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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Descubridora de secretos

J. Ernesto Ayala-Dip

Ninguno de los relatos que componen el primer libro de ficción de Berta Marsé (Barcelona, 1969) le presta su título. Tal vez porque en todos los cuentos alienta una especie de perturbación, de alteración del orden familiar establecido acorde con su título. En jaque se abre con una cita de Chéjov que muestra a las claras el horizonte moral que enfila. La cita hace referencia a los secretos inescrutables que se esconden detrás de cualquier familia. Claro que las que recrea Berta Marsé no son cualquier familia. El calado de sus secretos así lo demuestran.

El primer cuento, La tortuga,

EN JAQUE

Berta Marsé

Anagrama. Barcelona, 2006

174 páginas. 14 euros

se resuelve en unas pocas líneas. Es, junto con Origen, un relato narrado en primera persona. Bien podríamos, por tanto, desconfiar de la revelación del narrador-protagonista. Pero algo hace que lo aceptemos. Es esa línea de sombra instantánea, inesperada, que los buenos cuentistas saben dibujar como para que no nos neguemos a la evidencia. Una niña, un padre, gente a su alrededor que transige con lo insospechado. Se me han quedado grabados cuatro cuentos más del libro, La diva y la peluquera, Primer amor, Piragüismo (placeres adultos) y La concha mágica. Cualquiera de los cuatro los hubiera elegido para título del libro. El primero trata del secreto que lleva uno mismo sin saberlo, esa posibilidad del salto a lo sublime desde la más mediocre existencia. La descripción de esa lucha dialéctica entre una peluquera y una diva del Liceo me recordó por momentos a esa otra lucha entre la protagonista y su contrincante en La balada del café triste de Carson McCuller. Y el descubrimiento final, esa aria redentora haciendo estragos en el corazón de un alma anodina. Primer amor es uno de esos cuentos que necesitan mucho oficio e inspiración para trasladarle al lector el tamaño de los sentimientos que se barajan desde el principio hasta el final. Hay que gozar de cierta infalibilidad. No equivocarse ni equivocar al lector. La compasión, el egoísmo, la inmensa tristeza de un triunfo incomprensible, es lo que se representa con esa certeza narrativa que otorgan ser dueño de una buena historia y de una sobresaliente resolución. Piragüismo y Origen son dos relatos de calibre similar, no en su arquitectura pero sí en su trasfondo moral. El segundo se comunica con el primero de los relatos del libro: confían su revelación a la devastadora consecuencia de una mirada. La concha mágica es un alarde de puesta en escena. Nadie conoce en el cuento exactamente lo que tendría que conocer, excepto su pequeña víctima, y el lector. El más puro mal, como lo entendió Henry James y como lo entiende en cine David Lynch. En jaque es un excelente libro de cuentos. Con una escritura sobria, por momentos notarial (aunque no exenta de cierto sentido táctil, auditivo, como podrá comprobar el lector en esa descripción del sonido de unos dados en el cubilete y la depresión que ello ocasiona a la protagonista), abierta sólo al sentimiento exacto, a la sonrisa necesaria y fugaz, y que a la vez alberga una inteligencia perfectamente engrasada para las radiografías humanas menos complacientes. Un par de libros como éste y Berta Marsé no tendrá ningún problema para codearse con Soledad Puértolas, Cristina Fernández Cubas o Almudena Grandes.

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