Hallado en Alcalá al 'Divino Vallés'
El médico de Felipe II fue enterrado en 1592, y exhumado en 1862 para ser sepultado en una urna de plomo
Los médicos, incluso los de nombradía universal, también mueren. Quien fuera egregia eminencia de la medicina del Renacimiento en España, es hoy un venerable puñado de huesos que acaba de ser descubierto fortuitamente en una urna de plomo. Se hallaba emparedada en la iglesia en obras de San Ildefonso de Alcalá de Henares. Cráneo, fémur y pelvis del genial galeno Francisco Vallés, más conocido como El Divino, reposan ahora en su cofre de plomo: 57 centímetros de longitud, 27 de altura y 30 de fondo.
El recipiente metálico, que contiene un bastidor de pino atacado por xilófagos, permanece bajo la supervisión de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid en los laboratorios del Museo Arqueológico Regional de la villa complutense, que dirige el arqueo-paleontólogo Enrique Baquedano.
"La eminencia médica es un puñado de huesos que acaba de ser descubierto"
"Se hallaba emparedado en la iglesia en obras de San Ildefonso"
Los despojos fueron enviados al museo tras su reciente hallazgo en el templo alcalaíno, donde el Ministerio de Fomento invierte cuatro millones de euros en su restauración.
Vallés, fallecido en Burgos de tabardillo, un tifus exantemático, fue solemnemente enterrado en la iglesia complutense en 1592 por orden de su principal paciente y mentor, el rey Felipe II.
En 1862, los restos del médico fueron exhumados y reducidos al recipiente, extraviado entonces, hallado ahora.
Vallés había nacido en la burgalesa Covarrubias en 1524, en el seno de una familia acomodada. Desde su mocedad destacó por su pasión científica: la misma que le llevó a ejercer de forma pionera en España el estudio de la Medicina sobre cadáveres diseccionados.
Habida cuenta del rechazo a tal práctica por parte de la Inquisición y de la vetusta clase médica, el burgalés, discípulo del italiano Vesalio, tuvo que pugnar con denuedo por obtener cátedra en Alcalá de Henares, donde residió media vida e impartió magistrales enseñanzas durante 17 años, desde 1555.
Gracias a su boda con Juana de Vera, hija del médico de la reina Isabel de Portugal, y a su talento como genial galeno, logró convertirse en Protomédico de Castilla y Médico de Cámara de Felipe II. Así lo ha explicado el biógrafo de Vallés, Juan Manuel Reverte: Felipe II agonizaba tras devorar carne de perdiz casi putrefacta, como era costumbre en la época. Frente a los añosos Cánones de Avicena, que aún impedían aplicar un purgante a los enfermos en algunas fases lunares, Vallés se encerró en la cámara real con el enfermo y con el duque de Alba; cerró las ventanas y purgó con un pediluvio al rey, a quien salvó así de una muerte segura.
Tan arriesgada y feliz apuesta le granjeó el apodo de El Divino y la encomienda de la salud del monarca, "príncipe libertino en su juventud y, en su madurez", según el psiquiatra Francisco Alonso Fernández, "enfermo de gota, obsesivo anancástico -obnubilado con la corrección de sus actos- y poseso de las dudas por influjo de su padre, Carlos V".
"Carlos se veía afligido por una honda depresión derivada de un complejo de culpa por no haber eliminado a Martín Lutero", añade. "El Emperador era, además, hijo una reina fantasofrénica: Juana la Loca".
Francisco Vallés fue asimismo filósofo y teólogo. Su antropología influyó decisivamente sobre el jurista universal Francisco Suárez, como ha destacado el historiador Francisco Marín Perellón, que glosa la personalidad humanista de Vallés.
Pese a su divinal apodo, sus huesos combaten hoy en retirada contra la usura del tiempo. En Madrid y en Alcalá, nada se sabe todavía sobre el destino de tan venerables restos.
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