Un grafitero de museo
'Suso33' sigue pintando en la calle a la vez que expone en prestigiosas galerías
"No quiero desvelar cuál es mi apellido. Es el que me pusieron. Sin embargo, Suso33 es el que yo he elegido". Unos segundos de reflexión: "Uy, ha sonado fatal: igual mis padres se enfadan". Suso está paseando por su actual barrio, el Alto de Extremadura, en el distrito de Latina. En un solar se ven unas siluetas negras pintadas sobre las paredes. Una verja de metro y medio de alto no deja acceder al solar. Es evidente que quien ha dibujado las siluetas ha tenido que sortear el obstáculo. "Las he pintado yo", suelta Suso como si tal cosa. "Claro, tuve que saltar", dice, y continúa andando en dirección a su estudio.
Vamos camino del cuartel general del considerado mejor grafitero del mundo, del reciente Premio Nacional de Videoarte en Photoespaña, de un artista que ha expuesto en el Museo Thyssen, en el Reina Sofía, en espacios de arte de Shanghai, Berlín, Arco, La noche en blanco. Y próximamente en la Tate Modern de Londres... y en las aceras, solo por la necesidad de ejercer de artista callejero. "¿Mi último grafiti en Madrid? Hace unos días por Atocha", informa Suso, que no pasa semana en la que no coja su mochila y sus botes de pintura y acuda a decorar tapias y rincones de la ciudad. Cien trabajos suyos adornan las paredes de Madrid.
Grupos de rap le citan en sus rimas como una gran influencia
Estamos en su estudio. Nada más entrar se ven sprays de pintura. De color amarillo, verde, azul, rojo... La parte de la derecha está ocupada por unos armarios. Si se abren, más botes de pintura. A la izquierda, ¿lo adivinan?, más sprays. En el pequeño equipo de música suena hip-hop español. Suso, que ha diseñado portadas de discos, es tan importante en el movimiento rapero español que este estilo sería poca cosa sin su aportación.
La nave-estudio cuenta con 150 metros cuadros. Abajo se encuentra su casa, otros 150 metros cuadrados. Suso vive solo. "No tengo horario de trabajo porque estoy todo el día trabajando. Siempre antepongo el trabajo. Es una pasión y, como tal, es enfermiza. Pasión no es sinónimo de bonito, sino de sufrimiento y agotamiento. Pero es lo que me hace sentir vivo", explica este madrileño de 37 años, que se define como un "creador". Comenzó pintando grafitis (actividad que sigue cultivando), pero ha ampliado su campo de acción: performance, videoarte, murales, pinturas, happening donde el espectador participa...
Para desarrollar su faceta de grafitero considera que la actual crisis económica le ha venido bien: "Se están cerrando muchos locales, que se tapian. Son nuevos espacios muy aprovechables".
Se defiende de los que atacan a su colectivo llamándoles vándalos: "No hago daño, no altero el entorno. Son casas tapiadas, locales cerrados que cuando se tiren abajo desaparece el grafiti". Su filosofía es la siguiente: lo importante es el proceso, la acción, no el resultado. A pesar de que se expone a una multa (de varios miles de euros), reconoce que existe un código entre grafiteros y policías. "Hay un diálogo, les demuestro que no hago ningún daño y no pasa nada. Incluso un día un policía me pidió un autógrafo". Considera que es lógico que los centros de arte importantes acojan su trabajo: "Los grafiteros somos pensamiento y cultura popular. Y la labor de los museos es proteger el conocimiento".
Suso es ambidiestro y lo aprovecha a la hora de pintar. Es un espectáculo verle en una de sus acciones, con un spray de pintura y moviendo el cuerpo al ritmo de la música. Se le ilumina el rostro cuando habla de grupos de rap español, como 7 Notas 7 Colores, Frank T, Jotamayúscula, Zenit, Hermano L... Muchos de ellos le citan en sus rimas, como una gran influencia. Incluso sus padres, muy refractarios cuando empezó, visitan sus exposiciones: "Ahora ven que los colegios organizan excursiones para ver mis trabajos". He aquí un grafitero de museo.
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