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Columna
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Viene de lejos

Hay cosas que un partido tiene que tener claras y, si es partido de gobierno, más todavía. La primera es que su estructura y funcionamiento interno tiene que adecuarse a la estructura del Estado realmente existente. Únicamente así puede competir con posibilidades de éxito. A AP le costó toda la década de los ochenta aprenderlo y tuvo que revisar su programa y refundarse como PP en el Congreso extraordinario de 1989, para poder empezar a competir de verdad en los años noventa.

El PSOE no ha tenido este problema con carácter general. No solo porque su cultura política más que centenaria es muy distinta de la del PP, sino además porque no tuvo dificultades en aceptar el proceso de descentralización política que se puso en marcha con la Constitución. Todo lo contrario. El Estado autonómico tal como lo conocemos es el resultado del pacto entre un Gobierno de UCD declinante y un PSOE ascendente, que tendría después que ocuparse prácticamente en solitario del desarrollo del mismo. Hasta 1992 no se incorporaría el PP a esa tarea.

Para competir en Madrid, el PSOE debe tener una dirección en la comunidad que sea respetada

Ahora bien, el que no haya tenido ese problema con carácter general no quiere decir que no lo haya tenido de manera particular con Madrid. Tengo la impresión de que en el PSOE nunca se ha reflexionado en profundidad sobre lo que ha significado, significa y va a significar cada vez más el hecho de que Madrid se haya constituido en comunidad autónoma. Tampoco lo han hecho los nacionalistas catalanes y vascos y de ahí la comprensión errónea con la que operan de lo que es realmente el Estado español. Pero este es otro tema.

Ciertamente no es fácil. La frontera entre el Estado y las dieciséis comunidades restantes es clara tanto desde una perspectiva política como jurídica, aunque la repercusión de lo que ocurre en cada una de ellas en el conjunto del país no sea la misma. Los toros se prohíben en Canarias y no pasa nada, pero se prohíben en Cataluña y se arma la de Dios. Pero la frontera está clara.

La frontera entre el Estado y Madrid no está clara. Madrid no es una comunidad autónoma más. Lo es jurídicamente, pero no políticamente. Políticamente, por decirlo de una manera gráfica, Madrid es más París que Berlín, por no decir nada de Roma. La estructura del Estado español se asemeja mucho más a la de Alemania o Italia que a la de Francia, pero en nuestra cultura política, aunque está cambiando de manera muy rápida, el peso del centralismo sigue siendo muy alto.

Entra dentro de lo lógico, en consecuencia, que la dirección nacional de un partido, en este caso del PSOE, considere que la competición política en Madrid no es una competición en un ente subcentral del Estado, sino que es una competición estatal y es lógico, en consecuencia, que quiera tomar cartas en el asunto.

Viene de lejos. Felipe González, ante el temor de que tuviera consecuencias electorales para el PSOE en toda España la decisión de imponer un recargo del 3% en el IRPF adoptada por la Asamblea de Madrid de una manera plenamente constitucional, como confirmó en su momento el Tribunal Constitucional, llamó a capítulo a Joaquín Leguina e impuso una rectificación. Y las idas y venidas entre la dirección nacional y regional en torno a las candidaturas de Simancas en varias consultas en y después del tamayazo también son conocidas.

En mi opinión, es un error. La dirección federal del PSOE tiene que interiorizar que Madrid es una comunidad autónoma y que la competición es distinta cuando se hace en Madrid como comunidad autónoma que cuando se hace en Madrid como provincia en unas elecciones generales. Mientras no lo haga, va a estar dando palos de ciego.

Para competir en Madrid, el PSOE tiene que tener una dirección en la comunidad que sea respetada. Dentro y fuera. Y si no lo es dentro, no lo va a ser fuera. No me refiero para competir en 2010, sino para competir siempre. No se puede transmitir la imagen de que un militante sirve para dirigir el partido en la comunidad, pero que después no puede presentarse como candidato del partido a presidente de la misma. Eso es así en el modelo PNV, pero en ningún otro.

¿Puede tener el PSOE en Madrid una dirección política con entidad, ocupada por personas con la capacidad y ambición política indispensables, si sabe que está sometida a una tutela externa que puede revocar sus decisiones? ¿Hay alguien que no sea un San Francisco de Asís que esté dispuesto a jugarse el todo por el todo en esas condiciones?

Esto no tiene nada que ver con las primarias, que pueden ser un buen método para la selección de candidatos electorales, siempre que se regulen bien y que no se conviertan en una manera de salir de un apuro.

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