno puede colocarse llegado el caso, o quitarse llegado .otro caso,'para enviarlas entonces a la lavadora, al desván o, tal vez, al cubo de desperdicios. Los complejos no son un aditamento, sino algo emocional, la repercusión éticoemocional de un hecho que se verificó y que, antes o ahora, traumatiza. Por tanto, no cabe decidir en un momento que algo que se hizo o se dejó de hacer no nos afecte, esto es, no nos provoque determinada afección. Qué más quisiera yo, en mi casi siempre estéril tarea de psiquiatra, que las cosas fuesen así, y que cuando alguien me viniese aquejado por sus reproches, le procurase sosiego palmeándole en el hombro y diciéndole: «No se reproche». Había una vez un profesor de Patología Médica que, aparte excelente clínico, era famoso por su capacidad para proponer absurdos. En cierta ocasión, un joven médico, antiguo alumno suyo, entró a su despacho antes de que se hiciera pasar a una paciente, gravemente enferma, a la que acompañaba. «Anímela usted, don J.», le dijo el joven médico, «le hace tanta ilusión que usted la vea». Don J. la hizo entrar, la interrogó brevemente, la hizo tender y palpó su abdomen. Una vez incorporada, le espetó: «Señora, tiene usted un cáncer de estómago; se trata de una enfermedad muy grave... Anímese».

Los complejos, las culpas, no se suprimen porque sí, esto es, cuando se quiere. Los procederes son algo más complicados, por desgracia, de entre los cuales el que menos consiste en lo siguiente: no jugar a reiterados arrepentimientos de lo hecho, sino no volverlo a hacer. Por eso, me permitiría advertir al señor Pérez-Maura que el problema que acompleja a los que nos mandan en este momento en nuestro país no radica en que sean, lo que se dice, «los mismos», sino en que «siguen haciendo lo mismo». Llámense censuras y coartaciones a la libertad de expresión, malos tratos en determinadas instituciones, discrirninacíones partidarias, parcial administración de la justicia, partidaria y dirigida acción e inacción policial y, así, un largo etcétera, lo que nos conturba a los españoles es que nuestros gobernantes, de los cuales somos harto sabedores de su verbal abdicación de su pasado, persisten empecinadamente en idénticas actuaciones a las pretéritas. Me resigno de buen grado en ser gobernado por los mismos, pero les invitaría desde aquí a que dejaran de hacer lo mismo que siempre hicieron. Sólo de este modo, al mismo tiempo que todos saldríamos altamente beneficiados, se lograría la tan deseada curación de sus complejos. De no ser así, preferible es que conserven su mala conciencia, de la cual cabe esperar, con ilusionado optimismo, que alguna vez les conduzca al propósito de enmienda.

Carlos Castilla del Pino es psiquiatra, autor de numerosas obras sobre el comportamiento humano. Es militante del PCE desde 1960.

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