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Reportaje:

La huella de Tierno en las calles de Madrid

Varios de los proyectos llevados a cabo por el alcalde socialista siguen vigentes 25 años después

"Rockeros: el que no esté colocado que se coloque, y al loro". Resulta fácil tirar de tópico cuando se recuerda la figura de Enrique Tierno Galván. Lo más socorrido es recurrir a aquella célebre frase pronunciada en un concierto en 1984, en pleno auge de la movida. Era el alcalde enrollao, el que conectaba con los nuevos tiempos a pesar de ser llamado Viejo Profesor.

Quedan otros momentos que todos recuerdan, o han visto en decenas de ocasiones: la célebre fotografía con Susana Estrada, en la que la actriz, una de las musas del destape, aparece enseñando un pecho (el profesor, que todavía no era alcalde, se limitó a pronunciar: "No vaya usted a enfriarse"); el recibimiento a Juan Pablo II, en 1982, y su conversación en latín; los patos que soltó por primera vez (fueron 25, y el alcalde no se fiaba de que alguno no acabara muerto a pedradas o en la olla de algún avispado); su entierro, en fin, casi la última demostración multitudinaria de cariño a un político que se ha vivido en Madrid.

En 1980 limitó el tráfico en varios barrios de la almendra central
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Más allá de la anécdota facilona, hay que recordar que Enrique Tierno Galván fue alcalde de Madrid de 1979 a 1986. Y que contribuyó con sus proyectos a renovar una ciudad que en algunos aspectos continuaba siendo un poblachón manchego, según sus detractores.

Casi por lo que más se le recuerda es por lo que quitó. En 1985 empezó a retirarse el scalextric de Atocha, inaugurado por Carlos Arias Navarro, cuando este era alcalde de Madrid, en 1968, para reducir los atascos en la glorieta de Carlos V. La supresión de la mole de cemento se encuadró en una operación que incluyó la remodelación de la estación de Atocha, encargada al arquitecto Rafael Moneo y que duró varios años.

La mayoría de la gente ya no se acordará, pero el estacionamiento regulado en las calles de Madrid también llegó con el Viejo Profesor. Como afirmaba Tierno en uno de sus bandos ("si consideramos el descuido, si no malicia, con que muchos vecinos dejan coches y carricoches en el lugar que mejor les peta"), la solución al caos de aparcamiento en la almendra central de la ciudad solo podía llegar con una Operación de Regulación de Aparcamiento (ORA), que empezó a aplicarse en 1982. Un recurso de un conductor logró que la Audiencia de Madrid la declarara ilegal, aunque más tarde el Supremo dio la razón al Ayuntamiento. Casi 30 años más tarde, con otro nombre (SER) y varias protestas de por medio, los madrileños siguen apoquinando por aparcar en varias zonas de la capital.

También relacionado con el tráfico y la movilidad, el Consistorio aprobó en 1980 la absorción, por parte de la EMT, de 21 líneas de autobuses que estaban en manos de empresas privadas. La primera que volvió a manos municipales, seguro que más de uno la recordará, fue la P-17, que cubría el trayecto entre Embajadores y el centro de la ciudad.

El bonobus, que permite montar en metro y autobús con un solo billete, fue un invento que se puso en marcha en 1979, ya con Tierno como regidor, aunque por entonces las tarifas de los transportes públicos en Madrid las marcaba el Gobierno Civil. Entonces 10 viajes salían por 120 pesetas.

El alcalde socialista también se atrevió a limitar el tráfico en el centro de la ciudad. En noviembre de 1980 limitó el aparcamiento de vehículos en los barrios de Justicia, Universidad, Palacio, Sol, Recoletos, Goya, Arapiles y Trafalgar a los residentes, que debían tener visible una tarjeta justificativa, y a aquellos que pagaran 15 pesetas por cada media hora de estacionamiento, hasta un máximo de una hora y media.

Tierno consiguió asimismo la recuperación del Manzanares. En realidad, la suelta de patos en el río fue la cara visible de un ambicioso Plan de Saneamiento Integral que incluía la construcción de cientos de kilómetros de colectores bajo tierra para recoger las aguas residuales y tratarlas en siete plantas depuradoras de nueva construcción. Entonces, el Manzanares ("una verdadera cloaca", según dijo un directivo del Instituto Nacional del Agua en 1984) vertía, tras su paso por Madrid, 16 metros cúbicos por segundo de aguas fétidas al Tajo. La intención, nunca conseguida, del entonces alcalde es que el Manzanares y el Jarama fueran navegables hasta Aranjuez "en barca de fondo plano". Quizá para el próximo milenio.

El 3 de febrero de 1984, el alcalde inauguraba el Tanatorio de la M-30, definido entonces como una construcción vanguardista "para desdramatizar el dramático hecho de la muerte". El complejo fue diseñado por Antonio Fernández Alba, premio Nacional de Arquitectura. En sus instalaciones se ofertaba una gama de 11 modelos de féretros que costaban entre 55.000 y 200.000 pesetas.

Más amable fue la inauguración, en noviembre de 1982, de Mercamadrid, un proyecto que contaba con 10 años de estudios pero que le tocó presentar al Viejo Profesor. El macrocentro se abrió con el mercado de pescados. Un par de meses más tarde llegaría el de frutas y hortalizas, que traería como consecuencia el cierre del mercado de Legazpi.

Tierno también reformó durante su mandato varios mercados municipales, como los de Barceló, Vallehermoso, Chamartín, Canillas y Tirso de Molina.

Los recintos feriales de Ifema, inaugurados en diciembre de 1991 con José María Álvarez del Manzano como regidor, partieron de un proyecto desarrollado en gran medida por Tierno, como se encargó de recordar, en presencia del Rey, que asistió a la apertura oficial, el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Legina.

El 15 de febrero de 1980, tras un paréntesis de 44 años, volvían a Madrid los carnavales, tras un acuerdo entre el entonces Gobierno Civil y el Ayuntamiento ya presidido por Tierno. Julio Caro Baroja fue el encargado de leer el pregón. Como curiosidad, durante estos primeros carnavales estuvo prohibido utilizar objetos que cubrieran la cara. El alcalde también potenció las fiestas de San Isidro y la Paloma, y fue el promotor de la cita cultural de los Veranos de la Villa, que ya va por su 25ª edición.

En el haber de Tierno Galván figura la construcción de la plaza de Dalí (así conocida por mucha gente, aunque el nombre oficial sea de Felipe II). Se terminó con el alcalde ya fallecido, pero el proyecto tomó forma definitiva en 1985. El diseño de la nueva plaza contó con la aprobación del propio pintor, que estampó su firma en el boceto que le presentó el Ayuntamiento. Parece que la relación entre el genio de Figueras y el Viejo Profesor fue excelente. En la inauguración de la campaña Viva Gala, en mayo de ese mismo año, Dalí agradeció la presencia de Tierno y le regaló un bastón que había pertenecido a Víctor Hugo.

Durante el mandato de Tierno Galván también se produjo una recuperación parcial del cuartel del Conde Duque, que recibió la biblioteca y la hemeroteca municipales. La intención del Consistorio socialista era convertir el Conde Duque en el centro cultural más importante de la ciudad.

Quedan en la ciudad otros proyectos desarrollados durante los años en que gobernó el Viejo Profesor. Uno de ellos, el parque que lleva su nombre, en el que está instalado también el Planetario, inaugurado tras su muerte, aunque la idea de un edificio para ver las estrellas se la trajo Tierno de una visita a Alemania. También otros parques permanecen desde su mandato: el de Pradolongo, el de Roma, la Quinta de los Molinos.

La Puerta del Sol fue igualmente remodelada siendo Tierno Galván alcalde (todavía debía sufrir más cambios con posterioridad, y los que le quedan). El regidor también estrenó bulevares en las calles de Juan Bravo y Ferrocarril.

Aunque no todo fueron promesas cumplidas. Sirve como ejemplo La Vaguada, en el barrio del Pilar. Durante la primera campaña de Tierno Galván al Ayuntamiento, el PSOE prometió que La Vaguada se convertiría en una zona verde. La adjudicación luego de parte de los terrenos para crear un centro comercial, que allí sigue, tuvo como respuesta una amplia protesta de los vecinos.

Hubo además logros de otro tipo. El alcalde que le sustituyó, el ahora senador socialista Juan Barranco, recordaba esta semana el interés de Tierno Galván por acercar a los madrileños a la política municipal. Por eso alentó a la participación de los vecinos en las juntas de distrito, e incluso les dio voz en los solemnes plenos municipales en los que hasta entonces solo hablaban los políticos.

Enrique Tierno Galván posa con uno de sus célebre bandos.
Enrique Tierno Galván posa con uno de sus célebre bandos.JORDI SOCÍAS

Diccionario urbano

Enrique Tierno Galván vertió su espíritu más cultivado y socarrón en una veintena de bandos que escribió a pluma para afear a los madrileños "su falta de civismo" o solicitarles, con ocasión de citas internacionales como Fitur o el Mundial de fútbol de 1982, que se esforzaran "en el acrecentamiento, belleza y pulcritud urbana". Sus bandos rococó crearon un estilo singular que él achacaba a los campesinos castellanos: "Más que buscar la sonrisa, lo que yo hago es pedagogía. Eludo los galicismos y anglicismos tan frecuentes y procuro utilizar un buen castellano, sin arcaísmos. A mí me gusta el sabor rústico del idioma y por eso el lenguaje de mis bandos es el de los labradores sorianos", explicó en alguna ocasión.

Tierno dedicó el grueso de sus bandos a reivindicar las buenas maneras ciudadanas -"una de las mayores preocupaciones que atosigan a esta alcaldía es la educación cívica", decía-. Quería vecinos limpios, cuidadosos, poco estruendosos, atentos con el visitante y cultos -también les exhortaba a ir al teatro-. Y todo ello a sabiendas de que "es notorio y de común conocimiento que los vecinos de esta Villa suelen hacer oídos de mercader a las advertencias y admoniciones del Alcalde".

Extrayendo algunas frases de los textos de sus bandos, se puede confeccionar un diccionario urbano que resume su visión de la ciudad.

- Atasco. Desmedido número de carruajes en movimiento.

- Calles peatonales. Calles de solo andar donde los vecinos en honesta ociosidad disfrutan de tertulias, corros y mentideros.

- Carteles. Anuncian establecimientos y mercancías de diferentes clases, así como espectáculos jocosos o de otra índole o intención. Se fijan de modo arbitrario y sin respeto a la ley, tanto individuos como colectividades, para propagar sus actos o anunciar sus intenciones.

- Coche. Señal de valer, pompa y boato, grandísimo sustento para el orgullo y pavoneo de sus propietarios.

- Cortesía. Merced a la cual conservamos viejas amistades, ganamos nuevas, hacemos de los extraños propios y no pocas veces de los hostiles enemigos amigos de apego y fiar.

- Fútbol. Once diestros y aventajados atletas compiten en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica, con el afán, a veces desmesurado, de introducirla en el lugar solícitamente guardado por otra cuadrilla de once atletas, y viceversa.

- Gasolina. Líquido energético cada día más costoso cuyo gasto inmoderado y superfluo hay que disminuir.

- Grúa. Sagaz industria que permite transportar un coche a cuestas de otro. Con aplicación de este ingenioso método que los madrileños odian, se retirarán de la vía pública, con implacable rigor, cuantos medios mecánicos de traslación y transporte estorben el ordenado transcurrir.

- Madrileño. Son ciudadanos simpáticos y alegres, aficionados al buen vivir y al poco preocuparse, y si no fuera por las multas no habría forma de que dejaran de ensuciar las paredes o de tirar papeles. Es dado al descuido y a la holganza.

- Motocicleta. Máquinas de correr que jóvenes sin escrúpulos, que gustan de ostentar prepotencia y mostrarse ante sí mismos y los demás superiores a cualquier norma y acatamiento, vociferan con estruendo.

JUAN A. CARBAJO

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