Mas apuntala su victoria apelando al cambio sin compromisos concretos
CiU exhibe fortaleza al llenar con 20.000 personas el Palau Sant Jordi
Cataluña se presta a vivir a partir de mañana un histórico fin de ciclo que desplazará al gobierno de izquierdas para aupar a Artur Mas, candidato de Convergència i Unió al poder. Todos los sondeos apuntan a que el cambio es irreversible y CiU dio anoche una exhibición de fuerza llenando con 20.000 simpatizantes el Palau Sant Jordi, feudo inexpugnable hasta ahora para los convergentes y al alcance de los socialistas. "¡Estamos a punto de llegar a Itaca!", exclamó Mas, que acaba la campaña sin haber concretado propuestas como el concierto económico para Cataluña.
Con unas gradas atestadas, con simpatizantes llegados de toda Cataluña, CiU no llenaba el Sant Jordi desde hacía 15 años y ayer vivió su fiesta soñada desde que en 2003 el tripartito alcanzó la Generalitat . Y Mas vivió uno de los mítines de su vida. Convencido de que a la tercera va la vencida, el candidato dio casi por acabada la "travesía del desierto". Y no se olvidó de nadie: dio las gracias a su maestro Jordi Pujol; alabó al democristiano Josep Antoni Duran i Lleida como el mejor político de España; agradeció la campaña del controvertido David Madí y se le escaparon las lágrimas cuando citó a su mujer, Helena Rakosnik, cuando leyó la dedicatoria que le escribió en el libro La máscara del Rei Artur, de Pilar Rahola : "Por ser la coprotagonista de 30 años de mi vida. Celebraremos las victorias, frente a las adversidades y sonreiremos a la vida que nos ha dado más de lo que nos ha quitado".
Fue el colofón de una campaña que los estrategas de CiU estiman casi perfecta porque, sostienen, si la participación es del 53% (ahora la calculan en el 55%) tendrán mayoría absoluta. "A mi hija la felicitan por la calle y no quiero eso. Hay que ir a votar", avisó Mas, que aseguró que administrará con humildad los votos de electores de otros partidos. Al estilo de José Luis Rodríguez Zapatero cuando dijo "no os fallaré", Mas afirmó: "Si pierdo esa generosidad, me metéis la bronca y me estiráis de las orejas".
Tirando de épica, el líder de CiU tiene sed de gobernar el país "sin necesidad de rendir cuentas" y en el tono positivo de su campaña no mencionó a ninguno de sus rivales pese a que la coalición mostró unas lonas gigantes con fotos de un mitin del PSC y aseguró que iban a servir el día anterior en el acto socialista para tapar sillas vacías. El PSC respondió que se trató de un "intento grosero de manipulación de CiU". Mas quiso dar un sello histórico a su último día de campaña: por la mañana leyó una declaración ante el Monasterio de Sant Benet donde fue proclamado candidato en enero instando al cambio con aires de Obama ?"Si Cataluña suma, puede"? y reiteró que nunca nadie ha podido con la "voluntad de avanzar" de Cataluña.
Hubo momentos para enterrar viejas desavenencias. Apartado de primera línea de campaña hasta ayer y sin riesgo de eclipsar a su delfín, Pujol alabó el liderazgo de Mas por haberse forjado "en la adversidad y las decepciones". Y Duran i Lleida arremetió contra los socialistas e ICV, y se rindió al que fue su antiguo rival: "Yo también quería ser presidente de la Generalitat y fui adversario dentro de una misma familia. Mas no debe nada a nadie y se ha ganado el prestigio. Y yo me quedaré muy satisfecho si lo es".
Un candidato en una burbuja
Ni una fábrica, ni un mercado ni un aula de la universidad. Mas ha logrado algo meritorio: pasar por la campaña sin apenas entrar en contacto con la ciudadanía salvo en reuniones sectoriales y que agrupaban básicamente a gente afín. La cúpula nacionalista ha visualizado estas jornadas al milímetro. Como un candidato protegido dentro de una burbuja, Mas ha evitado así sufrir ante las cámaras el menor aprieto y sorteado cualquier situación que se le pudiera escapar de las manos. Objetivo: riesgo cero. Y objetivo cumplido.
Tras la abrupta campaña de 2006, en la que se estrelló con la ocurrencia de prometer ante notario que no pactaría con el PP y ridiculizó en un vídeo al tripartito, Mas ha optado por una estrategia opuesta. En un símil futbolístico, si entonces jugó con cinco delanteros, ahora ha tirado del catenaccio. Su obsesión ha sido no incurrir en el menor fallo sorteando tanto "las pieles de plátano" de sus rivales (desde el caso Palau a insultos) ni las que le pudieran poner espontáneamente los electores. De hecho, la única escena en la que Mas tuvo un cierto encontronazo fue antes de la campaña cuando en una reunión de sus amigos de Facebook, junto a la plaza de Cataluña, un joven de Zaragoza y de izquierdas se coló entre los admiradores de Mas que buscaban retratarse con él y le pidió que explicara qué pensaba hacer con los jóvenes en paro. La situación acabó con cierta tensión. No se le ha vuelto a ver otra escena espontánea igual salvo ayer con un grupo de escolares que coincidieron con él en el monasterio de Sant Benet.
Quienes se han pateado la calle han sido sus escuderos: desde Oriol Pujol, con el puerta a puerta, a Felip Puig, repartiendo propaganda en los mercados mientras Mas, ejerciendo casi de futuro presidente, ha ido explicando su programa por sectores por la mañana y al mediodía en diversos foros y siempre en locales cerrados. No ha perdido tiempo en comidas: solo se ha sentado alrededor de una mesa con los médicos y los comerciantes. Y, por la noche, a hacer kilómetros: más de 2.200 desde el Pirineo al Delta para ofrecer mítines. Eso sí: a diario ha ofrecido ruedas de prensa.
Con la coartada de que en las arcas no habrá ni un euro, no ha prometido nada hasta el punto de que su propuesta estrella, la del concierto económico para Cataluña, está condicionada a que en 2012 PSOE o PP le necesiten. Solo con eso, los sondeos apuntan que mañana arrasa
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.