Maniobras políticas en torno a una frontera asfixiante
El tráfico comercial entre Marruecos y la ciudad española genera 440 millones de euros anuales
El día 23 se reunirán en Rabat el titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y su homólogo marroquí, Taieb Cherkaoui. El primer encuentro desde que Cherkaoui fue nombrado ministro, a principios de este año, coincide con las crecientes tensiones en torno a la frontera con Melilla y después de cinco quejas del Gobierno marroquí sobre unos supuestos incidentes con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado españoles. La nota de prensa de Interior decía ayer que en la entrevista "se analizarán cuestiones como la cooperación policial, la lucha contra el terrorismo y contra la inmigración ilegal y otros asuntos comunes". Dentro de estos "asuntos comunes" se encuentra, sin duda, Melilla. Y, sin embargo, no está muy claro qué va a "aclarar" el Gobierno español: en la frontera no pasa nada nuevo, dicen los melillenses. Es un espacio lleno de tensión en el que, si no se pone remedio, siempre habrá incidentes que podrán ser manipulados políticamente por Marruecos un verano (o invierno, otoño o primavera) tras otro.
Pasar la frontera entre Melilla y Farhana o Beni Enzar, en Marruecos, no es como cruzar de Irún a Francia; ni como atravesar Suiza para entrar en Alemania. Aquí las aglomeraciones son brutales; los funcionarios, pocos; hay mujeres que van cargadas con 50 kilos a su espalda -una de las cuales murió aplastada por la masa en noviembre de 2008 tras caerse cuando se abrían las puertas de Melilla-; y los coches y las personas transportan constantemente artículos de contrabando que, según la delegación del Gobierno de la ciudad autónoma, movieron en 2006 440 millones de euros, aunque en Marruecos se calcula que de Ceuta y Melilla generan más de 1.400 millones de euros anuales con el estraperlo.
Hay tres pasos fronterizos en Melilla (cuatro si se cuenta el de Mariguari, para estudiantes y padres que tienen que cruzar cada día la frontera para ir al colegio o al instituto y que está cerrado en verano): Beni Enzar, la frontera internacional, la más grande, abierta las 24 horas, con aduana comercial, por donde los activistas marroquíes no dejaron el jueves entrar a los camiones con pescado, fruta y verdura; el Barrio Chino, paso habilitado de siete de la mañana a diez de la noche para transporte a pie de mercancías, por donde pasan cada mañana las porteadoras, cargadas como mulas; y Farhana, paso establecido para los habitantes de Nador y de Melilla, que también cierra por la noche. Entre ellos, la verja, una trampa mortal de ocho metros de altura para inmigrantes que, si no disuade, probablemente mate en alguno de los tres niveles de amasijos de alambres y pinchos al que intenta cruzarla. "Es como Jerusalén", dice un melillense musulmán. "Ellos tienen un muro y nosotros, pinchos".
Farhana es algo más tranquilo, aunque tampoco se libra de las largas colas en muchos momentos. "Pero Beni Enzar y el paso del Barrio Chino no están preparados para el volumen de gente que reciben cada día", sostiene José Palazón, de la ONG Prodein. "Falta espacio, personal, puestos, los agentes de policía son insuficientes y por lo tanto muchas veces están estresados. Es una bomba de relojería. La frontera no está pensada para que haya una fluidez de personas y relaciones entre España y Marruecos. Es agobiante. Se hace a los marroquíes pasar por unos tornos pequeños y esperar durante horas cuando, por otro lado, se quiere que trabajen en Melilla porque hacen ganar mucho dinero a los empresarios de la ciudad gracias al contrabando. Si queremos hacer negocios con ellos, y los estamos haciendo, la frontera tendrá que ser más amable. No podemos quererlos como trabajadores y a la vez tratarlos siempre con desconfianza". En Melilla, junto al paso de Beni Enzar, las naves están cada día preparadas con sus productos para esperar a los miles de marroquíes que llegan a pie para recoger las mantas, tetra briks, ropa, neumáticos... que luego entregarán en Marruecos. Un contrabando perfectamente organizado.
Las porteadoras del Barrio Chino pasan cada día varias veces por la frontera. Las que llevan bultos grandes pueden cargar cada vez 40 o 50 kilos. Por las mañanas a primera hora se agolpan de lunes a jueves entre 6.000 y 8.000 mujeres que no quieren perder ni un minuto para entrar en Melilla, recoger sus paquetes y volver a Nador. Al igual que sucede en Beni Enzar, el trayecto no es gratis. Del lado marroquí la frontera es realmente hostil. No se trata de estrictos controles, colas o incidentes ocasionales. Para entrar hay que pagar la "rasca", una mordida variable pero obligatoria.
El contrabando no sólo da de comer a empresarios (españoles y marroquíes) y porteadores (marroquíes) sino que proporciona un importante sobresueldo a los agentes de frontera del país vecino. . El semanario independiente marroquí Al Ayam calculó en 2002 que los policías y aduaneros destinados en las fronteras de Ceuta y Melilla se embolsaban al año 90 millones de euros que recaudaban cobrando a los pequeños porteadores entre 45 céntimos y 1,9 euros por viaje, y cantidades superiores a los que transportaban la mercancía en vehículos.
De lado español, según el Sindicato Unificado de Policía (SUP), hay problemas estructurales en la frontera. Pocos medios y pocos funcionarios. "Pasan 30.000 personas por Beni Enzar", señala el secretario general en Melilla, Julián Millán. "Eso requiere, para que todos estemos tranquilos, tener cabinas de control adecuadas con medios informáticos; que haya un número de efectivos adecuado para que todos los carriles de entrada y salida puedan estar a pleno rendimiento, los puestos mejor atendidos y logremos reducir las colas; y es necesario que la franja de seguridad [la tierra de nadie entre el control español y el marroquí, donde ahora están colocados los carteles contra España de las asociaciones de activistas y el fotomontaje burlándose de las policías españolas] se vacíe, que sea de verdad un espacio de respeto mutuo entre los países que de tranquilidad a los funcionarios y a los que pasan de un país a otro".
La frontera necesita una reflexión. Mientras los políticos se reúnen, las porteadoras seguirán transportando sus bultos de 50 kilos, tres veces al día, pagando "mordidas" en Marruecos y pasando por estrechas puertas en las que, un día de mala suerte, pueden morir aplastadas por otras "mulas" de carga que, eso sí, hacen ganar dinero a los dos lados de los pasos fronterizos.
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