'Mamma mia!'
Aguirre fue recibida al ritmo de ABBA - La polémica del Canal se desactiva
Sin disputas, conspiraciones o venganzas por consumar, un congreso político es, esencialmente, aburrido. Lo de ayer fueron todo abrazos, sonrisas, alegría y, sobre todo, consignas para escenificar unidad y acuerdo.
Ni siquiera la tormenta desatada 24 horas antes por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, cuando anunció que suspendería el convenio con el Canal de Isabel II si Esperanza Aguirre lo privatiza, consiguió ayer animar los pasillos de un congreso a la búlgara y, que si no hubiera sido por la irrupción estelar de Aguirre en el estrado a ritmo del Mamma mia! de ABBA, también tedioso. Menos mal.
"¿Lo del Canal? No, eso yo creo que ha sido un malentendido y que se va a solucionar", minimiza un concejal del Ayuntamiento de Madrid de corte aguirrista sobre la última batalla entre Alberto y Esperanza. No entra al trapo. "Yo creo que se arreglará. Porque, en realidad, sólo se privatizará el 49% del Canal. Seguro que Alberto, al final, no pondrá trabas", templa otro aguirrista. Pues nada, el reventón de la propuesta estrella de Aguirre en el debate del estado de la región ha sido sólo un malentendido. Nadie quiere líos.
"Esto es el Partido Popular, amigo. Aquí venimos apuñalados de casa", bromea un miembro de la nueva ejecutiva para resumir el clima de aparente entendimiento que presidió la cita. Las posibles riñas entre aguirristas y gallardonistas quedaron sepultadas en el congreso por la superlativa mayoría de los acólitos de la presidenta. Una mayoría que, sin embargo, no evita que por primera vez Gallardón esté mejor situado que ella, en Génova y en las guerras personales. "Bueno, lo de ayer estuvo bien. Nosotros nos hemos tragado muchos sapos. Por una vez, Gallardón tiene las de ganar", analizaba un concejal de Madrid.
Así, sin demasiada conspiración ni malas intenciones en los pasillos, el interés popular estaba en los pequeños detalles del evento. Por ejemplo: un pequeño puesto situado en una de las esquinas del palacio del Ifema. El motivo: el lote congreso. Un pequeño kit del militante del PP que incluía una manta polar, un llavero, una agenda, pins y una funda de ordenador. Todo por 18 euros. "¿Y la tostadora?", protestaba una señora. No, la tostadora, el producto estrella, una máquina capaz de estampar el logo del PP a doble cara en las rebanadas matinales, no estaba incluida en ese lote.
La chapa de la presidenta, con la foto que utilizó para la campaña electoral y el juego de palabras de EsPP inscrito en ella, fue un éxito. Se pasearon con su cara en la solapa Juan José Güemes, Francisco Granados, Ignacio González, Íñigo Henríquez de Luna y la misma presidenta, que lució dos vestidos distintos durante el día. Ni Gallardón ni Cobo se apuntaron a la tendencia de la chapa.
Unos metros más allá, el puestecito de la FAES exponía sus últimos títulos. Dos superventas (una tirada de unos 2.000 ejemplares) brillaban por encima del resto: El presidente (Reagan), el Papa y la primera ministra (Thatcher), e Islamistas y buenistas. Los bolis que regalaban tuvieron más éxito.
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