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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Margen para mejorar

La siniestralidad vial se reduce, pero todavía se pueden aplicar medidas para evitar accidentes

Como un regalo de Reyes, las estadísticas de la siniestralidad vial llegan cada año en las dos últimas décadas con un nuevo récord que celebrar. Desde que en 1989 se registraron 6.095 muertos en carretera, diversas reformas de la Ley de Seguridad Vial, la introducción del carné por puntos y la concienciación ciudadana (en la que han colaborado decisivamente las asociaciones de víctimas) han logrado que España abandone su triste récord de ser el país de mayor índice de siniestralidad de Europa y forme ahora parte de la élite por su reducido nivel de mortalidad en relación con su número de habitantes, situándose por delante de Francia, Italia o Austria. Ahora, España es un alumno aventajado que tomó prestadas de algunos de ellos las políticas más exitosas contra la siniestralidad vial y que sigue escalando puestos en el ranking.

El año pasado murieron en carretera 1.730 personas y 7.954 quedaron gravemente lesionadas. Son datos que distan mucho de los que se registraban en los años noventa, pero que siguen demostrando hasta qué punto el tráfico rodado se salda con una trágica carnicería diaria ante la cual la sociedad difícilmente se escandaliza. Las medidas represivas, en constante aumento, y los llamamientos a la prudencia han hecho una labor impagable, pero es deseable y razonable que el Ministerio del Interior prepare nuevas medidas (como incrementar el número de radares) para intentar reducir aún más la sangría. Aunque los resultados positivos ya no puedan ser tan espectaculares como hasta ahora, las menores tasas de siniestralidad de países como Reino Unido u Holanda demuestran que todavía hay amplios márgenes de mejora.

Las campañas de educación vial, aun a riesgo de anuncios polémicos, deberían continuar porque aunque resulta evidente que los españoles (sobre todo, los jóvenes) conducen ahora de manera menos temeraria, también lo es que la mayoría de los accidentes se producen por negligencia y/o velocidad excesiva. Que a estas alturas, casi uno de cada cuatro muertos en carretera no llevara el cinturón de seguridad abrochado indica que muchos conductores subestiman todavía la capacidad letal de la carretera. Los nuevos radares ayudarán a mejorar el cumplimiento de los límites de velocidad, lo que redundará en una menor tasa de accidentes y, de paso, en una reducción de la contaminación ambiental.

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