Las plazas no están para sentarse
Callao, Sol, Santa Bárbara, las últimas grandes plazas peatonales carecen de asientos, sombras o zonas verdes - El Ayuntamiento quita los bancos para evitar el 'botellón'
La Puerta del Sol parece un solárium. Es viernes, siete de la tarde. Decenas de turistas y madrileños que buscan un respiro para consultar sus mapas, aplaudir la música callejera o dejarse caer para ver la vida pasar, tienen que tirarse en el suelo o en el bordillo de las fuentes porque la Puerta del Sol, como la mayoría de las últimas zonas peatonalizadas, en las que se han invertido 15 millones de euros, no tiene bancos. Tampoco sombras. "Es un lugar de paso, no estancial", se justifican diferentes fuentes oficiales del Ayuntamiento de Madrid, pero los ciudadanos piden sentarse, refugiarse del calor y que las nuevas plazas no les alejen de vivir la calle.
A pocos metros, en la plaza de Callao, convertida en una árida explanada de 10.000 metros cuadrados de granito, se repite la escena. Seis sillas individuales permanecen ocupadas, mientras que a la sombra del único árbol se apelotona una decena de personas. También se aprietan los que se apoyan en las rejas de la boca de metro y en las escaleras del cine.
El Consistorio proyecta las plazas como zonas de paso sin mobiliario
"Estamos esperando a una amiga, queríamos un banco para sentarnos pero sólo hay cuatro sillas y ocupadas", lamentan las jóvenes Inés y Sara, recién llegadas de Galicia para conocer la ciudad. "Nunca están de más unos bancos, siempre acabo sentada en el suelo", dice Alba Serrano desde el pavimento, mientras fuma un cigarro con sus amigas.
El proyecto, ideado por el Ayuntamiento y financiado por el Gobierno central, incluía la plantación de 48 plataneros (ninguno está ubicado en la plaza) y la renovación del mobiliario urbano con nuevos bancos, pero Callao es un lugar de incesante tránsito y el Ayuntamiento no quiere que se obstaculice el paso con mobiliario urbano. Para desgracia de ancianos, embarazadas y todo tipo de personas con dificultades de movilidad. La falta de asientos es además una forma de combatir el botellón, según el Consistorio. De ahí que los nuevos bancos sean butacones individuales y aislados. Sobre la ausencia de árboles y plantas que den sombra, se repite el mismo argumento oficial: "No hay subsuelo suficiente".
Desde la céntrica Asociación de Vecinos Acibu, Jordi Gordon valora los "nuevos espacios peatonales hechos con cuentagotas", pero cree que no se proyectan a instancias de los vecinos, sino de los comerciantes. La asociación vecinal de Gordon presentó para la remodelación de la plaza de Soledad Torres Acosta una playa urbana y una alfombra de césped, pero el Ayuntamiento optó por una "plaza dura", sin zonas verdes ni sombras. "Sólo sirve para montar tenderetes, no favorece la convivencia, sino el comercio", lamenta Gordon. IU también pidió explicaciones al Gobierno de Alberto Ruiz-Gallardón sobre esta plaza, "con una zona infantil ridícula y unos bancos de granito que parecen ataúdes".
La calle de Fuencarral, recién peatonalizada con 10.000 metros cuadrados de granito, es otro de esos espacios que el Ayuntamiento considera de paso. Por eso, en ese tramo de 500 metros, sólo hay siete de esas sillas individuales. Es lo que Carlos de Riaño, coautor del proyecto del eje Prado-Recoletos, considera "un éxito comercial". El arquitecto no entra a valorar los bancos o el pavimento que él habría puesto, pero defiende el proyecto de Fuencarral, "una zona eminentemente comercial y una calle muy estrecha donde introducir material urbano es complicado". ¿Pero y quién no va a Fuencarral de compras?"Pues para la gente un poco mayor como yo... Muchas veces pienso en lo bien que me vendría encontrar, de vez en cuando, un asiento", comenta María Santamarta, de 74 años, agarrada del brazo de su marido.
"Hemos tenido que hacer malabares para darle de mamar al bebé", dice Nuria Menargues con su hijo aún enganchado a la teta. A la joven mamá se le ha echado encima la hora de comer del niño y ha buscado un banco. No había. "Se echan en falta zonas cómodas en la ciudad, me he tenido que meter en una tienda y he acabado comprando un pantalón, muerta de la vergüenza", cuenta con sorna.
"El nuevo Madrid es hostil, no hay nada. ¡No hay un solo lugar donde pararse y disfrutar un poco de la ciudad!", reivindica Eukene Goicoechea, de 24 años. "Además, donde sí hay bancos no son sitios que inviten a sentarte. Son monolíticos y para estar viendo hormigón... Lo que nos queda es la plaza de España o los jardines del palacio Real".
Estos asientos monolíticos son los que se han plantado en la nueva plaza de Santa Bárbara, los que algunos llaman "tumbas". Las obras de remodelación de esta zona, con una inversión de 3,8 millones de euros, no sólo acabaron con un templete de hace más de 60 años, una construcción única en el centro de Madrid, sino que también desaparecieron los jardines que lo circundaban, con una protección de nivel 4.
A cambio, 27 bancos o bloques de granito salpican la explanada. Gema Portoles es de las que prefiere hacer equilibrios en el férreo borde que enlatan las zonas verdes de la plaza antes que acomodarse en un bloque pétreo sin respaldo ni apoyabrazos. "He estado sentada un rato en el banco, pero es demasiado frío, no me gusta tanto lo minimalista, prefiero estar un poquito cerca del poco verde que hay", explica.
"Hay que tener en cuenta que son intervenciones delicadas que están cambiando el modelo de ciudad", explica Eduardo Delgado, profesor de la Escuela de Arquitectura de Madrid. "Pero es verdad que exigen algo más que una explanada, hace falta un diseño conceptualmente acorde a la peatonalización".
"No estamos tratando un espacio para el coche sino para el peatón, que requiere unos pavimentos próximos, por ejemplo tierras compactadas o granitos, pero combinados", opina el arquitecto Tito Alonso. "Hay propuestas muy interesantes y sobre todo de mobiliario urbano". "Muchas de las actuaciones se llevan a cabo donde el subsuelo no permite plantar árboles, que hay que recuperar junto a sistemas que den sombra, desde árboles a pérgolas", concluye el arquitecto.
El nuevo paisaje urbano que conquista espacio del vehículo privado para dárselo al peatón es la batalla que vecinos y arquitectos defienden. Pero ciudadanos como Manuel Cañedo, que se dirigió por carta a este periódico para quejarse del aspecto "desolador" de las nuevas zonas del centro, muestran su preocupación por la palpable tendencia comercial de los nuevos proyectos. "La tan esperada supresión del tráfico rodado ha dado paso a despejadas vías cuyo fin exclusivo es el consumo comercial voraz y no la vertebración del tejido urbano y social, ni el paseo demorado como se viene haciendo en Bilbao o en Sevilla", rezaba la carta.
"La peatonalización radical sin diagnóstico previo inicia un proceso de gentrificación", opina José Luis Vallejo, del estudio de arquitectura y urbanismo Ecosistema Urbano refiriéndose a las calles de Arenal, Fuencarral o Montera. Se refiere a la transformación con la que un barrio degradado se convierte en lugar de moda, que simplifica el tejido social, expulsando a los residentes y fomentando la instalación de una actividad comercial enfocada exclusivamente en el turista.
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