El loco más peligroso de América
Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, maestro del terror, el aniquilamiento selectivo y los sabotajes, responde ahora de sus crímenes ante la justicia de Perú
La cárcel que encierra a Abimael Guzmán, fundador de la sanguinaria guerrilla maoísta Sendero Luminoso, cuyo juicio comenzó hace 15 días en Perú, fue construida especialmente para él, y es la más segura de América Latina. O al menos, la única que tiene más guardias que internos.
Para escapar, Guzmán, de 71 años, tendría que atravesar paredes de 40 centímetros de espesor hechas de hormigón armado resistente a explosivos. Después, necesitaría trepar un muro de ocho metros rematado por alambres de púas sin ser visto desde las torres de vigilancia, y atravesar un campo minado y una zona de pantanos y totorales a 200 metros del mar. Si decidiese huir hacia tierra firme, se encontraría en plena Base Naval del Callao. Tampoco es fácil recorrer el camino inverso. Guzmán no puede recibir visitas.
Su estrategia era la de provocar "la entraña fascista del régimen"
Guzmán consideró la política de Jrushov como una traición a Stalin
Reivindicaba la "humilde dinamita" como "un arma del pueblo"
Hasta 1982, la imagen de Sendero no era la de un grupo sanguinario
Antes, Guzmán tenía una novia: Elena Iparraguirre, la camarada Miriam, número 2 de Sendero Luminoso, presa en la misma cárcel. Se les permitía verse y dormir juntos. A veces podían festejar sus cumpleaños. Pero en noviembre de 2004, también la perdió a ella.
Ocurrió durante el proceso de ese año, que debió anularse porque los acusados carecieron de las garantías mínimas. El otrora llamado Presidente Gonzalo, cuya revolución puso contra la cuerdas al Estado peruano, compartió banquillo con otros 17 senderistas. La prensa asistió entonces a la audiencia detrás de un cristal antibalas. Así que Guzmán, además de encontrarse con viejos amigos que no había visto en 12 años de encierro, tuvo la oportunidad de hacerlo en público.
¡Vivan los héroes del pueblo!
Desde el inicio, los fotógrafos se apiñaban contra el cristal pidiendo al reo principal una mirada, un saludo, una sonrisa. En un momento, Elena Iparraguirre le hizo notar que la prensa esperaba un gesto. En respuesta, Guzmán se puso de pie y levantó el puño derecho. Inmediatamente, se le sumaron sus compañeros con gritos de "Viva el Partido Comunista del Perú", "Gloria al marxismo, leninismo, maoísmo", "Vivan los héroes del pueblo" y "Gloria al pueblo peruano". Saltaron ráfagas de flashes.
La sesión, fuera de control de los magistrados, tuvo que suspenderse. Al día siguiente, la cúpula de Sendero Luminoso, con el puño en alto y las sonrisas de su número uno, acapararon las primeras páginas de los periódicos, despertando a los fantasmas de los 69.280 cadáveres dejados por la guerra interna.
Según el periodista Raúl González, especialista en el tema, eso fue un grave error del propio Guzmán, que perdió la oportunidad de mostrar al mundo un rostro amable: "La opinión pública sintió que el Gobierno no era capaz de controlar a los senderistas ni siquiera presos, que los senderistas no habían cambiado a pesar de los años de encierro y, lo peor de todo, que los nuevos juicios podrían conducir a su liberación. Eso creó pánico, lógicamente".
El impacto político de esas imágenes fue tan duro que obligó a cambiar al procurador del Estado para casos de terrorismo y al tribunal en pleno. Además, el Gobierno castigó a Guzmán con el traslado de Elena Iparraguirre a otra prisión. En la práctica, ambos quedaron completamente aislados.
Meses después, el 8 de marzo de 2005, los medios difundieron el rumor de que Abimael tenía problemas de salud y su vida probablemente corría peligro. Un coronel de la policía declaró que era un caso de melancolía: Guzmán no podía vivir sin Iparraguirre, que era su único sustento moral y afectivo.
Mientras tanto, en las calles de Lima, nadie parecía demasiado apenado por la supuesta enfermedad del Presidente Gonzalo. El odio en su contra es tan visceral que a muchos no les importaría que las autoridades lo asesinaran y fingieran un accidente o un suicidio. El pasado día 27 de septiembre comenzó el nuevo juicio, en la base del Callao.
Es poco lo que se sabe del reo y conseguir una entrevista con él es prácticamente imposible. El funcionario al que se lo solicitamos, afirmó off the record que "diga lo que diga Guzmán, la prensa de oposición lo usará contra el Gobierno para decir que le damos tribuna al mayor asesino de nuestra historia". Formalmente, el Estado no respondió a la solicitud.
Tampoco son muy accesibles las fuentes indirectas. Los senderistas que le conocieron de cerca se niegan a hablar con la prensa. Por seguridad, muchos policías y militares que lo han acompañado durante la última década evitan la publicidad. Incluso los viejos amigos de su etapa como profesor prefieren permanecer en la sombra. En el silencio, la pregunta más simple parece la más difícil de responder: ¿Quién es este hombre?
El pequeño comunista
Abimael Guzmán Reinoso nació el 3 de diciembre de 1934 en Mollendo, Arequipa, "hijo natural" de Abimael y Berenice.
Papá Guzmán era un adinerado administrador de hacienda con un solo vicio: las mujeres. Según un hermanastro de Abimael, "conmigo éramos 10 hermanos de distintas madres, hasta donde yo llegué a contar. Pero la esposa legítima de papá, Laura Jorquera, era una mujer muy generosa y noble. Estaba dispuesta a acoger en su hogar a todos los hijos de él con otras mujeres. Si nuestras madres lo permitían, nos quedábamos a vivir con papá y la señora Laura".
Eso hizo Abimael tras la muerte de su madre, cuando se mudó a la hermosa casona colonial de la familia y su padre lo matriculó en el colegio La Salle. Guzmán asistía a misa los domingos en traje y corbata, y tenía la obligación de comulgar y confesarse una vez al mes.
El apacible Abimael solía estar siempre en los primeros puestos del cuadro de honor, y sacaba las mejores calificaciones en conducta e higiene. Destacaba en lenguaje, historia de Perú, lógica y ética. Era introvertido y retraído, aunque mostró talento como organizador de un grupo de estudios en 1952. En suma, como dice un viejo compañero de estudios, "era incapaz de una travesura, era el sueño de un cura o una madre".
Guzmán estudió en la Universidad San Agustín, donde la izquierda había sido proscrita por la dictadura del general Odría. De hecho, nadie recuerda a Guzmán metido en política en esos años. A su maestro Miguel Ángel Rodríguez Rivas se le hace difícil pensar en él como un líder. Según una entrevista que concedió a la revista Caretas en 1982, Abimael "no era un organizador y menos un agitador. Sólo un teórico del más alto nivel".
Guzmán se graduó en las dos carreras de Marx: derecho y filosofía. Y en 1962, consiguió un puesto docente en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho.
Ayacucho era muy distinto que su Arequipa natal. Arequipa es la segunda ciudad de Perú en importancia. Ayacucho es la tercera en pobreza. Arequipa tuvo desde los años treinta industria de lana y conexión con un puerto. Ayacucho vivió hasta los años sesenta prácticamente bajo un sistema agrícola feudal en una tierra estéril.
Ya durante el Virreinato, la resistencia más combativa surgió ahí, en la denominada "Mancha India" de la Sierra Sur: la revuelta de Tupac Amaru I en 1580 y la de Tupac Amaru II, 200 años después. La independencia de España no detuvo los enfrentamientos. Como explica el sociólogo Carlos Iván Degregori, en el XIX, los iquichanos de Huanta se levantaron precisamente contra la independencia y, a fines de siglo, contra los impuestos. El movimiento campesino más importante de la primera mitad del XX también surgió ahí, en 1923.
Ese constante polvorín se convirtió en el hogar del joven profesor Guzmán, y quienes lo conocieron en la ciudad de Huamanga lo recuerdan inmerso en el aparato del Partido Comunista.
En esos años, Jrushov denunciaba las atrocidades de su antecesor Stalin y reducía la represión soviética. En consecuencia, los partidos comunistas del mundo empezaron a defender la toma del poder por vía pacífica, no armada. Guzmán consideraba que eso era venderse. Según una entrevista de 1988, la única que Guzmán ha dado, "quitarnos al camarada Stalin era como quitarnos el alma".
En un documento de Sendero Luminoso, Guzmán explica el viraje soviético así: "El payaso de Jrushov... vomitó todo su veneno revisionista contra el camarada Stalin llamándolo 'asesino', 'Yván el terrible'... Jrushov, que en los años treinta decía: 'Ay de quien levante una mano contra el padrecito Stalin, se la cortaremos". En otros textos, Abimael Guzmán califica a Jrushov de puerco ignorante de bravatas, prepotente, miserable, inconsecuente, chancho de porquerizo rosado y, el peor insulto de todos, revisionista.
Más acorde con las ideas de Guzmán era la línea comunista de otro profesor rural como él llamado Mao Tse Tung.
En 1949, Mao había proclamado la República Popular China tras 25 años de guerra. En 1948, con la misma estrategia militar de guerrillas, Kim Il Sung fundó Corea del Norte. En 1954, Ho Chi Minh liberó de Francia a Viet Nam, donde después derrotaría a EE UU. En 1975, Pol Pot tomó el poder en Camboya. Todos eran países eminentemente campesinos, como la Sierra Sur de Perú.
A mediados de los años sesenta, Mao trataba de extender su proyecto revolucionario: financiaba a los partidos comunistas del mundo a través de sus embajadas e invitaba a sus mejores dirigentes a conocer personalmente la revolución cultural en la escuela de Nan Kin, a donde Guzmán viajó para seguir cursos de "guerra popular". Él mismo lo cuenta:
"Nos enseñaban cuestiones militares, pero también se comenzaba por política, la guerra popular, luego, construcción de las fuerzas armadas y estrategia y táctica; y la parte práctica correspondiente: emboscadas, asaltos, desplazamientos, así como preparar artefactos de demolición".
Se calcula que medio millón de personas fueron asesinadas durante la revolución cultural china, y otros tres millones, violentamente reeducadas. Pero Guzmán no tenía noticias de eso. Los cambios que notó en la escuela desde su primera vista eran más bien estéticos: "Los desfiles, las marchas... antes era un centro con protección militar, conventual, silencioso".
Guzmán rememora otra anécdota: "Cuando terminábamos el curso de explosivos, nos dijeron que todo se podía explosionar; entonces, en la parte final, cogíamos el lapicero y reventaba, nos sentábamos y también reventaba, era una especie de cohetería general, eran cosas perfectamente medidas para hacernos ver que todo podía ser volado si uno se las ingeniaba para hacerlo". Años después, ya como líder de Sendero, Guzmán reivindicaría a la "humilde dinamita" como "arma del Pueblo, de la clase". No obstante, las armas no eran lo fundamental en los cursos. En realidad, toda la preparación militar estaba subordinada a la política: "Cuando manejábamos elementos químicos muy delicados, nos recomendaban tener la ideología presente siempre y decían que ésta nos haría capaces de hacer todo y hacerlo bien; y aprendimos a hacer nuestras primeras cargas para demoler".
Tras su regreso de China, Guzmán rompió la facción maoísta PCP Bandera Roja. El nuevo grupo estaba liderado por él y formado por 12 personas. Tomaron el nombre de Partido Comunista de Perú, sin más, porque se consideraban los únicos verdaderos seguidores de José Carlos Mariátegui, que había fundado el partido a fines de los años veinte. De hecho, todos sus documentos llevaban impreso siempre el mismo lema: "Por el Luminoso Sendero de Mariátegui". Con los años, ese lema se convertiría en su nombre para la prensa y los políticos. Pero ellos nunca firmaron así. PCP. Sólo firmaban PCP.
El luminoso sendero
El primer problema que se debía resolver era la falta de armamento. Guzmán reemplazó esa carencia con un adoctrinamiento político a prueba de balas. Su propio jefe militar en Ayacucho, el Camarada Feliciano, dijo a la Comisión de la Verdad que Guzmán se negaba a comprar armas: "Se lo he dicho varias veces pero Gonzalo me sacaba una cita de Mao... según él, querer disponer de las armas más modernas es desarmarse a sí mismo... Decía que pensar en eso es teoría militar burguesa, línea militar burguesa".
Prescindir del armamento volvió a Sendero Luminoso independiente de todo apoyo internacional, autosuficiente, flexible y barato. Pero el historiador Iván Hinojosa señala el coste psicológico de esa táctica: "Cuando un francotirador dispara, está lejos de su víctima, puede incluso no verla morir. Pero cuando un asesino mata cuerpo a cuerpo, cruza el umbral de la resistencia psicológica al salvajismo. Después de eso, está dispuesto a cualquier cosa".
Sin embargo, la imagen de Sendero Luminoso hasta 1982 estaba muy lejos de un grupo sanguinario y polpotiano. Tras diez años de trabajo político silencioso en la Sierra Sur, tenían un creciente apoyo, que Guzmán capitalizó con habilidad en dos espectaculares golpes de imagen.
El primero fue el asalto a la cárcel de Huamanga, que Guzmán planeó personalmente desde Lima. El 2 de marzo, en media hora y con sólo seis fusiles, seis carabinas y 15 pistolas ametralladoras, los senderistas liberaron a 78 de sus compañeros y mataron a dos guardias. Pero la policía, en venganza, asesinó a balazos a tres senderistas que convalecían en un hospital y trató de estrangular a un cuarto.
El otro golpe de imagen llegaría semanas después, en el funeral de la primera mártir senderista, Edith Lagos, de 19 años, muerta en un enfrentamiento con la policía. Según un testigo, el periodista Mario Cueto, "Guzmán lo planeó todo de modo que se cruzasen los símbolos católicos con los comunistas. El día en cuestión, el ataúd salió de la iglesia envuelto en una bandera roja con la hoz y el martillo y custodiado por militantes armados. Pero no fue directamente al cementerio, sino que dobló hacia la Plaza de Armas. Desde ahí lo acompañaron a la sepultura 10.000 personas. Fue un desafío a la policía, que se replegó para evitar enfrentamientos con la población".
Desesperado, en los días finales de ese año, el presidente Belaúnde encargaría a las fuerzas armadas que controlasen la situación.
Incitación al genocidio
La estrategia del ejército nunca fue un secreto, y está detallada en el libro Muerte en el Pentagonito del periodista Ricardo Uceda. El general Luis Cisneros, ministro de Defensa, anunció desde el principio en la Cámara de Diputados que su intervención implicaría una matanza indiscriminada. A Cisneros lo apodaban El Gaucho, porque había hecho su carrera en la Argentina de Videla, de donde tomó los métodos.
Según Iván Hinojosa, que formó parte de la Comisión, eso es lo que Guzmán estaba esperando: "La estrategia de Sendero Luminoso era incitar al genocidio, para mostrar 'la entraña fascista del régimen'. Según los planes de Guzmán, la violencia del Estado, que además tenía mayor capacidad de fuego que Sendero, debía 'movilizar a las masas', motivar la insurrección". Sendero tampoco era un algodón de azúcar. En marzo de 1983, sus columnas masacraron a 69 pobladores, entre ellos 18 niños, de Lucanamarca, una aldea que se había rebelado contra ellos. Para no desperdiciar balas, la matanza se realizó con machetes y piedras. Muchos de los campesinos demoraron en morir. Y no todos los senderistas eran lo suficientemente diestros. En algunos cadáveres se hallaron más de cincuenta heridas de machete.
En la entrevista de 1988, Guzmán reivindica su autoría personal de la matanza: "Frente a la acción militar reaccionaria respondimos contundentemente con una acción: Lucanamarca, ni ellos ni nosotros la olvidamos, claro, porque ahí vieron una respuesta que no se imaginaron, ahí fueron aniquilados más de 80... fue la propia Dirección Central la que planificó la acción y dispuso las cosas". Sólo durante los dos siguientes años, las provincias del norte ayacuchano sufrieron 6.342 muertes de uno y otro lado.
MAÑANA, CAPÍTULO 2 La cuarta espada del comunismo
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