"Nadie quería irse a casa"
Recuerdos de la escalera del hotel Palace, centro de operaciones de periodistas y negociadores el 23-F
Nadie se atrevía a salir. Las calles estaban desiertas, los semáforos se abrían y cerraban para ningún coche. Con el corazón en un puño, recluidos en sus casas, los españoles esperaban noticias sobre el golpe de Estado, pensando en lo poco que había durado la democracia. Pero apenas quedaba un hueco libre en las escalerillas del Hotel Palace, frente al Congreso asaltado. Los periodistas que se encontraban en ese momento en la Cámara decidieron quedarse en cuanto fueron liberados y los que en ese instante estaban lejos corrieron hacia allí. De madrugada, como se ve en la imagen, pudieron devorar las páginas del diario EL PAÍS, que entre el 23 y el 24 de febrero de 1981 salió siete veces a la calle para defender la Constitución e informar, con el paso de las horas, del fracaso de un golpe de Estado. Así lo recuerdan los periodistas retratados en esta imagen de Ricardo Martín.
María Antonia Iglesias (1). "Aquel ejemplar fue un gesto de coraje". En la fotografía es la primera por la izquierda, con una chaqueta blanca de lana con dibujos. "La chaqueta tiene historia porque el capitán Acera me gritó: '¡Usted! ¡La de los muñecos! ¡O se larga de aquí o la meto toda la noche en un váter". "Recuerdo la cara de miedo de un chico, agente de prensa de UCD, cuando nos dejaron salir al resto de periodistas y a él no. Me dio un papelito con un teléfono y me rogó: 'María Antonia, llama a mi mujer, por favor". "También recuerdo a Manuel Fraga enfadadísimo porque no lo habían llevado al cuartito con los malos, que eran los buenos -Suárez, González, Carrillo, sacados del hemiciclo por los golpistas-. Nos preocupábamos mucho por los políticos. Entonces periodistas y políticos teníamos una relación muy diferente a la de ahora. Algunos teníamos verdaderos amigos dentro -del hemiciclo- y sentíamos que su suerte era la nuestra".
Iglesias recuerda perfectamente el instante en que fue tomada la fotografía. "Es la imagen de la solidaridad profesional: todos agrupados en torno a un periódico que en ese momento era el referente de la lucha por la democracia. Aquel ejemplar fue un gesto de coraje y una señal de que los golpistas no lo tenían todo tan controlado. Fue muy estimulante porque hubo momentos en que nos temíamos lo peor".
La periodista asegura que nadie quiso irse a casa. "En medio del drama, fue una experiencia muy gratificante. En ese momento, estabas dispuesta a hacer cualquier cosa por personas a las que no conocías de nada. Yo pasé miedo, claro. Sobre todo al principio. Mi hija tenía tres años y yo estaba muy angustiada por lo que podía pasar, pero por otro lado, te podía la pasión por saber lo que estaba pasando".
José Ángel Esteban (11). "No quería perdérmelo por nada del mundo"."Estaba ensayando con un grupo de la movida, Glutamato Ye-Ye, del que era bajista. Tenía 23 años. Un amigo periodista me dijo 'ha habido un golpe de Estado' y salí corriendo. Quería estar allí. Era un acontecimiento histórico y no quería perdérmelo por nada del mundo. Nunca tuve una sensación catastrófica, ni pensaba en huir a París. En aquellos momentos no te planteabas estas cosas".
El periodista, guionista de cine y TV y exdirector de programas de RNE, recogió decenas de notas de testimonios en cuadernos que solo tres semanas después del golpe se convirtieron en un libro, Todos al suelo, editado por José Luis López y escrito con los también periodistas Bonifacio de la Cuadra, Ricardo Cid, Fernando Jáuregui, Rosa López, José Luis Martínez y Juan Vam den Eyde. Esteban también recuerda la llegada de los ejemplares de EL PAÍS, en cuya lectura aparece enfrascado en la fotografía. "Fijó los sentimientos que todos teníamos. Entonces la tinta impresa era definitiva, fijaba emociones. Ahora, con Internet, es diferente. Ese instante constante en que se ha convertido el periodismo lo hace todo más fluctuante"
Sigfrid Casals (8). "No pude hacer buenas fotografías dentro. Me la jugaba". Estuvo retenido en el Congreso por los golpistas hasta las nueve de la noche. "Cuando me dejaron salir, la idea era largarme de España y todo lo que pensaba era si tenía gasolina suficiente en el coche para irme ya. Me equivoqué. Pensé que aquello iba a acabar mal". Casals, fotógrafo entonces de la agencia Cover, lo pasó mal en la Cámara. "Cuando empezaron a disparar al techo pensé que aquello no se acababa nunca". Al reencontrarse fuera con otros compañeros periodistas que le interrogaron y le reconfortaron, decidió quedarse. Le ha quedado una espinita. "Saqué los carretes escondidos en los calcetines pero el material no era bueno. Dentro no pude hacer buenas fotografías, me la jugaba". Recuerda aquel ejemplar de madrugada de EL PAÍS. "Nos lo bebíamos". En realidad, recuerda, en aquellas escaleras del Palace, no hablaban mucho. "Sobre todo observábamos".
Antonio Suárez (10). "Hasta que no les vi escaparse como ratas por las ventanas, no lo tuve claro". "Yo tenía 29 años. Los disparos me pillaron entrando en la agencia (Cover) para entregar unas fotos que había hecho de una inglesa que estaba en la escuela de tauromaquia aprendiendo a ser torera. Me fui corriendo para el Congreso con Alfonso Rojo, que ese día estaba de visita en la agencia. Vimos unas lecheras de policía y las seguimos, saltándonos los semáforos y todo", recuerda el fotógrafo. "Una vez allí, la confusión era absoluta. No sabías quién era quién. Yo había llamado a mi casa para que me prepararan el pasaporte por si acaso. Ya había estado en el exilio, en Francia, y no me importaba volver. Recuerdo aquella edición de EL PAÍS. Fue muy impactante y a la vez nos dio tranquilidad, aunque hasta que no vi a los guardias civiles salir como ratas por las ventanas del Congreso escapándose no lo tuve claro. También fue importante el discurso del Rey y darnos cuenta de que no estaba en el ajo". El Palace, relata, se convirtió en "el centro de operaciones de todos los periodistas y de las negociaciones políticas. En aquellas escaleras nos contábamos unos a otros lo que íbamos a hacer con nuestras vidas e intentábamos animarnos diciendo que el golpe no iba a triunfar".
Jordi Socías (6). "Era como una peli de suspense y de terror en directo". El fotógrafo, fundador de la agencia Cover, tenía 36 años aquel 23-F. "Veíamos llegar a guardias civiles y no sabíamos si estaban con la Constitución o en contra así que aplaudíamos a todos. Fue una noche muy larga. Recuerdo que cuando soltaron a Sigfrid (Casals) salió pálido, con cara de susto y ganas de decir muchas cosas pero aún tembloroso". El ejemplar de EL PAÍS que leyó en aquellas escaleras del Palace, asegura, "fue un soplo de aliento, significaba que no todo estaba perdido. Podía haber pasado cualquier cosa, dentro del Congreso podía haber sido como tiro al pichón con los diputados sentados en sus escaños. Yo he vivido la mitad de mi vida en democracia y otra mitad en dictadura, pero aquel día me parecía tremendo tener que volver atrás".
Luis Magán (9)."Recuerdo a Tejero señalándome"."Fue una noche muy emocionante, llena de incertidumbre. Yo tenía 24 años, venía de trabajar en Mundo Obrero y entonces estaba en Cover. Ese día no estaba trabajando, porque estaba enfermo, pero iba en un taxi, oí lo del golpe y me fui corriendo a casa a por el equipo", cuenta el fotógrafo. "El taxista, por cierto, estaba encantado con la noticia". "Pensé en que tenía que cortarme la barba para tener menos pinta de rojo si triunfaba el golpe". No tuvo que hacerlo. "Fue muy emocionante cuando llegó EL PAÍS con el titular de El intento de golpe de Estado, en vías de fracasar. Aún lo guardo. El periódico fue muy valiente en salir aquel día como salió". Magán recuerda las idas y venidas de José Luis Aramburu Topete, el director general de la Guardia Civil. También las fotografías que le hizo a Tejero. "Sale señalándome".
Gaspar Rosety (2):"Los guardias civiles me dejaron sin cigarrillos". Era periodista deportivo -hoy es el director de medios de la Federación Española de Fútbol- pero se plantó frente al Congreso sin pensarlo."No tenía que mandar ninguna crónica, pero me pareció que en ese lugar se estaba produciendo una noticia importantísima que iba a cambiar el curso de la historia de España y quería estar allí", cuenta. "Yo tenía 22 años. Recuerdo que los guardias civiles que vigilaban que nadie entrara en el Congreso eran muy jóvenes y nos pedían cigarrillos. Me quedé sin tabaco". "Por la noche, al ver que los golpistas no recibían ningún apoyo externo, pensé que iban a fracasar"
Javier Martín (5): "La mujer de Tejero había alquilado un autobús lleno de guardias civiles". "Yo tenía 26 años y trabajaba en Europa Press. Recuerdo que pasé una información importante porque vi llegar a un autobús cargado de guardias civiles, pedí información de la matrícula y resultó que lo había alquilado la mujer de Tejero". "Cuando llegó EL PAÍS entendí que la cosa pintaba mal para los golpistas aunque no las tenía todas conmigo". Durante aquellas 17 horas, recuerda, "no comimos ni bebimos ni dormimos nada". Martín sí recuerda haber hecho largas colas para utilizar el único teléfono disponible, el del Palace.
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