¿Después de Gallardón? El gallardonismo
Decía Winston Churchill que en política, a diferencia de en la guerra, uno puede morir muchas veces. Aún es pronto para valorar si la reciente exclusión del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, de las listas del Partido Popular supondrá el fin de sus ambiciones políticas. En cualquier caso, Gallardón no abandonará la política activa sin haber dejado huella: nos lega el "gallardonismo", estrategia política que persigue atraer votantes desde más allá de las fronteras ideológicas de cada partido a través de la provisión de bienes públicos. Aunque Gallardón no inventó esta estrategia, él ha sido en España uno de los más destacados practicantes de la misma.
En un país caracterizado por el predominio de las posiciones de centro-izquierda (y Madrid no es excepción a esta regularidad), el actual alcalde madrileño ha conseguido repetidas mayorías electorales y ha sido sistemáticamente valorado por la opinión pública como el mejor político del país. ¿De dónde procede esta atracción? Su fama como político heterodoxo puede tener algo que ver, sin duda. Pero la reputación del gallardonismo se ha sustentado en dos ideas claras: obras públicas visibles y relevantes para el ciudadano, y planificación de las obras con la vista puesta en el calendario electoral. El ejemplo más notable de esta estrategia es la ampliación del Metro de Madrid. Tras 12 años de gobierno del PP, el metro ha crecido de 120 kilómetros en 1995 a 314 kilómetros en 2007, con 152 estaciones nuevas.
Obras públicas e inauguraciones electoralistas, un modelo exitoso
La estrategia del Metro parece haber dado resultados. Según datos del CIS de 1999 y 2002, la política mejor valorada entre los ciudadanos madrileños, al margen de su ideología política, fue precisamente la de transportes. Además, si bien el apoyo electoral al Partido Popular en las elecciones autonómicas de 1999 cayó en los barrios no beneficiados por la ampliación del Metro (en torno al -0,3% de media), la tendencia se invierte en los vecindarios en los que se construyeron nuevas paradas (1,2%). Gallardón continuó explotando esta estrategia tanto con el Metrosur como con la renovación de la primera circunvalación de la capital (M-30).
Irónicamente, la primera y más aventajada de los alumnos de la escuela gallardonista ha sido su sucesora, Esperanza Aguirre. Tras su acceso algo inesperado a la presidencia de la Comunidad de Madrid, en 2003, apostó todas sus cartas a la estrategia de su predecesor, y así utilizar el metro para incrementar su popularidad entre los madrileños. En parte, Aguirre superó a su compañero de partido, pues construyó más kilómetros y más paradas, y controló mejor los tiempos de las inauguraciones. Así, si durante la etapa de Gallardón las inauguraciones tuvieron lugar, en promedio, cuatro meses antes de la contienda electoral; con Aguirre las obras se inauguraron sólo 60 días antes de los comicios. Los resultados fueron contundentes, ya que el Metro demostró en 2007, incluso con más intensidad, ser un gran aliado a la hora de ganar votos. El PP creció más del doble en los barrios con nuevas estaciones en comparación con los que no tenían ninguna estación (un 6,2% frente a un 2,8%).
Los éxitos del gallardonismo en la Comunidad de Madrid hubieran hecho esperar que esta política se contagiara al resto de la geografía española. Sin embargo, la actual campaña electoral se ha caracterizado por políticas de demanda: rebajas fiscales y cheques de todo tipo. Tanto Gobierno como oposición recurren a este tipo de medidas y promesas en época electoral con la esperanza de que los ciudadanos beneficiados acaben agradeciéndolas con su voto.
El problema de estas propuestas es que los votantes pueden considerarlas como simples estrategias electoralistas y, en consecuencia, no tenerlas en cuenta a la hora de votar. Así sucedió con la subida de pensiones que Manuel Chaves realizó en Andalucía pocos meses antes de las elecciones de 2000. Entonces, la gran mayoría de los ciudadanos -casi el 70%- calificó la medida como esencialmente electoralista, sin verdadera voluntad política para mejorar las condiciones de los ancianos. Recientes datos de encuesta parecen también valorar de igual manera la propuesta de rebaja fiscal de 400 euros anunciada por Zapatero.
El atractivo electoral del gallardonismo es evidente. Si bien tímidamente, el propio presidente del Gobierno ha avanzado algunas propuestas que apuntan a esta estrategia. Su reciente anuncio del plan de mejora del único medio de transporte en Madrid de competencia estatal (Cercanías Renfe) es un buen ejemplo de ello. Aunque es difícil prever qué efecto tendrá este anuncio frente al aluvión de propuestas fiscales y de gasto corriente, su atractivo electoral es indudable. Por eso mismo, no hay motivos para pensar que el gallardonismo tenga fronteras regionales ni partidistas. Lugares como la zona metropolitana de Barcelona, con un importante déficit de infraestructuras y el enfado de sus ciudadanos, la convierten en terreno abonado para que el gallardonismo pudiera aflorar en su máxima intensidad.
Firman este artículo Luis de la Calle, investigador del Instituto Universitario Europeo, y Lluís Orriols, investigador de la Universidad de Oxford.
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