Manos Limpias, un 'sindicato' para ajustar cuentas
El 'ultra' Miguel Bernard logra imputar a Garzón tras 12 años de intentos
Llevan detrás de Garzón desde 1997 y el Supremo les ha dado el premio gordo. Manos Limpias, el sindicato ultraderechista urdido por el franquista Miguel Bernard Remón, al que el propio Tribunal Supremo instó a investigar por un delito de acusación y denuncia falsas, ha conseguido imputar en el alto tribunal al juez que intentó investigar los crímenes del franquismo.
Bernard, única cara visible del sindicato, tiene una larga trayectoria como cabeza visible de la ultraderecha en el Ayuntamiento de Madrid, donde ejerció como funcionario desde los años 70, y como delfín del líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, y secretario general del Frente Nacional. En los 80 ya destacó por su vocación justiciera. El entonces alcalde, Enrique Tierno Galván, le sancionó en 1982 con suspensión de empleo y sueldo por acusarle a él y a los entonces concejales Joaquín Leguina y José Barrionuevo de malversación de fondos. Los tribunales primaron que Bernard fuera delegado sindical del ultraderechista Frente Nacional del Trabajo y le reintegraron a su puesto.
En 1989 fracasó en las oposiciones para ser jefe de servicios de la Policía Municipal, pero con la llegada del PP al ayuntamiento de la capital su estrella comenzó a refulgir de la mano, entre otros, del polémico concejal Ángel Matanzo, famoso por el cierre de discotecas, teatros y sex shops.
En los años 90 aún se ufanaba de una ideología ultraderechista que ahora trata de diluir. "Ahora que el PP se ha centrado, nosotros somos la derecha nacional pura y dura", proclamaba entonces. Contrario a la regulación del aborto "en ningún supuesto" y absoluto partidario de la pena de muerte, se mostraba más condescendiente con los inmigrantes, "porque en algunas empresas cubren la mano de obra que los españoles no quieren".
Fracasó en su objetivo de llegar al Parlamento Europeo en 1994 y al año siguiente copió de los jueces italianos el modelo de Manos Limpias. Un sindicato al que no se le conocen delegados pero que, según Bernard, contaría con varios miles de afiliados cuya identidad se desconoce. Se estrenó con una denuncia contra varios cargos socialistas por la gestión de la Expo de Sevilla y desde entonces ha presentado denuncias y querellas a centenares, casi contra todo lo que se mueve: el PSOE, el PNV, Garzón, Nunca Mais, la Generalitat de Cataluña... Pero también contra un párroco o un guardia civil que reconocieron su homosexualidad, unos bomberos que reclamaron en calzoncillos mejoras laborales, el programa infantil Los Lunnis o el futbolista Samuel Eto'o por unas frases "ofensivas a Madrid". La inmensa mayoría de estas acciones han sido rechazadas, pero Bernard sigue su particular ajuste de cuentas contra el tiempo que le ha tocado vivir.
En diciembre de 2006 arremetió contra el juez y la fiscal del 11-M, pero ahí no tuvo tanta suerte. La misma Sala Penal del Supremo que ahora le ha propulsado al estrellato archivó la querella y le remitió a él al juzgado. La querella sobrepasaba "los límites del prudente ejercicio de las acciones penales" y entrañaba "un manifiesto abuso de derecho y fraude procesal", por lo que dedujeron testimonio por si hubiese incurrido en delito de acusación y denuncia falsas. Dos de los magistrados que firmaron aquella resolución han apreciado ahora que, tratándose de Garzón y de los crímenes del franquismo, una querella por prevaricación no es tan "absurda ni irracional".
No es que en el Supremo aprecien a Manos Limpias. Más bien al contrario. Pero a falta del fiscal y para ajustar cuentas, bien les viene Manos Limpias, llámese Atutxa o Garzón el querellado. Porque el único éxito que se le recuerda al oscuro sindicato es la condena por el Supremo del ex presidente del Parlamento Vasco, precisamente por delito de desobediencia al Tribunal Supremo.
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