Inesperadamente lejano
Zapatero manejó bien las preguntas pero no logró establecer complicidad con los ciudadanos
La participación del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el novedoso programa de TVE Tengo una pregunta para usted ha suscitado valoraciones contrapuestas en el entorno político. En La Moncloa se sienten muy satisfechos del resultado obtenido: una enorme audiencia y una actuación correcta. En la sede del PSOE algunas voces son algo más críticas. Le vieron inesperadamente frío y lejano.
En el partido, comparten la idea de que la actuación de Zapatero fue buena en su conjunto, pero creen también que perdió una gran oportunidad para establecer una mayor relación de complicidad con los ciudadanos. En el Partido Popular, donde existía bastante preocupación por la comprobada habilidad mediática de Rodríguez Zapatero, respiraron con cierto alivio. "No le aprovechó demasiado", sentenció un miembro de la ejecutiva. Ahora los populares estudian con lupa el programa a fin de preparar a su propio líder, Mariano Rajoy, que tiene comprometida su participación para mediados de abril.
Quienes más conocen a Rodríguez Zapatero creían posible que fallara en el manejo de alguna cifra, pero estaban seguros de que crearía una relación de proximidad y afecto con los espectadores que compensaría cualquier error. El resultado fue más bien el contrario: el presidente no falló en las cifras (incluidos los 80 céntimos, precio bajo, pero aproximado en el conjunto de España, por un café), pero estuvo inesperadamente frío y distante.
Algunos expertos se preguntan por qué los asesores de La Moncloa aceptaron que el presidente fuera el primero en intervenir en un programa tan nuevo como el que presentó Lorenzo Milá. Lo lógico hubiera sido que el espacio se estrenara con otro político, de forma que el presidente del Gobierno tuviera tiempo para analizar las características de ese programa y sacar algunas conclusiones para su propia intervención.
El entorno del presidente valora, por el contrario, el hecho de que haya sido el primer político en someterse a ese interrogatorio en directo: se trata de nuevas técnicas y nuevas formas de comunicar en política, con la televisión como gran y casi exclusiva protagonista, y el presidente del Gobierno se presenta como el abanderado de ese cambio.
Unos y otros están de acuerdo, sin embargo, en que se trata de un formato más grato para quien aspira a gobernar que para quien está en el Gobierno. "Es evidente que cuando se trata de preguntas de los ciudadanos, planteando casos particulares, cuesta más explicar por qué no se ha logrado solucionar esa demanda que prometer arreglarla en el futuro", explica un miembro de la ejecutiva socialista.
La contradicción es mayor si el político en el poder se empeña en hacer frente a las preguntas de los ciudadanos como si fueran preguntas de los diputados, es decir, con respuestas que afectan al conjunto de la sociedad y no al individuo que tiene delante. El ejemplo más claro sería la respuesta que dio el presidente al joven de 19 años que se quejaba por no poder comprar un piso. Si Zapatero le hubiera visto como a un ciudadano y no como a una especie de diputado, le habría contestado que a los 19 años no tiene por qué comprarse un piso y que le bastaría con compartir un apartamento alquilado con amigos, como han hecho toda la vida los jóvenes de 19 años.
El escenario no resultó tampoco el más indicado desde el punto de vista del protagonista porque acentuó su incomodidad por estar dos horas seguidas en pie sin poder apoyarse en algún pupitre o atril (el director del programa, Milá, sí dispuso de una pequeña plataforma tras la que protegerse).
Sorprendió también la decisión del presidente del Gobierno de tutear a todos sus interlocutores, al margen de su edad y pese a que todos ellos le trataron de usted. El tuteo no sirvió para acortar distancias, sino que marcó las diferencias entre el presidente del Gobierno y el resto de los ciudadanos.
Todos estos detalles contribuyeron a alejar al protagonista y a hacer más difícil la identificación con él, lo que suele ser el objetivo político en este tipo de programas. No se trató tanto de la sorpresa que le pudieron causar algunas preguntas, como el enfoque excesivamente formal de sus respuestas. Quizás la única sorpresa auténtica se la dio la pregunta del republicano catalán sobre el coste de la Monarquía. Una sorpresa compartida, sin duda, por La Zarzuela, que ayer se negó a hacer el menor comentario, pero que se debió extrañar de encontrarse metida en un fregado inopinado sin poder rebatir ante las cámaras los datos que se le atribuían.
El resultado total del programa fue, sin embargo, ampliamente satisfactorio desde el punto de vista de La Moncloa, si se tiene en cuenta la gran audiencia que congregó el presidente del Gobierno. Además, estiman, el tono de nula confrontación que utilizó Rodríguez Zapatero al aludir al PP, obligará, se supone, a Rajoy a moderar también su lenguaje. Quizás el mejor resultado de los dos programas sea que los ciudadanos perciban una menor crispación política.
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