La gran resaca, bajo control
La noche de los 5.000 universitarios británicos reunidos en Salou cumple el desfase prometido.- El Ayuntamiento destaca la ausencia de incidencias como prueba del civismo de los estudiantes
"Levantarse a las ocho, tomar una ducha y luego emborracharse. Por todo el resto del día". Así resume Dany Anderson, estudiante de ingeniería de 20 años, la jornada de ayer de los participantes del Saloufest, el certamen que agrupa 5.000 universitarios en Salou (Tarragona) hasta el jueves. El evento, basado en fomentar las competiciones deportivas entre alumnos de distintas universidades, prometía a sus participantes noches de desenfreno, alcohol y sexo fácil . EL PAÍS comprobó anoche que el programa cumplió lo prometido, al menos en los dos primeros puntos. "El sexo también llegó. Me hice con dos muñecas a la vez. Tuve que pedirles que se fueran de mi cama", alardea Anderson. Nadie de sus compañeros parece creerle.
La juerga arrancó de buena mañana, prosiguió hasta pasadas las seis de la madrugada y se cerró sin incidencias destacables, ha subrayado el Ayuntamiento. "No hay molestias, es una reunión bajo control que no perjudica a nadie", ha señalado un portavoz municipal. "Nadie habla de los deportes que realizan los jóvenes. La fiesta nocturna es sólo una parte del programa", añade. Una parte importante, según pudo comprobar ayer este diario, que pasó la jornada nocturna con Anderson y su tropa: un puñado de jóvenes con aspecto de futbolistas y aliento de barra de bar. Fue una noche memorable. "Lo logramos: hemos bebido un litro de vodka entre dos", añade Troy Buffenberger, otro del grupo.
Fútbol y playa
La jornada de esta pandilla de estudiantes arrancó a las ocho de la mañana y pasó la mañana participando en un torneo de fútbol. Anderson y sus amigos defendieron los colores de la Universidad Brunel de Londres. Allí estudian Ciencias del Deporte, Empresariales e ingenierías técnicas. Aseguran que sacan buenas notas, pero el deporte parece no ser lo suyo. A mediodía, tras quedar "algo humillados", fueron a la playa. "Bebemos muy poca cerveza. Nos gusta más el vodka", señala Tom Frumerman, otro estudiante de 19 años. Allí se gesta la proeza de la noche: qué pareja logrará beber un litro de vodka. Buffenberger se llevará la palma, pero falta cómo conseguirla.
El repostaje oculto
A media tarde los jóvenes desfilan hacia el hotel. Operación peligrosa: el recinto prohíbe el acceso de alcohol y los jóvenes quieren asegurarse el repostaje nocturno. Adquieren media docena de botellas -algunas de refresco- además de los tetrabriks de sangría. "La de toda la vida", señala el compañero Tom Schulz. Parece muy animado pero se quedará la noche en casa. "Bebió demasiado para arrancar, no tuvo ritmo", sentenciará Andersen ya de madrugada. La compra se oculta fácilmente: las bolsas de deporte abultan algo más de lo habitual, imperceptible para ojos inexpertos. La tropa de Anderson pasa la prueba y baja a beber al bar del hotel. "Lo otro se quedará para la noche. Así no nos quedaremos sin gasolina".
Tribus africanas contra agentes especiales
Salou es un carnaval. El Saloufest organiza fiestas temáticas a cada noche en la que los jóvenes deben caracterizarse sobre el asunto . Hoy, lógica inexplicable que nadie parece conocer, los hombres se vestirán de jefes de tribu africana y las mujeres de efectivos de las fuerzas especiales de seguridad estadounidenses. Distintos grupos se reúnen a las puertas de los nueve hoteles que acogen a los universitarios. Allí empiezan las batallas de cánticos con una potencia pulmonar envidiable, los primeros roces de cara a la seducción. Anderson y sus amigos van a lo suyo: apenas hablan con mujeres para pedirles si tienen este u otro tipo de alcohol. "Ahora los amigos, las chicas ya caerán", augura confiado el joven.
El Pubtinerary, clave del desenfreno
Anderson arranca la ruta fijada en el Pubtinerary que entrega la organización. Un mapa que haría las delicias de cualquier turista en busca de movida nocturna en una localidad desconocida. Ocho bares, cuatro clubs y una docena de sitios de comida rápida que ofrecen descuentos para los participantes del Saloufest, precisamente señalizados en un mapa que sabría interpretar cualquier niño. "Las letras son muy pequeñas, a media noche ya no puedes distinguirlas", se queja Schultz. Parece que la bebida se le empieza a atragantar y no tardará en regresar al hotel. El Pubtinerary detalla además las ofertas de cada local: "Pregunta por Jonny y toma un chupito gratis a la entrada", señala uno; "Déjate caer y deja que Nilkki y sus chicas cuiden de ti", señala otro que atrae a Andersen. Allí pasa gran parte de una noche tranquila: algún vómito, alguna ambulancia, alguna pelea entre amigos, algún malentendido. Nada grave y el centro urbano de Salou parece tranquilo, aunque ruidoso. "En esa zona apenas hay vecinos porque la mayoría son segundas residencias", apunta el Ayuntamiento.
Una mano amiga hasta la habitación
Sobre las cuatro de la madrugada apenas quedan locales abiertos. Los últimos universitarios zigzaguean por la calle sin percatarse en la sonrisa de Anderson: "Ahora vamos a por la gasolina", dice orgulloso de camino al hotel. Le acompañan, esta vez sí, un grupo de chicas que han conocido en el último bar. También algún compañero que parece arrastrarse muy afectado por los excesos. "Este no sabrá ni en que habitación estaba", avisa Anderson. Ningún problema: el hotel les recibe con cuatro empleados que realizan las tareas de vigilancia. "Más bien les llevamos hasta la cama, porque llegan un poco desfasados", comentan. Sujetan por la espalda al compañero de Anderson y lo acompañan paso a paso hasta la habitación. Anderson y su tropa seguirán hasta pasadas las seis de la madrugada, según relata él mismo ya a la mañana siguiente. "Una noche dura, hoy más", comenta afónico. ¿Y los deportes? "Hoy, sólo ajedrez".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.