Que no termine la película
Hace 10 años había 13 salas en la Gran Vía, hoy quedan tres. Sus dueños quieren salvarlas haciendo en Callao un centro temático sufragado con la publicidad de las cinco pantallas gigantes recién instaladas
Hace 10 años, la Gran Vía tenía 13 salas de cine. El alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, cambió la normativa urbanística en 2004, ante los lamentos de los empresarios sobre lo ruinoso de su negocio. Permitió que las salas se convirtieran en tiendas, y muchas siguieron ese camino (el antiguo Avenida alberga ahora percheros de H&M). Otras se reciclaron en teatros para musicales. La mala noticia para los amantes del cine es que ya solo quedan tres: Capitol, Palacio de la Prensa y Callao. La buena es que al menos estos dos últimos tienen visos de sobrevivir mucho tiempo.
Hace dos años, sus dueños (la inmobiliaria Espectáculos Callao) iniciaron una metamorfosis comercial para convertirse en un "faro del cine" en el centro de la capital, con el apoyo -ahora sí- del Ayuntamiento. El alcalde permitió instalar pantallas gigantes en la fachada de las salas de cine y teatro -con la condición de mantener su actividad-, con vistas a la remozada, comercializada y peatonalizada plaza de Callao, y en el tramo de Gran Vía hasta la plaza de España. Así pasaron de hecho a la historia los últimos carteles de películas pintados a mano de esa avenida, sustituidos por los nuevos paneles electrónicos. "Han costado un dineral", explica su responsable, Gerardo Baranowski, director general de Callao City Lights, que no desvela la cifra exacta, pero admite que ronda los 10 millones de euros. Con una vida útil de 10 años, harán falta al menos cinco para amortizarlos. Las cinco pantallas (dos en el cine Callao y tres en el Palacio de la Prensa) emiten contenidos culturales, información municipal (otro requisito para obtener la licencia) y publicidad.
Cada año pasan por Callao 113 millones de personas (es el lugar más transitado del país y el tercero de Europa), lo que permite cerrar contratos publicitarios con marcas como Movistar o Mercedes por cientos de miles de euros. Son tarifas entre un 15% y un 20% más baratas que las de Picadilly Circus (Londres) o Times Square (Nueva York), por donde pasan 350 millones de personas.
"El cine no da dinero"
Con ese dinero se está sufragando el lavado de cara de los cines Callao. El Palacio de la Prensa tendrá que esperar aún unos años, pero también hay planes de modernización que, en el mejor de los casos, pueden ampliar de tres a cinco sus salas. Las otras dos salas de la empresa, el Roxy A y el Victoria, tendrán que sobrevivir por su cuenta o desaparecer.
"El cine no da dinero", explica Baranowski. De las 1.500 butacas del Callao se vende apenas el 8%. "Tendrían que ser el triple para equilibrar el presupuesto, recordemos que allí trabajan 30 personas, incluidos ocho acomodadores". Tras más de 10 años de pérdidas, los dueños podrían haber vendido a El Corte Inglés el edificio, construido en 1926 (es cine desde el primer día) por Luis Gutiérrez Soto y que podría valer de 50 a 100 millones de euros.
Pero la empresa quiere mantenerlo y, con el dinero de la publicidad, convertirlo en un foco cultural. Para empezar, atrayendo los estrenos y actos publicitarios relacionados con el cine, que desde el ocaso de la Gran Vía se han trasladado al extrarradio. En 2010 albergaron cinco. Entre julio y diciembre, ya con las nuevas pantallas, 22, a razón de al menos 5.000 euros por acto (permisos municipales para usar la plaza aparte).
Ese dinero debe sufragar los planes esbozados con prudencia por Baranowski: en la terraza del edificio, donde en su momento hubo una pista de baile y un cine de verano, se quiere recuperar este último, además de alquilar el espacio para actos promocionales. El edificio adyacente, conocido como La Calesera y ahora vacío, se reformará para albergar una cafetería temática, una librería (posiblemente se mude allí Ocho y Medio, ahora en la calle de Martín de los Heros, según Baranowski) y, más adelante, hasta un club de estilo inglés para entretener a los famosos durante los estrenos.
Prevé además aprovechar las cerca de 1.500 plazas de aparcamiento que se construirán bajo el nuevo edificio en el solar del Banco Atlántico, al otro lado de la calle.
El final de una estirpe
Hace un año, Alfonso Pérez profetizaba: "Es un milagro que sigamos existiendo. Es el romanticismo de los dueños de los cines, que quieren mantener el encanto del pasado. Temo ser el último pintor de carteles; el último de una estirpe". Entonces tenía cuatro cines: ahora, tras la instalación de las nuevas pantallas, solo dos, Palafox y Roxy A. Inés Sánchez, su madre y la gestora del taller, se muestra sombría al teléfono: "He tenido que despedir a mi hermano, el rotulista, y seguramente tengamos que cerrar". Su esperanza es ahora recibir el encargo de decorar la cafetería temática proyectada en el Callao.
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