"De Juana es un terrorista y un desgraciado, pero ha cumplido su condena"
Santiago Carrillo, ex secretario general del PC
Desde el pequeño despacho de su domicilio, en el distrito de Retiro, se divisa todo el sur de Madrid, la ciudad donde ha residido desde su tumultuoso regreso del exilio, con peluca incorporada, tras la muerte de Franco. Santiago Carrillo (Gijón, 18 de enero de 1915), secretario del PCE entre 1960 y 1982 y uno de los artífices de la Transición española, no deja de trabajar, a los 93 años cumplidos. Prepara un nuevo libro "sobre los camaradas", explica, y se muestra escandalizado por lo que considera la miopía de Europa hacia Rusia. "Están acorralando a Rusia. La OTAN la está sitiando, la rodea por todas partes. Europa debería jugar un papel de puente, y estamos actuando como un protectorado norteamericano. Vamos a una ampliación del terrorismo, y a una tercera guerra mundial". Carrillo, recién llegado de sus vacaciones, viste elegantes pantalones grises, sujetos con tirantes, y camisa de rayas blancas sobre fondo azul. La mirada, siempre viva bajo los gruesos cristales de las gafas, y entre los dedos, el eterno cigarrillo humeante.
"La transición la hicimos
Pregunta. Cuantos más años cumple, más actividad desarrolla. Después de una etapa de silencio no para usted de hablar.
Respuesta. Estoy más activo de lo que suelen estarlo las personas de mi edad. Tengo bastante buena memoria, sigo los acontecimientos, trabajo para ganarme la vida... Tengo suerte.
P. Ha vivido siempre volcado en la política.
R. He sido un hombre de ideas, un hombre de partido. La gente de mi generación entró en el partido comunista como se entra en una orden militar...
P. O religiosa...
R. Sí, sí, militar y religiosa: poniendo a disposición del partido todos los minutos del día y la propia vida. Hoy hay ese fenómeno de los mártires que se inmolan pensando que defienden una causa justa, en algunos países musulmanes...
P. Sí... el terrorismo islamista.
R. En el partido comunista ha habido miles de personas que, sin ser creyentes, no han vacilado en arriesgar su vida ni en entregarla en la guerra contra el fascismo, y en la clandestinidad.
P. Los terroristas que se hacen estallar disponen también de las vidas ajenas.
R. No estoy comparando a los comunistas de este país con los terroristas. No. Lo que digo es que el desinterés por la vida propia al servicio de una idea, de una causa, existía en personas no creyentes.
P. Quizá hay un punto de fanatismo en esa forma de defender las ideas.
R. En España no había diez modos de defender las ideas. A mi generación no le quedó más remedio que hacer la guerra con todas las consecuencias, y la resistencia.
P. Usted, que tuvo un papel tan destacado en la Transición, tan elogiado por todos, ¿no tiene la sensación de que la sociedad española está más dividida y crispada de lo que lo estaba al inicio de aquel periodo?
R. Hay un problema. Todavía no hemos asimilado los cambios que nosotros mismos hemos introducido en la estructura del Estado. Con la Constitución de 1978 se liquida el Estado centralista y surge el Estado de las autonomías, que se acerca en cierto modo al federalismo. Yo creo que ni los políticos ni muchos ciudadanos hemos llegado a asimilar ese nuevo Estado.
P. Quizá porque está en constante ebullición. No se sabe hasta dónde llegan las aspiraciones de algunas comunidades.
R. Eso no me alarma. Un cambio de Estado tan profundo no se asimila en poco tiempo. Hace falta rodar ese nuevo Estado y hace falta que nos acostumbremos a ver ese Estado no solamente en el Gobierno que funciona en Madrid, sino en el Estado de las autonomías. Y hoy, los políticos que gobiernan no lo han asimilado. Tampoco las autonomías tienen sentido del Estado nuevo, y no se dan cuenta de que ellas son responsables también de su mantenimiento y que la solidaridad es un factor decisivo.
P. Pero ¿cree que vamos por el buen camino?
R. Sí, yo creo que sí, porque este Estado lo construimos un poco a ciegas. En 1977 y 1978 no sabíamos muy bien lo que estábamos construyendo.
P. ¿Y no procederán nuestros problemas actuales de esa construcción un poco a ciegas del nuevo Estado?
R. Sí, ahí se originan. Todo procede del hecho de que ese Estado no ha sido suficientemente explicado.
P. O suficientemente planificado...
R. Era muy difícil ver en la Constitución adónde desembocaban las cosas. Pero hay elementos muy claros que definían ya el nuevo Estado. Por ejemplo, el reconocimiento de nacionalidades y regiones, por primera vez en la historia de este país. Los políticos tienen que aceptar que ese Estado centralista ha muerto. La derecha no lo ha aceptado.
P. También el Gobierno socialista tiene problemas, como el de la financiación autonómica con Cataluña.
R. Ese problema se va a resolver. No hay que asustarse. Estamos en una situación nueva, y lo que ha faltado para hacer una labor pedagógica sobre el papel del Estado es un Senado que fuese de verdad el Senado territorial en el que se debatieran los problemas.
P. ¿Sospecharon alguna vez, en esos años iniciales de la Transición, que las reivindicaciones lingüísticas llegarían tan lejos?
R. Eso no me preocupa. He estado de vacaciones en un balneario, en Girona, y hablaba castellano y la gente me contestaba en castellano. Si algún idioma puede avasallar al castellano, es el inglés.
P. No me refiero a la salud del idioma, sino a la libertad de estudiar en la lengua materna, que muchos españoles ven limitada en algunas autonomías.
R. En ese balneario del que le hablo había muchas familias, en general modestas, de Extremadura, o de Andalucía, y esta gente que ha nacido en territorio de lengua castellana tiene la idea de que Cataluña es superior. Porque Cataluña asimila a los no oriundos y los convierte en catalanes. Montilla es un ejemplo de esa realidad. Y el nuevo Estado tiene que reconocer esa realidad y convivir con ella.
P. Actos como ese ultraje a España, que se produjo hace unos días en las fiestas del barrio de Gracia, crean mal clima.
R. Lo que ocurrió en el barrio de Gracia es totalmente minoritario en la Cataluña de hoy. La mejor demostración de ello es que un cordobés sea presidente de la Generalitat, por primera vez en la historia. Lo grave aquí es que cuando en Europa había desaparecido ya el viejo régimen, en España todavía estaba vigente. Llevamos un retraso secular. Y por eso tenemos una derecha que no se parece a la europea.
P. ¿No le parece moderno el nuevo PP de Mariano Rajoy?
R. No le veo nada nuevo. No hemos tenido ninguna prueba de que la derecha española haya cambiado. Si nos remontamos a meses atrás y recordamos las marchas que hubo sobre Madrid, yo las he vivido con la sensación de que estábamos en 1936. Lo único que les faltaba a estas marchas para ser iguales que aquéllas era la invocación al Ejército. Lo demás, las quejas de que hay persecución religiosa, era como de 1936. Es inaudito, porque no existe por ningún lado persecución religiosa en este país. Si algo hay, es un déficit en la aplicación de la Constitución. La aconfesionalidad del Estado no se ha aplicado completamente. La Iglesia ha estado siempre detrás de la derecha española. Si en ese congreso del PP hubieran colocado a Ruiz-Gallardón a la cabeza del partido, habría pensado que había cambiado algo en él. Pero Gallardón sigue siendo la guinda de un pastel incomestible. Eso es lo que estamos pagando: los uno o dos siglos de retraso que llevamos con el resto de Europa.
P. ¿No es el terrorismo de ETA lo que nos coloca fuera de este siglo?
R. Sí, evidentemente. El terrorismo de ETA es una reminiscencia del pasado. Algo que podía entenderse, no justificarse, frente a Franco, pero frente al sistema democrático es incomprensible.
P. Es además una fuente de crispación, como lo hemos visto con la salida en libertad del etarra Iñaki de Juana Chaos.
R. Como persona, De Juana es un terrorista, y un desgraciado, pero ha cumplido su condena. Si vuelve a delinquir, tendrán que juzgarle de nuevo. Pero si no lo hace... tendrán que dejarle. Ha cumplido 21 años de prisión. A mí, a veces, me sorprende escuchar que 21 años de prisión no son nada. Cuando es algo trágico. La vez que más he estado en la cárcel ha sido un año y medio, y sé que 21 años es mucho. Este hombre ha pagado según las leyes y no me parece inteligente convertirle en un mártir.
P. Usted defiende con frecuencia al nacionalismo catalán y al vasco, e incluso ha quitado hierro al plan soberanista del lehendakari Ibarretxe que tantos disgustos le está dando al Ejecutivo.
R. Me parece que hubiera sido más inteligente tomar en consideración en el Congreso ese plan y eliminar esos elementos soberanistas. Así se habría desarmado a muchos de los más radicales separatistas. La solución a esos problemas exige una finura política y una audacia que desarme. El propio Ibarretxe cree que la mayoría de los vascos no quiere la separación.
P. Puede que de momento no, pero su pulso con el Estado es un mal precedente y enrarece la atmósfera política.
R. O aceptamos convivir con esos problemas y buscarles solución, o tendremos que volver a la dictadura.
P. ¿No se le puede pedir al lehendakari Ibarretxe algo más de sentido de Estado? ¿Le parece sensato plantear esa consulta cuando en el País Vasco no existe libertad democrática porque no ha cesado la violencia de ETA y de su entorno?
R. La forma de superar esa cuestión es discutirla en el Parlamento. De todos modos, a mí el que me preocupa es el nacionalismo español. Es el peor.
P. ¿Por qué es el peor?
R. Todo el mundo tiene derecho a defender sus ideas. No vaya a caer usted en la simpleza de pensar que yo aplaudo al nacionalismo vasco o al catalán, no. Yo los respeto. Pero el nacionalismo español es el que ha dominado durante los 40 años de dictadura de Franco. Y si miramos atrás, aparte del breve paréntesis de la República, hay siglos de monarquía autocrática en España.
P. ¿Es un problema entonces sentirse español?
R. No, yo me siento muy español y he contribuido a que la bandera nacional sea la bandera de siempre. Pero mire, en Estados Unidos, el presidente Bill Clinton aprobó una ley que consideraba que la quema de una bandera americana no era un delito. ¿Por qué en España lo es?
P. Parece una cuestión anecdótica, teniendo en cuenta las enormes diferencias que hay entre ambos países.
R. Enormes, desde luego, aunque tenemos que procurar parecernos a un país moderno.
P. Según usted, entonces, la pelota está en el tejado del Gobierno central, y no hay cerrazón en el nacionalismo vasco.
R. Lo que pienso es que el Gobierno central tiene más poder y tiene más posibilidades de actuar. Tiene el Ejército.
P. Le veo bastante en sintonía con Ezker Batua, el partido hermano de Izquierda Unida.
R. No. Me han invitado muchas veces a participar en encuentros y no he querido asistir porque no siento identidad con esa formación.
P. El PNV le entregó un premio importante hace unos meses, el de la Fundación Sabino Arana, un premio que comparte usted con un gran amigo de ese partido, el ex presidente italiano Francesco Cossiga, democristiano para más señas.
R. No lo sabía. Pero mire, el PNV ha sufrido transformaciones muy profundas. Hoy no es un partido confesional.
P. Bueno, la Iglesia vasca está muy próxima al nacionalismo vasco.
R. Igual que la Iglesia española al nacionalismo español. Quizá menos. Los cambios en el PNV han sido muy serios.
P. Se habrá dado cuenta de que no he mencionado la matanza de Paracuellos, ocurrida en 1936. Es una pregunta que siempre le hacen los periodistas, ¿no?
R. Es una obsesión morbosa. Espero que usted me dé pruebas de que no la padece.
P. Es que usted siempre contesta lo mismo, que no estaba al corriente de los hechos. En aquel noviembre de 1936 tenía 21 años y estaba completamente implicado en la guerra. ¿No tiene, a veces, un sentimiento de culpa? ¿No lamenta que le tocara vivir aquella etapa terrible?
R. No. Estoy orgulloso de haber pertenecido a una generación que pudo defender a la República, a la democracia, que dio su vida por el futuro de España.
P. ¿Qué les diría a los jóvenes de la kale borroka que también creen que hacen lo mejor?
R. La violencia es inaceptable en el sistema democrático cuando no hay una amenaza a ese sistema, cuando con el voto pueden defenderse todas las ideas. -
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