El bloqueo del coche cuando el conductor está ebrio evitaría 115 muertes al año en España
Varios países europeos instalan el 'alcolock', un dispositivo electrónicos que impide poner el vehículo en marcha si supera la tasa de alcohol
Los conductores condenados por circular con altos niveles de alcohol, en muchos casos, vuelven a ponerse al volante aunque lo tengan prohibido. Las nuevas tecnologías, junto con los programas de rehabilitación y desintoxicación, persiguen que estas personas puedan seguir circulando pero con la garantía de que no representarán un peligro sobre el asfalto. En esa línea, los avances de los nuevos etilómetros con interrupción del encendido pueden ser una buena ayuda. Estos dispositivos, llamados alcolocks podrían evitar anualmente en España 115 muertes y 568 heridos graves si se colocasen en los vehículos de los conductores sancionados por embriaguez, según un estudio dado a conocer hoy por la Fundación Instituto Tecnológico para la Seguridad del Automóvil (FITSA), elaborado en colaboración con el Centro Zaragoza.
Los datos son tozudos cuando se trata de alcohol y conducción: según la OMS entre el 30% y el 50% de los accidentes de tráfico son debidos al alcohol; en Estados Unidos entre el 50% y el 75% de los conductores a los que se les había retirado el permiso por ponerse al volante ebrios seguían conduciendo; el alcohol es la causa de un tercio de los accidentes de tráfico; y el 4% de los conductores involucrados en siniestros con resultado de muerte habían sido previamente sancionados por conducir ebrios. Desde la entrada en vigor de la reforma del Código Penal, en diciembre, más de 8.000 personas han sido puestas a disposición judicial por circular con más de 0,6 miligramos de alcohol por litro de aire espirado (1,2 gramos por litro de sangre).
El alcolock, conectado a los sistemas de potencia y electrónicos del automóvil, evita que el conductor pueda poner el vehículo en marcha si supera la tasa de alcohol permitida (0,5 gramos de alcohol por litro de sangre; 0,3 para noveles y profesionales). Para ello, debe soplar por una boquilla que mide la tasa de alcoholemia. Si da positivo, el coche no arranca. La instalación también tiene una auténtica caja negra donde se registra toda la información de cada intento de encendido del vehículo: los resultados de las pruebas, los intentos de arrancar el vehículo sin superar el test, las fechas, las horas y los niveles de alcohol.
Identificación con la huella dactilar o el iris del ojo
Actualmente están en periodo de pruebas sistemas altamente sofisticados que obligan a una identificación del conductor a través de la huella dactilar e incluso del iris del ojo para evitar la picaresca, que en algunas situaciones llega a límites insospechados, como en el caso de un conductor canadiense que hacía soplar a su perro cada vez que quería conducir borracho. De momento, la instalación de estos dispositivos en España es muy minoritaria, ya que sólo se ha hecho una experiencia piloto en Valladolid en una empresa de transportes, donde se colocaron 15 de estos aparatos, y otros 15 usuarios particulares han optado por instalarlo en sus vehículos.
Una cifra que contrasta con los instalados en Suecia (30.000), que junto a Estados Unidos, Canadá, Australia y Finlandia forma parte de los países que han apostado por estos dispositivos. En Francia, también hay un proyecto para instalar alcolocks en el transporte escolar. De hecho, los vehículos Saab y Volvo, fabricados en los países nórdicos, ya llevan una preinstalación para colocar los aparatos. Las autoridades estadounidenses hace una década que aplican programas que combinan alcolock y terapias de rehabilitación.
Alquilar uno de estos aparatos durante un año tiene en España un coste de entre 800 y 1.800 euros. El precio, si además se suma el programa de rehabilitación, puede alcanzar los 2.000 euros. Existen algunos aparatos que rondan los 100 euros, aunque son más sencillos, pueden ser burlados más fácilmente y no registran las acciones del conductor cada vez que intenta arrancar el coche.
Más controles de alcoholemia
Según Francisco Bermúdez, consejero delegado de Grupo Tecnología del Tráfico, aunque algunos conductores puedan ser reacios a estos sistemas de control, en el caso de los sancionados sólo tendrían dos opciones: "O conducir con el sistema o no conducir". En su opinión, si hubiera más controles de alcoholemia ("Ahora el número es ridículo"), se potenciaría la demanda de sistemas de autocontrol y el precio bajaría sustancialmente.
Recientemente el Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados presentó una proposición no de ley en la que pedía que se aplicara algún tipo de control de este tipo sobre los conductores condenados por alcoholemia para evitar la reincidencia. La Fiscalía de Seguridad Vial se ha mostrado también favorable a la aplicación de esta medida en reiteradas ocasiones. Sin embargo, para su implantación en España de cara a evitar que los reincidentes se pusieran al volante después de haber bebido, sería necesaria una modificación legal que estableciera en qué casos se podría obligar al conductor a la instalación del dispositivo.
El alcolock puede instalarse en un vehículo de forma voluntaria o coordinada por las administraciones para contribuir a la rehabilitación de conductores con dependencia del alcohol. Su sencillo mecanismo es apto para adaptarse a cualquier vehículo convencional de transporte (turismos, camiones, autobuses, etc.). Fitsa considera que la puesta en marcha de un programa alcolock para conductores sancionados por conducir bajo los efectos del alcohol es beneficioso para la sociedad ya que se evitan fallecimientos y heridos. Además, se ha demostrado que los programas médicos y de rehabilitación que pueden acompañar a los dispositivos tienen un efecto positivo en los conductores. Según FITSA, también sería positiva la promoción institucional del alcolock para fomentar su instalación en flotas de transporte escolar, de diferentes colectivos, de mercancías peligrosas y otros servicios de transporte que conlleven riesgo especial para los ciudadanos.
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