Las últimas horas de Goirigolzarri
FG le planteó el fin de semana el relevo, que comenzó a gestarse a finales de 2007
El asunto estalló el pasado fin de semana. El presidente del BBVA, Francisco González (FG), llamó por el móvil a José Ignacio Goirigolzarri, consejero delegado en ese momento. Después mantuvieron varias conversaciones. Le explicó que el consejo de administración iba a aprobar el martes la renovación de su mandato como presidente y que varios consejeros le habían planteado la conveniencia de que fuera acompañado con el relevo del número dos. FG le sugirió, además, que lo mejor era que renunciase al cargo en lugar de tramitar un cese para no armar ningún alboroto desestabilizador. Por supuesto, se iría con el riñón bien cubierto. Luego le habló del sustituto, Ángel Cano, que recibió el apoyo de un Goirigolzarri resignado a dejar la carrera bancaria que comenzó en el antiguo Bilbao.
El lunes continuaron las conversaciones en el amplio despacho del presidente en la planta 26 de la torre del banco en la Castellana para ultimar los extremos de esa renuncia que Goiri, como cariñosamente se le conoce dentro del banco, presentaría la mañana siguiente al consejo. Mientras, los jurídicos le daban los toques definitivos a la pensión vitalicia que cobrará por dejar el cargo: esos más de tres millones de euros anuales brutos -la media entre la parte fija y la variable del sueldo actual (4,2 millones de euros)- que desde el martes han copado los focos de la actualidad y ha puesto de acuerdo a izquierdas, derechas y mediopensionistas en las duras críticas al banco, a la banca y a los ejecutivos por fijar indemnizaciones tan altas.
El origen de esta crisis se remonta al 21 de diciembre de 2007. Ese día el consejo del BBVA aprobó la propuesta de FG de ampliar la edad de jubilación de 65 a 70 años, lo que exigía cambiar los estatutos. Por supuesto, no hubo desavenencias en un consejo niquelado a su antojo por el presidente y Goirigolzarri, un hombre poco dado a estridencias, ni rechistó. Pero, en ese momento supo que difícilmente acabaría de presidente, como el propio FG había declarado en Nueva York a principios de 2005, poco tiempo después de haber superado con éxito el asedio de la constructora Sacyr. "Lo normal es que José Ignacio me sustituya", dijo ufano probablemente recordando la lealtad que Goiri le había mostrado cuando el presidente de la constructora, Luis del Rivero, le comunicó la intención de tomar el control del banco y nombrarle vicepresidente.
Pero pasaron los meses, y los años, y Goiri ni siquiera ascendió a la vicepresidencia que sí le habían garantizado los teóricos enemigos. Tal como venían dadas, y en el mejor de los casos, la oportunidad de ser presidente no le llegaría hasta los 60 años, una edad que considera tardía.
¿Qué ha pasado? ¿cuál ha sido la espoleta que ha hecho detonar ahora el caso? Es posible que simplemente responda a que FG cumple los 65 años el 19 de octubre y que la renovación la debía aprobar el consejo inmediatamente anterior.
Pero hay mucha mar de fondo. Desde aquel día navideño de 2007, las diferencias entre ambos comenzaron a aflorar y Goiri empezó a revirar el gesto como nunca había hecho. Y se hicieron palpables las dos formas distintas de entender la banca que antes habían evitado. Mientras el presidente es defensor a ultranza de la banca tecnológica, que implica movimientos muy rápidos y a veces vertiginosos; el consejero delegado conduce más lento, con otra idea más tradicional en su cabeza, lo cual no quiere decir que sea peor. Sin ninguna duda, a FG le gusta mucho más el molde de Ángel Cano, al que encontró y en seguida conectó cuando el PP le nombró presidente de Argentaria en 1996. Precisamente a Cano le encargó el proyecto denominado la banca del futuro.
El tándem había funcionado bien hasta entonces. La relación ha sido buena o, como dicen algunas fuentes del entorno bancario, todo lo buena que puede llegar a ser con FG. Lo cierto, en cualquier caso, es que en los ocho años que han trabajado juntos, Goiri ha sido sumiso al presidente y al consejo. Sin embargo, a pesar del buen talante del ejecutivo bilbaíno, cada vez le era más insoportable la presión del gallego de Chantada, obsesionado, además de con el nuevo modelo bancario, con superar a su gran competidor, el Santander. En ese aspecto, Goiri ha sido víctima de esa zozobra de FG, mientras veía de lejos a Emilio Botín.
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