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"También los exiliados estamos indignados"

Alrededor de 300 personas se concentran ante la embajada de España en Londres

"También los exiliados estamos indignados", rezaba una de las pancartas blandidas por los tres centenares de jóvenes y algunos no tan jóvenes que se han concentrado al atardecer del viernes ante la embajada de España en Londres. La capital británica ha sido estos años el destino de muchos jóvenes españoles que buscan lo que tanto cuesta encontrar en España: trabajo. "Tened cuidado con los ingleses, que saben mucho de esclavismo", proclama un hombre ya entrado en años. Un puñado de los jóvenes están preparando las pancartas sin hacerle demasiado caso. "Los nuevos esclavos están fregando hoteles", insiste. "¡Dímelo a mí!", le contesta un chaval con buen humor.

Poco a poco, la esquina frente a la residencia del embajador, en la elegante Belgrave Square, se va poblando de gente. Un elegante ciclista, sorprendido por el barullo, se detiene un momento para enterarse del motivo de la concentración y sonríe con satisfacción cuando le explican por qué están allí.

No todos los concentrados son jóvenes y no todos viven en Londres. Montse y Joan llevan aquí varias semanas estudiando inglés a pesar de no ser exactamente unos chavales. "Soy arquitecto retirado", dice él. "Yo soy directora de museo", explica ella. Se han acercado a la embajada "porque hay que acabar con el bipartidismo, porque hay que cambiar un sistema electoral que margina a la tercera opción", afirman. Y cuanto más hablan, más se radicalizan. Pero están en contra del abstencionismo. "Hay que votar. En blanco o a un partido minoritario, pero hay que votar porque nos ha costado mucho conseguir el derecho a votar", claman.

"Mamá, mándame chorizos que allí sobran"

Alicia y el que parece su novio, Paul, contemplan a los manifestantes con calma y aparente satisfacción. Viven en Londres. Ella es española y dice que aquí no le va mal. Lleva cinco años en la capital británica. Pero ha querido acudir a la protesta porque cree que en España no podría tener el mismo trabajo y para defender a su familia, a sus padres y sus hermanos, que lo están pasando mal. "Estoy aquí porque hay que cambiar el sistema electoral, porque hay que acabar con los privilegios de la Iglesia católica, porque...", se embala, enfadada.

Pero el buen humor y el tono festivo domina la concentración. Las pancartas buscan los juegos de palabras con el vocablo chorizo. "Mamá, mándame chorizos que allí sobran", proclama una. Otros juegos de palabras se inspiran en la aldea global: "Yes, we camp", reza otra, jugando entre la acampada y el "sí, podemos" que llevó a Obama a la Casa Blanca.

Una chica opta por la tecnología de doble uso: en un lado de la pancarta se ríe de si misma rimando su rimbombante licenciatura universitaria con su empleo de "limpiaplatos a raudales"; en el otro, quizás pura casualidad, hay un anuncio de mercadillo: "Brazaletes y pendientes a 3,5 libras", dice, en inglés.

La cacerolada empieza, puntual, a las 7,30 de la tarde, las 8.30 en la España peninsular. El que no tiene sartén a mano, acompaña con palmas. Y empiezan los cánticos, los saltos, las manos arriba, los "todos al suelo, esto es un banquero". Banqueros y políticos, PP y PSOE, encabezan la lista de insultados. Pero reina, sobre todo, el buen humor. A pesar de las circunstancias.

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