"Nadie quería irse a casa"
Recuerdos de las escaleras del hotel Palace, centro de operaciones de periodistas y negociadores
Tenían miedo. Algunos, como los fotógrafos Antonio Suárez y Sigfrid Casals habían preparado su huida a Francia o Italia; otros, como Luis Magán, pensaban en deshacerse de la barba y el pelo largo como primera medida para no ser identificados como "rojos". Pero a los periodistas de la fotografía que, sentados en las escalerillas del hotel Palace, frente al Congreso, devoran las páginas de una de las siete ediciones especiales que EL PAÍS sacó a la calle por el 23-F, les pudo aquella noche el oficio.
Casals, que había estado retenido en el Congreso y había asistido aterrorizado al primer tiroteo, atravesó la puerta una vez liberado con un solo pensamiento: "¿Tengo gasolina suficiente para largarme ahora mismo?". Jordi Socias, entonces dueño de la agencia Cover, para la que trabajaba Casals, recuerda: "Salió pálido, tembloroso". Pero una vez fuera, reconfortado e interrogado por sus compañeros, no pudo marcharse. Hoy, Casals lamenta sobre todo una cosa: "Saqué los carretes escondidos en los calcetines, pero el material no era bueno. Dentro no pude hacer buenas fotos. Me la jugaba".
El guionista de cine y televisión y exdirector de Programas de RNE José Ángel Esteban volvía de un ensayo con su grupo, Glutamato Ye-ye, cuando se enteró del golpe. Tenía 23 años. "Salí corriendo. Quería estar allí. Era un acontecimiento histórico". Tomó cientos de notas, que tan solo tres semanas después del golpe se convirtieron en un libro, Todos al suelo, escrito junto a los también periodistas Bonifacio de la Cuadra, Ricardo Cid, Fernando Jáuregui, Rosa López, José Luis Martínez y Juan Vam den Eyde. Recuerda perfectamente la llegada del ejemplar de EL PAÍS. "El periódico fijó los sentimientos que todos teníamos. Entonces la tinta impresa era definitiva, fijaba emociones.Ahora, con Internet, es diferente. Ese instante constante en que se ha convertido el periodismo lo hace todo más fluctuante".
De aquel ejemplar de EL PAÍS la periodista María Antonia Iglesias recuerda: "Fue un gesto de coraje y la señal de que los golpistas no lo tenían todo controlado. Nos agrupamos todos en torno a un periódico que en ese momento era el referente de la lucha por la democracia". "Recuerdo a Fraga enfadadísimo porque no le habían llevado con los malos, que eran los buenos [Suárez, Carrillo y González, sacados por los golpistas del hemiciclo], y lo que nos preocupamos por ellos. Entonces periodistas y políticos tenían otro tipo de relación. Algunos eran verdaderos amigos y sentíamos que su suerte era la nuestra".
Versión ampliada: www.elpais.com
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