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Sarkozy y Merkel exigen a Obama una regulación financiera más dura

Francia y Alemania forman un frente común que introduce tensión en los prolegómenos de la cumbre de los países del G-20 contra la crisis

'Foto de familia' de los asistentes a la cumbre del G-20.
'Foto de familia' de los asistentes a la cumbre del G-20.AFP

No había mucho tiempo, apenas acababan de aterrizar en Londres, pero la canciller alemana, Angela Merkel, y el líder francés, Nicolas Sarkozy, hicieron un alto en el camino que les llevaba a la recepción ofrecida por Isabel II en el Palacio de Buckingham. Querían dejar clara su posición minutos antes del arranque oficial de la segunda cumbre mundial contra la crisis. Y vaya si lo hicieron. "Alemania y Francia hablaremos con una sola voz", advirtió Sarkozy ante los periodistas. "Y decimos que sin una nueva regulación financiera, no habrá confianza, y sin confianza, no habrá recuperación. Es para nosotros un objetivo mayor, no negociable".

La dureza del discurso franco-alemán introdujo algo de tensión en el inicio de la cumbre del G-20, en la que los dirigentes de países que representan en torno al 85% de la economía mundial, entre ellos España, tratan de dar respuesta a la crisis económica más grave desde la II Guerra Mundial. Sus palabras contrastaron con el mensaje conciliador del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que en su gran estreno internacional hizo un llamamiento a la unidad, se mostró confiado en que habrá consenso y trató de restar importancia a las diferencias entre los países, alegando que se estaban exagerando. Junto a la dureza de la regulación, el otro punto que marca diferencias es la necesidad de un mayor estímulo público a la economía, que tiene en Obama a su gran cruzado y en Merkel la mayor resistencia.

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El mensaje franco-alemán estaba medido y las palabras de Angela Merkel reforzaron la idea de que tanto Francia como Alemania pugnarán porque la segunda cumbre de mandatarios de países ricos y emergentes sea el pilar "de una nueva arquitectura para el sistema financiero mundial". La canciller alemana, que nada más llegar a la capital británica citó la regulación de los fondos de alto riesgo y el control de las retribuciones de los ejecutivos como áreas en las que había que avanzar más, reclamó un acuerdo "que transforme el mundo, porque una crisis como ésta no puede volver a repetirse".

La conferencia de prensa conjunta de Merkel y Sarkozy fue el colofón de una catarata de declaraciones desde el eje franco-alemán, el corazón de la Unión Europea, con un único objetivo: dar una vuelca de tuerca más al documento en el que se plasmarán los resultados de la cumbre para incluir reglas más ambiciosas y detalladas sobre las zonas más opacas del sistema financiero. Porque lo que también quisieron transmitir es que los textos que se manejaban hasta ayer eran insuficientes -Merkel subrayó que circulaban borradores diferentes- y que no había que dar por hecho el acuerdo. "Son los políticos los que negocian, no los técnicos".

La profunda reforma de las normas y el control del sistema financiero de Estados Unidos, anunciada la semana pasada por la Administración de Barack Obama, pareció diluir cualquier tipo de conflicto sobre esta materia en la cumbre de G-20. A fin de cuentas, todos los temas que habían puesto sobre la mesa los países europeos, los más reivindicativos en este asunto, estaban en la propuesta de Obama: normas para los grandes hedge funds, guías para cambiar el sistema de retribución de los ejecutivos, transparencia en las agencias de calificación de riesgo, requerimientos de capital mayores a las entidades clave en el sistema, supervisión sobre todo tipo de agente o mercado financiero...

Pero Francia y Alemania no quieren que esto se quede en principios generales. Exigen que el acuerdo recoja una lista negra de paraísos fiscales y de posibles sanciones; que se sometan las retribuciones de los directivos a supervisión y se extiendan los límites por ley a los sueldos de entidades rescatadas con dinero público; que todos los hedge funds estén bajo control público y no sólo los grandes; o que se prohíba a las agencias de rating asesorar sobre la emisión de títulos que luego van a calificar. De fondo, palpita la propuesta francesa de crear un único regulador internacional.

"Ésta es una crisis de origen financiero y por eso es tan importante cambiar la regulación", dijo Sarkozy, que siguió jugando con la amenaza de abandonar la cumbre si no hay resultados. Sarkozy invitó a China a sumarse a ese esfuerzo en supervisión y regulación y a la lucha contra los paraísos fiscales.

Hubo también velados reproches a EE UU por el fallo de los controles en su sistema financiero. Y un nuevo rechazo abierto de Merkel a aprobar nuevos planes de gasto público de inmediato. "Podemos hablar de estímulos para la economía, pero eso después", acotó el líder francés al referirse al segundo punto en discusión.

Obama habló antes, y su discurso fue mucho más contemporizador. Hizo alusiones a la necesidad de que todos los países asumieran la apuesta de EE UU de más gasto público para frenar la recesión, pero evitó echar más madera al conflicto. "Sólo podemos afrontar este reto juntos, todos tenemos aquí la responsabilidad de actuar con urgencia", dijo el presidente estadounidense para mantener que las diferencias entre los países eran menores de lo que, luego, las palabras de Merkel y Sarkozy dieron a entender.

A su lado, el primer ministro británico, Gordon Brown, hacía denodados esfuerzos por mantener el equilibrio entre EE UU y el eje franco-alemán, un envite para el que ha pedido apoyo a otros socios europeos, como el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Otros asuntos, como la ampliación de recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la representación de los países emergentes o el proteccionismo en el comercio pasaron a segundo plano ante el riesgo de colisión. En esos puntos parece haber más acuerdo y probablemente el comunicado final siga la línea de los borradores que han trascendido en los últimos días.

Anoche, en la cena oficial, Sarkozy, Merkel y Obama tuvieron la primera oportunidad de limar diferencias cara a cara. El menú, confeccionado por el mediático chef Jamie Olivier, incluía salmón de la costa escocesa, paletilla de cordero del norte de Gales, pan irlandés y una tarta tradicional del centro de Inglaterra. Un compendio gastronómico de las islas Británicas con contrapunto amargo: el director gerente del FMI, Dominique Strauss Kahn, desveló la última revisión de las previsiones económicas del Fondo, que anticipan una recesión más grave aún para este año.

El presidente de EEUU se ha reunido con el primer ministro británico, Gordon Brown, en Downing Street.Vídeo: AGENCIA ATLAS

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