Fin de una pesadilla líquida
Las obras de Madrid Río han tardado ocho años y han costado más de 400 millones
Las obras han durado ocho años. Pero no siempre al mismo ritmo. Hace menos de 500 días, las ratas correteaban por los alrededores del puente de Praga y los empleados municipales vertían un líquido verde indescifrable para los vecinos. En casi toda la margen derecha del río Manzanares, que ayer puso el rótulo de fin a los trabajos, había callejones cortados, baches ondulados, basura acumulada y la vista de un barrizal anudado por una alambrada en el que yacían inmóviles las grúas. "¡Qué hagan algo, aunque sea provisional!", clamaban los vecinos que se diseminan en los seis kilómetros que hay entre los puentes de Praga y de los Franceses.
Ya lo han hecho. Más de 400 millones después, más del doble de lo presupuestado, y dos elecciones mediante, la tarea ha concluido. Donde antes había una especie de manglar por el que patinaban en fila india los coches ahora hay más de 20.000 árboles. En las mismas zonas donde las charcas devolvían los malos olores de los años ochenta hay ahora una especie de estanques con chorros de agua saltarines. En las zonas donde los vecinos, como la octogenaria Carmen, se lamentaban de que no había ninguna pasarela para cruzar a "la civilización" ahora hay dos puentes nuevos que se iluminan y parecen túneles del viento.
La zona cuenta con más de 20.000 árboles y diferentes zonas de ocio
Algunos colectivos han visto cómo se aceptaban sus reivindicaciones
Los afectados vieron primero cómo las grúas tomaban posiciones bajo sus ventanas. Años de vibraciones y siestas interrumpidas. Meses de tortura y veranos con las ventanas cerradas. Después llegó la calma. Pero las calles se habían convertido en un territorio peligroso, un alocado laberinto lleno de agujeros e irregularidades por el reinado de la maquinaria pesada. Después de muchas protestas y algunas sospechas, la dinámica electoral, con su capacidad motora, ha hecho brotar las promesas en forma de árboles y cascadas. De carriles bici y hasta una playa urbana.
Las calles de ese lado del río, una sucesión de edificios habitados por funcionarios de distintos Ministerios, se han revalorizado muchísimo. "Hemos aguantado muchas molestias, ruido y hasta situaciones peligrosas, como que no pudieran entrar las ambulancias, pero ha merecido la pena", concede Rafael, de 42 años y vecino de la ribera. Casi todos los comercios de esa parte de la vía han cerrado a lo largo de estos años. Casi ninguno consiguió sobrevivir al encajonamiento que conllevaron los trabajos. Pero la pesadilla ha terminado. Ahora hay hasta playa y circuito de skate.
Un espacio de 1.210.000 metros cuadrados que desde el pasado viernes está sobreimpreso en dos dimensiones en unos mapas que servirán para no perderse en esta superficie con 17 parques infantiles y numerosas zonas deportivas y de ocio. La información está dividida en seis apartados: ocio, deporte, miradores, "nuevos iconos", conjunto histórico y espacios verdes.
Algunas de las asociaciones vecinales más críticas con el proyecto y, sobre todo, con su proceso, han visto cómo se incluía en el plan final algunas de sus reivindicaciones. Las alegaciones se hicieron en abril de 2008, hace tres años. En ese periodo, las obras permanecieron en punto muerto, "porque los avances se están dando en los despachos", según se justificó en su momento el Consistorio. En la reanudación de los trabajos, como no se ha cansado de repetir el candidato socialista Jaime Lissavetzky, influyó la inyección económica del Plan E gubernamental, que finalmente ha supuesto un 6% del presupuesto global.
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