Marilyn Monroe, escritora
En octubre se publica, en edición simultánea en francés, inglés y español (Seix Barral), una recopilación de poemas, anotaciones de diario y otros escritos de Norma Jean Mortenson, más conocida por su nombre artístico de Marilyn Monroe. Un nombre postizo de sonido "tintineante", según la aguda observación de Carmen Martín Gaite, autora de un artículo en el que comparaba a la actriz con la Mme. Bovary de Flaubert.
A ambas les une la muerte en la treintena por suicidio, pero también, según la escritora, el hecho de que sus vidas habían sido regidas por cánones que les venían impuestos desde el exterior.
Los escritos ahora rescatados y agrupados bajo el título de Fragmentos se los hizo llegar la actriz al director teatral Lee Strasberg, profesor suyo en el Actors Studio a mediados de los cincuenta: cuando ella, siendo ya una estrella, quiso aprender algo más sobre su oficio. Los cuadernos originales, que incluyen escritos de entre 1943 y 1962, pasaron a manos de la viuda de Strasberg, y de ellas, recientemente, a las de un editor francés que los consideró publicables. Habrá que esperar a conocer el texto para ver si, como han dicho sus editores, el libro revela una insospechada veta melancólica de Marilyn, a la que califican de "gran lectora" y con "talento" de escritora.
Hay una foto de ella en traje de baño y leyendo el Ulyses de Joyce. Es del año anterior al de su boda con el escritor Arthur Miller, en 1956. El autor de La muerte de un viajante dijo de ella que su característica más sorprendente era su "absoluta, irremediable, a veces irritante, incapacidad para mentir". Cuando supo que estaba embarazada de Tony Curtis, en el rodaje de Con faldas y a lo loco, reunió a ambos, Miller y Curtis, en una habitación y les dijo lo que había.
Tal vez estos escritos ayuden a entender, si no el motivo de su suicidio, el de la decadencia que lo precedió. Una hipótesis es que por esa época, a fines de los cincuenta, se dio cuenta de que ya no era ella misma, Norma Jean, sino lo que la mirada de los demás había hecho de ella. Pero ya era demasiado tarde.
Marilyn, escribió Miller en su autobiografía, "fue una poetisa callejera que habría querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa".
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