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El ambulatorio fantasma

El centro de especialidades privatizado en Argüelles lleva un mes sin pacientes

La quinta planta del centro de especialidades de Argüelles, en la calle de Quintana, parece el escenario de una película de miedo. En la penumbra se adivinan las sillas de la sala de espera. A los lados, dos pasillos solitarios que conducen a puertas cerradas. Al fondo, una mujer con bata blanca lee un libro sobre un escritorio. "Esto es lo que llevamos días haciendo", se limita a decir mientras se encoge de hombros.

Trabaja en un centro sanitario sin pacientes. Desde el 1 de enero, cuando el ambulatorio pasó a depender de la multinacional sueca Capio como consecuencia del acuerdo secreto entre la Comunidad de Madrid y la empresa suscrito en 2006, más de un centenar de trabajadores de la sanidad pública -médicos, enfermeros, auxiliares, fisioterapeutas o celadores- se han quedado sin nadie a quien atender. Y ahí están, mano sobre mano.

Sanidad cedió la gestión del centro a la empresa Capio el 1 de enero
Aunque no hay enfermos, los empleados siguen yendo a trabajar

Los enfermos se derivaron en diciembre al hospital Puerta de Hierro o a la Fundación Jiménez Díaz (también de Capio). Desde el 19 de ese mes no se ha dado ni una cita nueva en este centro de especialidades, que dependía del Puerta de Hierro. Algunos de sus trabajadores han decidido marcharse al hospital. Los que se quedan siguen siendo empleados del Servicio Madrileño de Salud (Sermas), pero trabajan a las órdenes de Capio. "Aquí quedamos unos pocos, pero no tenemos nada que hacer. Y, lo más importante, nadie nos da información sobre qué va a pasar", explica una enfermera de la tercera planta. "Yo hasta me he cogido dos libros de la biblioteca", tercia una celadora. "Hoy no sabemos decir quién nos va a pagar este mes", añaden.

Por el momento, en el centro sólo funciona el servicio de atención primaria, en la sexta planta, y el de salud mental, en la séptima. Este último, a "medio gas", dicen dos empleadas, debido a que parte de los pacientes fueron derivados después de que a una de las psiquiatras se le acabara el contrato. Desde hace unos días ha empezado a funcionar también el servicio de rayos.

"Para el resto, las agendas están bloqueadas. No se pueden dar citas hasta que Capio se haga cargo de la situación", señala una médica en su despacho, en el que resisten una mesa y unas pocas sillas. No sólo han desaparecido los pacientes. También parte del mobiliario. "Faltan sillas, mesas, algunas camillas, archivos; se han llevado de todo", cuentan varias auxiliares.

Es más, por no tener, no tienen ni un coordinador. "Si queremos pedir un día libre, por ejemplo, tenemos que mandar un escrito al Puerta de Hierro", relatan dos fisioterapeutas. "Fíjate cómo es la cosa que hasta han cerrado uno de los ascensores, precisamente el que va a la séptima planta, donde está atención mental", apuntan, a modo de anécdota, dos de las trabajadoras que ya han tenido contacto con los que serán sus nuevos jefes. "Por lo que dicen, van a respetar bastante el modo de trabajo, aunque han introducido su aplicación informática".

La mayoría de los empleados no ha intercambiado ni un saludo con nadie de la empresa. "Alguna vez hemos visto a unos señores trajeados. Nos imaginamos que son ellos", explican divertidas dos enfermeras. Otros ni siquiera han visto a los elegantes desconocidos: "Pensábamos que el día 1 de enero alguien se reuniría con nosotros para explicarnos algo. Así es que aquí estamos, porque es nuestro trabajo", señala sentado tras su mesa uno de los sanitarios.

"Lo hacen por responsabilidad, porque podrían quedarse en casa", asegura Dioni Chicharro, de CC OO del Puerta de Hierro. "Le hemos preguntado a la dirección qué pasa con Argüelles, pero nos dicen que ya no depende del hospital". El Sermas asegura que el centro "está en fase de adaptación y formación del personal en el sistema informático" de Capio. No sabe cuándo volverán los pacientes. Eso depende de la empresa. Su consejero delegado, Víctor Madera, añadió ayer otro motivo al informático. Capio sigue esperando para saber cuántos empleados públicos están dispuestos a trabajar con ellos y cuánto personal tendrán que trasladar de la Jiménez Díaz para completar la plantilla.

Hasta que lo decidan, algunos empleados van a aprovechar para agotar sus vacaciones o pedir días libres. "No es cuestión de estar mano sobre mano", añade un médico a las puertas del ascensor que aún funciona.

Una de las salas vacías del centro de especialidades de Argüelles.
Una de las salas vacías del centro de especialidades de Argüelles.SAMUEL SÁNCHEZ

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