El Madrid marchito
Los baldeos, la falta de drenaje y las obras matan decenas de árboles en el centro de la capital - La proliferación del granito complica su supervivenciaMadrid presume de contar con 226.000 ejemplares pero descuida la salud de su follaje
Son árboles recién plantados, situados en las zonas más mimadas de la ciudad: Callao, Arenal, Ballesta o la plaza de Santa Bárbara. Su ubicación privilegiada, sin embargo, no impide que muchos sucumban en alcorques anegados y sucios, que sus hojas, los que las conservan, se marchiten y que sus troncos estén como si les hubiesen chupado hasta la última gota de savia. En definitiva, mueren porque, aunque emblemática el centro es una zona hostil, pero también porque no hay un sistema efectivo de drenaje, porque los baldeos de los camiones de limpieza los ahogan o porque nadie evita que sean víctimas de los coches y de las obras. Un paseo por las calles más céntricas de la ciudad con el conservador del Jardín Botánico, Mariano Sánchez, revela por qué mueren los árboles.
La carga y descarga de zonas peatonales arrasa los alcorques y protectores
En las mañanas de la calle del Arenal no es raro ver cómo varios regueros de agua corren calle abajo. Es la que se escapa de muchos de sus alcorques, en los que también flota la basura, desde colillas hasta latas de cerveza. Tras la peatonalización en 2006, la calle contaba con 76 árboles, perales en su gran mayoría. Estos frutales son muy exigentes con el suelo y no soportan la humedad estancada en el terreno. Justo lo que les sobra, gracias al baldeo diario de los camiones de limpieza municipal que, de una sola vez, proporcionan al árbol el riego de toda una semana. Y como el alcorque no es capaz de drenar tal cantidad de agua porque no hay un sistema que se lo permita, según observa el conservador y reconoce la Concejalía de Medio Ambiente, un 12% del arbolado ya puede darse por muerto o desaparecido por encharcamiento.
Esta previsión no contempla la media docena de ejemplares que también acabará pereciendo por una plaga de araña roja -muy común en el peral-. El voraz arácnido cubre las hojas con una especie de pelusa grisácea y absorbe la savia del árbol hasta dejarlo seco. "En un verano sin humedad la araña puede acabar con un árbol robusto", sostiene el conservador que critica la elección de este tipo de árbol. "Para combatir la araña roja lo mejor es usar la lucha integrada, es decir, utilizar otros parásitos para que se coman al bicho, pero es un método muy caro. La mejor solución es evitar plantar esta especie", concluye el experto.
El recorrido continúa por la calle de la Montera, la recién remodelada plaza de Callao, las calles traseras a la Gran Vía: Tudescos, Concepción Arenal o Ballesta, y concluye en la arbolada plaza de Santa Bárbara, donde según el conservador, sobran árboles.En la calle de la Montera, tras esquivar la Puerta del Sol, por la evidente ausencia de arbolado, se suceden los empantanados y deteriorados alcorques, pero también las marcas del vandalismo y de los camiones que arrasan con, paradojas de la vida, la recién peatonalizada vía.
Más de la mitad de los 86 alcorques de Montera, cubiertos por una base rosada de material permeable que, teóricamente, evita la suciedad y los socavones, están mal conservados: rotos, agrietados, encharcados o desaparecidos. Según apunta Medio Ambiente, la culpa la tienen los vehículos de carga y descarga que, con su peso y sus descuidos, rompen lo que encuentran a su paso. Buena fe de ello dan los protectores de los árboles, abollados e inclinados que los obligan a tumbarse contra las fachadas.
Los transeúntes tampoco se deshacen en miramientos. Los troncos se usan para encadenar cascos de moto. Las cortezas de varios hibiscos las han despegadado a tiras y sus ramas, arrancadas, sirvieron de columpio.
De los 86 ejemplares de Montera solo cinco están muertos pero, "una vez más, los árboles que vemos con las hojas quemadas no han sobrevivido por exceso de agua. Los alcorques no están drenando. Y eso que el Aligustre [la especie mayoritaria de la calle] lo aguanta todo", observa Sánchez. "Aquí la mortandad no es muy alta. El problema es que cuando renueven los árboles los pondrán en el mismo lugar con las mismas condiciones", añade.
En la plaza de Callao, donde en lugar de árboles se plantaron 10.000 metros cuadrados de granito, el panorama es desolador. De los cinco mini ejemplares que se colocaron para simular una débil sombra sobre las seis sillas que se instalaron como únicos asientos de la plaza, tres ya están muertos. "Los árboles tienen problemas para sobrevivir sobre todo en las nuevas zonas urbanas. El granito pasa todo el día absorbiendo el calor y por la noche lo expulsa, perjudicando mucho al follaje", sostiene el conservador del Botánico.
Pero hay más razones que, combinadas con la falta de drenaje, acaban con el verde de la ciudad. Los trabajos en la calle de Tudescos, de Concepción Arenal, de Pizarro o de Ballesta -solo por poner algunos ejemplos- han sido inmisericordes con los árboles y, aunque existe una ley regional de conservación del arbolado urbano que marca la obligación de protegerlo ante obras, ni las empresas responsables ni Medio Ambiente han ayudado a que los árboles le ganen el pulso al polvo, los golpes y el maltrato generalizado. En Concepción Arenal, donde tres de cinco ejemplares están muertos, llegó a haber hasta un adoquín anidado entre sus ramas.
"No es dejadez, pero el Ayuntamiento no acierta con el método de conservación del arbolado. Tiene que haber una proteccion integral porque resulta que la empresa de mantenimiento que se encarga de las cuestiones relacionadas con el árbol (agua, plagas...) no se ocupa de los protectores, ni de la limpieza de los alcorques...", mantiene otro experto consultado, el presidente de la Comisión de Arbolado de la Asociación Española de Parques y Jardines, Eugenio González. "Limpiamos todos los días", sostiene una portavoz de Medio Ambiente, aunque reconoce que las colillas y la suciedad saltan a la vista mañana y tarde.
"El Centro es muy complicado para que los árboles arraiguen como lo hacen en otros distritos. Los problemas fundamentales en el arbolado se deben a que hay una dificultad con el drenaje, porque la calidad del suelo es demasiado compacta", justifica la misma portavoz que repasa algunas de las causas que apuntaba el conservador. "No es que reguemos mucho, sino que es un distrito muy baldeado por la limpieza y por los propios vecinos cuando limpian y cuyo agua va a parar a los alcorques y por ser una zona muy transitada es inevitable que los coches los golpeen". La portavoz asume que hay un porcentaje de árboles -entre el 10 y el 20%- que "no va a sobrevivir" y que se plantan para satisfacer las peticiones de los vecinos.
Una solución para evitar la falta de subsuelo y el terreno demasiado compacto e impermeable podría pasar por la instalación de maceteros para plantar allí los árboles, pero cuando se ha preguntado por esta posibilidad, la concejalía de Obras la ha descartado alegando que obstaculizarían la zona, considerada de paso.
El recorrido no acaba aquí. La capital presume de ser la segunda ciudad del mundo con más árboles en sus calles. Cuenta con 226.000 ejemplares y solo es superada por Tokio con 400.000, según Medio Ambiente. "Pero el número de árboles no es de lo que debe jactarse una ciudad", mantiene Sánchez. "Lo importante es la superficie foliar, que es la que retiene dióxido de carbono y devuelve oxígeno", explica el conservador que, por si no se ha expresado bien, prosigue: "Madrid tiene demasiados árboles. Están tan juntos que no tienen hojas suficientes. Debería haber más calidad y menos cantidad".
El conservador ilustra su tesis en la plaza de Santa Bárbara, donde conviven 75 árboles en zonas verdes y otros 100 de alineación. "En esta plaza no se han respetado los marcos de plantación. En diez años habrá que talar varios de estos árboles", observa Sánchez que critica que las nuevas alineaciones, encajadas entre las hileras de plátanos anteriores a las obras de remodelación, están demasiado pegadas.
"Estando tan juntos, requieren una poda constante", coinciden ambos expertos. "La poda no es beneficiosa, hay que evitarla. Es una herida, un foco de putrefacción que acaba matando al árbol", sostiene, por su parte, González, el presidente de la Comisión de la Asociación de Parques y Jardines.
En la misma plaza, en las zonas verdes enlatadas en hierro que se han creado tras la remodelación, Sánchez encuentra otro desatino. "No tendrían que haber enterrado el tronco en los maceteros. El árbol no respira, ya está podrido", dice señalando las enormes cortezas abiertas por la mitad.
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