¿La hora de despertar?
Salgamos de la narcolepsia colectiva. Hay que empezar a pelear porque nos tomen en serio y exigir el papel que nos corresponde en el mundo laboral
Me levanto una vez más en mi particular día de la marmota, sin saber muy bien qué hora es ni que día de la semana vivo, e irónicamente lo primero que encuentro es el despertador. Quieto y tranquilo, como un vestigio de aquellos momentos en que mi vida tenía unas reglas, unos horarios, unas obligaciones,... un por qué.
Hace ya muchos meses que decidí que iría allá donde me contrataran, por eso de no poner una barrera ni que sea ínfima para encontrar trabajo. Cinco idiomas (bueno 4,5), una carrera, un máster europeo de dos años y una buena pila de cursos parecían más que suficiente para encontrar trabajo. Mas teniendo en cuenta que la promesa que nos hicieron de pequeños hablaba solo de aprender inglés y tener una carrera para recoger los frutos en el futuro (léase un buen trabajo, casa, coche y, ¿por qué no?, la felicidad). Pues resulta que hemos llegado a ese futuro y no hay rastro de esos frutos, al parecer se los están comiendo otros...
Aquellos recuerdos de horas robadas de sueño para terminar por fin la licenciatura o el Máster, son ahora casi tan lejanos y remotos como la posibilidad de abrir mi correo electrónico y que alguna de las 30 empresas a las que ayer mande un cv me haya contestado. Por lo que se ve tiene la culpa la crisis, la estructura empresarial que no está preparada para absorber el volumen de licenciados, la sobrecualificación y un largo etcétera tan confuso que solo alcanzo a entender lo que veo: tengo 28 años y sigo siendo dependiente de mis padres, del estado, del sistema y de lo que deciden unos señores con corbata de Wall Street.
Llegados a este punto, lo más frustrante de todo es descubrir que parece que no se puede hacer nada, que es algo que el destino tramaba secretamente a nuestras espaldas, mientras nosotros -ilusos- confiábamos en que nuestro particular cuento de hadas se hiciera realidad. Pero a la hora de la verdad la situación es muy distinta, como bien se relata en los muchos testimonios que llegan a este blog. Por todo esto, yo quiero reivindicar el optimismo, la fe en esta generación ultra preparada y la confianza en que de una vez por todas tomemos las riendas de nuestro destino. Hay que salir de esta narcolepsia colectiva y empezar a pelear porque nos tomen en serio y exigir el papel que nos corresponde en el mundo laboral.
Ha llegado la hora de poner en marcha nuestro despertador y quizá así hallemos la manera de reencontrarnos con nuestro futuro robado, con nuestro presente, con nuestros sueños.
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