Una década de cirugía urbana
Madrid ha sufrido una de sus mayores transformaciones en los últimos diez años
Esta ciudad ya no es lo que era. La movida de los ochenta dejó paso a los estériles noventa. Se acabó aquello de la cultura en la calle, pero las calles seguían igual. La última década, que comenzó con el cambio de siglo, trajo por fin la revolución urbana. Para bien o para mal, Madrid ha sufrido una de las mayores transformaciones de su historia. En sólo 10 años, el paisaje de la capital está irreconocible. Comenzó con las perforaciones el anterior alcalde, José María Álvarez del Manzano, y cogió el testigo, un tanto hiperactivo, el actual regidor, Alberto Ruiz-Gallardón. A este nuevo escenario se han sumado unos 300.000 vecinos. Ya somos 3.273.000.
Los 200 kilómetros de metro que el alcalde perforó como presidente de la Comunidad quizá le abrieron el apetito. Desde 2003 ha soterrado la M-30, la calle de O'Donnell y Santa María de la Cabeza, o ha vaciado de todas las entrañas la céntrica y vital calle de Serrano para construir aparcamientos subterráneos. Mucho ruido, y en algunos casos, no tantas nueces, piensan algunos vecinos.
Otros, como los de Arganzuela o la avenida del Manzanares, pueden abrir la ventana de su casa y respirar un aire que no huele a tubo de escape. Un total de 250 hectáreas de jardines están empezando a cubrir ya la antigua M-30, cuya reforma costó unos 5.000 millones y que, entre otras cosas, ha mejorado el tráfico.
Pero lo peatonal, en algunos casos, ha dejado paso sólo a cemento. Es el caso de la remodelación de plazas como Callao (3.500 metros cuadrados), Sol o Soledad Torres Acosta. La estética recuerda más a una pista de aterrizaje que a una plaza pública. Pero ya no hay coches en ninguna. Ni ahí ni en el nuevo eje peatonal que ha surgido desde Alcalá hasta Ópera, con las intersecciones de Montera, Preciados y, recientemente, también Fuencarral.
Y pese a que el interés parece estar en la zona centro, también ha cambiado el paisaje de la periferia. Porque han surgido nuevos barrios (como Sanchinarro, o los ensanches de Vallecas o Carabanchel...). Algunos, desarrollos del tamaño de ciudades como Salamanca, pero sólo en extensión, porque hoy andan despoblados.
Dos intentos olímpicos han dejado una ciudad preparada para unos Juegos y sin la gracia de organizarlos. Ahí están la Caja Mágica (170 millones de euros) o un estadio olímpico que acabará siendo la casa del Atlético.
Y siempre regida por el fútbol, al norte quedarán para siempre las cuatro marcas del pelotazo de la ciudad deportiva del Real Madrid. Cuatro inmensos rascacielos que recordarán para los restos las épocas de las recalificaciones.
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