"Lo peor fue que mi novio estuviera delante"
Las cuatro mujeres atacadas por el violador del Parque del Oeste sufren terror e insomnio
Pasaba un cuchillo o una navaja por la cara o el cuerpo de la mujer a la que iba a violar. Hacía lo mismo con el hombre que la acompañaba y que veía, impotente, cómo su novia o su amiga era agredida. César U. Q. les gritaba, según mantiene la policía. Insultos feroces. Si se resistían, la navaja hacía sangre. Lo hizo al menos cuatro veces, en el parque del Oeste, en agosto y septiembre, delante de sus compinches. Cada 12 días.
Anteayer, César, que sólo tiene 18 años, fue encarcelado.
"Los españoles me han hecho mucho daño, y quiero vengarme", decía el acusado
"No quiero que me vean la cara", le dijo una de las víctimas a la asociación de ayuda
Mientras, sus cuatro víctimas no duermen, no se concentran, están aterradas. No salen a la calle. "No quiero que me vean la cara", dijo una de ellas en la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, que les da tratamiento con dos psicólogas. "Estoy contenta pero humillada", confesó otra al conocer la detención. "Lo peor fue que mi novio estuviera delante", musitó una más. Son chicas de entre 17 y 24 años, que buscaban la tranquilidad del parque, la oscuridad, para estar con sus novios o sus amigos. Pero César y sus compinches se cruzaron en su camino.
Al difundirse la noticia otras mujeres en tratamiento en la asociación reconocieron su propio caso en el modus operandi del acusado. Más víctimas para un presunto violador en serie. Ahora las jóvenes comienzan su preparación para el juicio y la rueda de reconocimiento. "Es un momento muy duro para ellas", explica Tina Alarcón, la presidenta de la asociación. "Tendrán que enfrentarse a su agresor en el juicio y nosotros esperamos que para ese momento estén más fuertes, ahora no lo están". En agosto, la asociación atendió a 28 personas, generalmente derivadas de denuncias policiales o de servicios sociales, todas víctimas de agresiones sexuales, con penetración anal, bucal o vaginal. En 2006 atendieron a 250 mujeres. En 2007, la cifra, cuando quedan más de tres meses para que acabe el año, alcanza las 230 víctimas.
"Tienen interiorizada una terrible sensación de humillación y no logran ver que ellas no han hecho nada malo, sienten una extraña culpa de no haber sabido evitarlo. Se sienten sucias, manchadas", dice Tina Alarcón. El daño persistirá, asegura el psiquiatra Enrique García Bernardo, jefe de servicio del hospital Gregorio Marañón. Sufrirán dificultades en relaciones personales y sexuales futuras y una fuerte sensación de miedo a salir a la calle o a volver al mismo lugar.
El novio de una de las chicas dijo a la policía que quería suicidarse. También los acompañantes están en tratamiento. Los hombres que fueron obligados a observar los abusos, padecerán, según el médico, "una horrible y enorme sensación de culpa por no haber sido capaces de actuar para defender a sus novias, por no haber podido hacer nada. El suceso supondrá para ambos fuertes daños morales y, probablemente repercuta en su relación y en sus relaciones futuras".
La policía describe a César, un boliviano que lleva 10 años en España como frío y calculador. Tiene una mirada muy profunda. Actuaba cada 12 días, con una cadencia exacta. El sábado fue detenido junto con sus ocho compinches, acusado de cuatro violaciones, 11 atracos, dos delitos de lesiones y un hurto.
La primera violación de la que está acusado se produjo el 16 de agosto. César y sus colegas se reunían en un parque de la calle del General Fanjul, en Aluche. Desde allí, con navajas y cuchillos en el bolsillo, se marchaban al parque del Oeste. Actuaban entre las nueve de la noche y las dos de la madrugada. Sus víctimas siempre eran parejas jóvenes, menores de 26 años, españoles. "Los españoles me han hecho mucho daño y me quiero vengar de ellos", no dejaba de decir el principal acusado a sus víctimas.
Elegían siempre la zona próxima del intercambiador de Moncloa, parajes con poco tránsito. El objetivo, parejas sentadas en bancos solitarios o tumbadas en el césped en lugares oscuros de difícil acceso. Junto a él, siempre iban cinco o seis compañeros que insultaban a sus víctimas. "Provocaban terror", describió la responsable del Servicio de Atención a la Mujer (SAM) de la policía, la inspectora Elena Palacios. El principal acusado cogía a la chica y se la llevaba a un lugar más reservado. En alguna ocasión obligaba al compañero a que presenciara la violación. En otras, el hombre se quedaba con los compinches mientras César violaba a la mujer bucal y vaginalmente. Le gritaba cosas terribles, como "mal parida" o "cara de verga".
En todos los casos hubo robo. Se apoderaban de dinero, tarjetas de crédito y móviles, según fuentes policiales. En alguna ocasión, los asaltantes retuvieron a la pareja, mientras César iba a un cajero automático cercano y sacaba dinero. Les habían obligado a que les diera el número de la tarjeta. "Tanto el hombre como la mujer lo pasaban muy mal. Muchos están siendo atendidos por psicólogos porque temían por su vida. Pensaban que les iba a matar", explicó Palacios.
Los últimos asaltos se produjeron los pasados jueves y viernes, pese a que la policía ya vigilaba la zona. Abordaron a sendas parejas, que se enfrentaron a César y forcejearon con él. Éste les hizo cortes en los antebrazos y las manos. "La violencia que utilizaba el detenido ha ido en aumento según avanzaban sus actos. Cada vez era más agresivo", explicó Palacios.
La policía detuvo a todo el grupo el sábado 22 en Aluche, salvo a César, que le arrestó cuando iba a casa de sus padres, en Tetuán. Los agentes contaban con su retrato y además habían seguido sus pistas a través de los objetos que había ido sustrayendo, entre ellos los teléfonos móviles. Eso les permitió situar a los nueve integrantes del grupo, entre los que había una mujer, Los agentes realizaron seis registros en sus domicilios, donde recuperaron parte de los objetos robados. El titular del juzgado de instrucción 15 ordenó el ingreso en prisión sin fianza de cuatro de los arrestados. Los otros cinco quedaron libres con cargos.
FRIO Y CALCULADOR, 18 AÑOS
César U. Q., de 18 años, es boliviano y vive en España desde hace una década. No tiene trabajo, ni domicilio fijo.Acariciaba con un cuchillo o una navaja la cara y el cuerpo de las mujeres que violó y de los hombres que iban con ellas. Les insultaba y amenazaba a gritos ante sus compinches.La banda, ocho hombres y una mujer, se reunía en Aluche. Desde allí iban al parque del Oeste.César tiene "una mirada muy profunda, aspecto serio, es frío", dice la policía. Parece muy calculador.A veces, retenía a las parejas para sacar su dinero de un cajero cercano. Les obligaba a darle el número secreto.
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