Una niña madrileña en Irak
Sara, de ocho años, permanece en Basora con su padre, de nacionalidad iraquí, sin permiso de su madre, que reside en Galapagar
Sara es una niña de ocho años, guapa y sonriente, de ojos enormes y claros, que mira de frente en las fotos que su madre guarda junto a su cama. La mujer está deshecha, porque Sara vive ahora en Basora, en el centro del avispero iraquí, entre el fuego cruzado de chiíes y suníes, desde que su padre, Abbas Alí Hussain, se la llevó allá sin el permiso de su madre a principios del pasado septiembre.
"Me siento engañada, defraudada, enloquecida, y mi único deseo es volver a ver a mi hija". Leticia Moracho, de 49 años, fuma sin parar a la espera de que la Administración española reaccione, rezando por un milagro que le devuelva a su hija Sara. Su pesadilla comenzó con el engaño de Alí: "Era educado, tranquilo, pero ahora veo que tiene una doble personalidad. ¿Cómo iba a imaginar que haría esto tras 16 años de convivencia?".
"Me siento defraudada, enloquecida, y mi único deseo es volver a ver a mi hija"
El verano pasado, Leticia había decidido que Alí, su pareja de hecho, debía de dejar su casa, "porque se deterioró la relación, porque no aportaba nada al hogar, tantas cosas...". Él reaccionó con aparente tranquilidad, por lo que el 1 de septiembre quedaron para cenar en la Plaza Mayor para entregarle a Sara el fin de semana, dos días que se han hecho meses para esta mujer, que no la ha vuelto a ver.
Cuando Leticia vio que Alí no respondía al teléfono, se inquietó, ya que había descubierto que antes de dejar la casa su ex pareja se había llevado las fotos en las que aparecía él y el libro de familia. Pero para entonces la treta del padre de Sara ya estaba cumplida.
Alí había sacado a la niña de España hacia Irak vía Damasco. En un principio, Alí llamó a Leticia y la convenció para que retirara la denuncia que había interpuesto -"dijo que volvería en un mes, que quería que Sara conociera a su familia y que si me lo hubiera dicho yo no le habría dejado hacerlo, y yo, tonta de mí, la retiré", recuerda la madre con amargura-, pero al cumplirse el tiempo, la niña no apareció de vuelta. El contacto con el padre, y su aparente docilidad, se han convertido en silencio y rebeldía desde que la Embajada española en Bagdad se puso en contacto con Alí para que les llevara a la niña a la capital iraquí para repatriarla, cosa que no hizo.
Desde entonces, Leticia no sabe nada de su hija y reclama la atención del Gobierno y los jueces para resolver la situación. Las quejas de la madre se dirigen en varios frentes. "Primero, ¿cómo salió Sara del país si es menor, española y no tenía pasaporte iraquí?", se pregunta ella. "¿Por qué no le impidieron pasar el control de Barajas?, ¿qué dice Interior de esto?". Su hipótesis es que, en connivencia con el embajador iraquí en España (Alí había trabajado en el servicio consular de la legación), el hombre habría logrado inscribir a la niña en su pasaporte sólo con apellidos iraquíes. Leticia clama contra el embajador "porque conocía a la niña, que iba al colegio iraquí en Conde de Orgaz, y sabía que era española". Asegura que no pudo salir del país como española, porque entonces hubiera necesitado un visado para Irak, documento que a ella misma le han denegado dada la anarquía que vive la zona.
En segundo lugar, la madre angustiada pide que los trámites judiciales se agilicen para poder emitir una orden internacional de busca y captura contra Alí. "Del juzgado de Collado-Villalba han remitido el asunto a plaza de Castilla [los juzgados de instrucción de la capital], pero todavía, a fecha de hoy, no han asignado la causa a un juez concreto. Es alucinante", se desespera. "En Exteriores dicen que hay que actuar rápido para evitar que la niña coja arraigo en Irak, porque entonces sería más difícil traerla", continúa.
La historia de Leticia, cortada con el patrón de otras parejas mixtas fracasadas que terminan con el secuestro de los hijos, es especialmente peliaguda por el país al que el padre ha llevado a Sara. Leticia asegura que en la Embajada española en Irak le han dicho que "no pueden salir del recinto de Bagdad por el riesgo que hay". "Y yo me pregunto: ¿para qué sirve que tengamos allí un embajador si no es para proteger a los pocos españoles que hay?", replica. Leticia, que asegura haber escrito dos cartas al presidente del Gobierno y al Rey, sin obtener respuesta, se encuentra desamparada: "Se me junta todo..., la impotencia, la tristeza y el miedo", agrega.
Sara es, según cuenta su madre, "una niña muy abierta", a la que le encanta los libros. "Fíjate que aprendió a leer sola, a los dos años; es muy lista", afirma. Una de las pocas veces que Sara cogió el teléfono en Basora antes de que Alí lo diera de baja, "por un despiste del padre, que estaba en la ducha", la cría le dijo a su madre: "¡Mami, ven! Es que no sé irme sola de aquí".
Leticia dice que nunca cejará en su búsqueda, "como en la película, en No sin mi hija". En su desesperación se imagina contratando a un mercenario que saque a la niña de Irak, "porque en cualquier momento estallará la guerra civil". Hasta ha intentado que el Reino Unido se interese por la suerte de Sara dado que sus soldados ocupan Basora y la abuela española de la niña estuvo casada con un inglés. También han llamado a la puerta del Ejército estadounidense, sin resultado.
Así las cosas, los días de Leticia son un tormento, pero las noches tampoco son descanso porque Sara acostumbraba a dormir con su madre y el vacío es más evidente. Le falta la calidez de Sara a su lado. Bueno, no del todo, porque Leticia duerme agarrada al osito de su hija y con el gato que ella cuidaba. Sara cumplirá los nueve años el próximo día 29, este año sin piñata, lejos de la casa de su familia en Galapagar.
Sus quejas y sugerencias en lectores.madrid@elpais.es
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