Las obras del futuro estadio del Atlético se retrasan un año más
El club rojiblanco paraliza el traslado al abandonado Estadio Olímpico
La Peineta fue inaugurada el 6 de septiembre de 1994 por todo lo alto. Unos 21.000 espectadores, más de la mitad invitados, contemplaron la mejor reunión de atletas que jamás se había celebrado en Madrid. Irina Privalova, Javier Sotomayor, Frank Fredericks y Mike Powell, lo no va más, estrenaron el complejo con Els Comediants de teloneros de lujo. Con el éxito de los Juegos de Barcelona 92 todavía reciente, Madrid se subía así a la ola olímpica y dejaba sola a Tirana como la única capital europea sin estadio para la práctica del atletismo y otros deportes. "Era una vergüenza que Madrid no tuviera unas instalaciones de categoría", decía Jaime Lissavetzky, actual secretario de Estado para el Deporte y entonces consejero de Educación de la Comunidad de Madrid. "A pesar de los agoreros, Madrid ya tiene el estadio que merecía", proclamaba José María Odriozola, presidente de la Federación de Atletismo, en alusión a la guerra de cifras entre el PSOE y el PP.
"Somos una víctima más de la burbuja inmobiliaria", alega un dirigente
El presidente rojiblanco aseguró que las obras arrancarían ahora
Mientras el Gobierno socialista de Joaquín Leguina cifraba las obras en 7.500 millones de las antiguas pesetas (45 millones de euros), la oposición subía el precio hasta los 10.000 millones (60 millones de euros). Casi 20 años después, La Peineta, "uno de los mejores estadios de Europa" según la piropeó el propio Sotomayor, es un páramo abandonado. Un monumento al deporte infrautilizado. Los continuos retrasos en la remodelación de la futura casa del Atlético, paralizada al menos otro año, acentúan el drama. "Se supone que tendrían que haber empezado hace dos años, pero la crisis económica nos pilló a todos por sorpresa... Somos una víctima más de la burbuja inmobiliaria, pero estamos tranquilos, más pronto que tarde construiremos un estadio que será un referente en todo el mundo", alega Emilio Gutiérrez, responsable de marketing del club y mano derecha del consejero delegado y principal accionista, Miguel Ángel Gil Marín.
Desde que el Atlético y el Ayuntamiento firmaron en diciembre de 2008 el convenio para la mudanza de la escuadra del Manzanares al barrio de San Blas se ha anunciado a bombo y platillo el comienzo de las obras en La Peineta en infinidad de ocasiones. Desde el principio los pronósticos del presidente del equipo, Enrique Cerezo, y del alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, no pudieron ser más erróneos: "Se iniciarán en seis meses y se concluirán en tres años". Unos meses antes el regidor ya lanzó otra frase para las hemerotecas: "El Atlético jugará en la Peineta a partir de 2010". Aunque quizás el momento más surrealista fue cuando otra vez Cerezo aseguró, en julio de 2009, que los trabajos estaban en marcha. "Las obras del nuevo estadio ya han empezado y acabarán en 2013. Será una de las joyas de la corona, un estadio formidable que será utilizado por una entidad de la fuerza y el prestigio del Atlético", vendió el empresario del celuloide. Más de lo mismo. La hierba seguía (y sigue) campando a sus anchas.
Aun así Gil Marín, en septiembre de 2009, negaba las evidencias y se comprometía en público, en El Larguero de la Cadena Ser, en invitar a cenar a Valentín Benito, de la Federación de Peñas, si los trabajos no se iniciaban en enero de 2010. La velada nunca se produjo. Las demoras y los precedentes no desanimaron al hijo de Jesús Gil, que ya en febrero de 2011 aseguró una vez más en el programa de José Ramón de la Morena que las obras arrancarían en marzo: "El Atlético cerró con la empresa constructora la venta de los aprovechamientos derivados del ámbito Mahou-Calderón, es decir, lo que se puede construir en esa parcela. Los tiempos los ponen las Administraciones Públicas, pero lo razonable es que, al estar cerrado el precio, proyecto y compraventa de aprovechamientos, en marzo comiencen las máquinas a trabajar. Si no llámenme mentiroso". La semana pasada el club reconoció la demora en los plazos, incluida la demolición del campo y el soterramiento de la M-30.
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