Telemadrid. Cuando éramos de fiar
El autor considera que la televisión pública regional toma partido en política, y que por eso ha dejado de ser un referente para los madrileños que quieren estar informados
Cuando, cumpliendo órdenes, Manuel Soriano me destituyó como director de los Servicios Informativos de Telemadrid, lo asumí como algo legítimo y guardé silencio. No podía ni imaginar que de la destitución se pasara al acoso laboral y profesional. A pesar de todo, callé durante más de dos años y me fui, sin ruido, cuando pude.
Ocurrió la tarde del 13 de enero de 2004. Un mes después de haber tomado posesión como director general Manuel Soriano, me llamó a su despacho y casi le tuve que animar a pronunciar las palabras mágicas: "Desde hoy dejas de ser director de Informativos". Poco le duró la timidez. En esa misma conversación me aseguró que las cosas iban a cambiar y que Telemadrid debía "tomar parte del momento político, crear opinión y ser el contrapeso al Grupo PRISA y a la cadena SER". Me limité a responderle que una televisión pública no debía ser contrapeso de nada ni de nadie y que, además, rompería con la tradición de independencia de Telemadrid. Poco le importaron mis palabras. Desde aquella fecha, y con un nuevo director de Informativos militante que sabía para qué lo habían contratado, nada ha sido igual en esa Casa. De un plumazo el nuevo equipo ha dilapidado el prestigio e independencia ganados durante largos años de esfuerzo y con administraciones de distinto signo político.
Manuel Soriano me dijo que Telemadrid debía tomar parte en el momento político
Soriano y, en escalones más bajos, el director de Informativos, comenzaron aquella tarde una labor de limpieza que dura hasta el día de hoy y que no acabará hasta que terminen echando a todos los "rojos" que hay en Telemadrid. Ese trabajo, que llevan a cabo de manera implacable, así como sus métodos de gestión informativa, me llevan a la conclusión de que la manipulación es, en efecto, un estado ya superado en la televisión madrileña. Y eso que el Diccionario de la Real Academia Española deja muy claro el significado de la palabra manipular: "Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares".
Telemadrid, en manos de la actual dirección, ha dejado de ser un referente informativo de pluralidad y rigor. Se ha transformado en un vulgar eslabón de la cadena de propaganda de la Dirección General de Comunicación de la Puerta del Sol y es, sin más, un instrumento panfletario al servicio del PP y sus intereses.
La Ley 13/1984, de 30 de junio, de Creación, Organización y Control Parlamentario del Ente Público Radio Televisión Madrid, en su capítulo IV sobre Programación y control, Sección Primera de Principios Generales de la programación, artículo 13, dice claramente que los principios inspiradores de la programación de Radio Televisión Madrid son:
a) El respeto a los principios que forman la Constitución Española y el Estatuto de Madrid y a los derechos y libertades que en ellos se reconocen y garantizan.
b) La objetividad, la veracidad y la imparcialidad de las informaciones.
c) El respeto a la libertad de expresión.
d) La separación entre informaciones y opiniones, la identificación de quienes sustentan estas últimas y su libre expresión, con los límites del apartado 4 del artículo 20 de la Constitución.
Por si no quedara claro, el Consejo de Administración de Radio Televisión Madrid aprobó por unanimidad el día 24 de abril de 1992 un documento en el que señala los puntos anteriores como principios inspiradores de la programación, y añade a ellos el respeto al pluralismo cultural, religioso y social.
La realidad cotidiana en Telemadrid ha quebrado sin excepción todos y cada uno de esos principios a sabiendas, sin pudor ni escrúpulos, y al servicio de intereses partidistas. Ha ido mucho más allá de la manipulación informativa y se ha instalado en otra dimensión superior: la de la corrupción informativa.
Si nos atenemos nuevamente al DRAE, una de las acepciones de la palabra corrupción es la siguiente: "En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores". Dejando al margen un supuesto provecho económico, que no es objeto de este análisis, sí es cierto que existe un aprovechamiento político de los medios públicos a favor del Gobierno de la Puerta del Sol, del PP y de su ideario más radical, y en contra de los intereses generales de los ciudadanos madrileños y del resto de los partidos del arco parlamentario regional y nacional.
Sólo hay que recordar que el actual director general, vulnerando los principios anteriormente relacionados, llegó a ver en Telemadrid el "bastión de la unidad de España". Los servicios informativos no han dejado de propagar y hacer suyas las tesis del Partido Popular en todos los órdenes y temas: 11-M y la teoría de la conspiración, el proceso de paz, estatuto de Cataluña, inmigración... y todo cuanto tenga como beneficiaria a la línea más dura del PP. No es una casualidad que Alberto Ruiz-Gallardón haya sido hostigado desde los Servicios Informativos de Telemadrid.
Toda la exhibición de censura y ninguneo a todos aquellos que no sirven a su ideario la llevan a cabo desafiando y aniquilando los principios fundamentales del periodismo, todos los códigos deontológicos de la profesión, así como el espíritu que debe regir en cualquier empresa pública, más, como se ha visto, cuando se trata de una empresa pública de comunicación. No me quedo corto al afirmar que la actual dirección de Telemadrid ha corregido y aumentado el grosero modelo de la TVE de Alfredo Urdaci.
Para ello no ha dudado en marginar, castigar y acosar laboralmente a profesionales de largo historial y prestigio en la Casa. Tampoco han vacilado en colocar en puntos clave a otros pseudoperiodistas, antes como ahora, al servicio del PP, cumpliendo fielmente la labor encomendada. Para ello han contado, además, con la inestimable ayuda de algunos colaboracionistas de la Casa a los que únicamente les interesa el grosor de su nómina sin importarles a qué compañero y cuántos principios han de traicionar. ¡Pobres tontos útiles!
Así pues, sin que quepa lugar para la exageración, debo reiterar que la dirección actual de Telemadrid ha sobrepasado el ejercicio diario de manipulación, y se halla en la actualidad en el más que repugnante estado de corrupción informativa permanente.
Semejante situación es captada por los espectadores que, día tras día, dan la espalda a los informativos, por mucho que la dirección trate de maquillar los índices de audiencia. En poco más de dos años y medio al frente de Telemadrid, han perdido más de cinco puntos de share y, al tiempo, han dilapidado cantidades ingentes de presupuestos públicos.
Resulta doloroso observar el estado de salud de Telemadrid y comprobar cómo en la calle insultan y agreden a los profesionales y trabajadores a los que hace muy poco tiempo, también en la calle, felicitaban y aplaudían por su trabajo.
Y es que, entonces, éramos de fiar. Y los madrileños lo sabían.
Alfonso García fue director de Informativos de Telemadrid entre 2002 y 2004.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.