El ejecutivo que quería ser patrón
El fallecido José María Cuevas logró unir a todos los colectivos empresariales en la CEOE y deja en herencia el respeto al diálogo social
Genio y figura. Así era José María Cuevas . El pasado 15 de septiembre, cuando los miembros de la comisión ejecutiva de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) iban llegando a la sala de reuniones para tratar la destitución del que fuera su segundo durante más de dos décadas, Juan Jiménez Aguilar, Cuevas estaba sentado allí. Ni corto ni perezoso se había presentado en la sede de la patronal para "aclarar unas cuantas cosas". Había trascendido la existencia de un acta firmada de una asamblea que nunca se había producido y ésa era una de las razones que se esgrimían para justificar la salida del secretario general. El presidente, Gerardo Díaz Ferrán, el último en entrar en la sala y tan sorprendido como el resto, le dio la palabra y respetuosamente le invitó a abandonarla después de que diera sus explicaciones.
Cuevas dejó la presidencia de la patronal en junio de 2007, un año después de su séptima reelección (con el 90% de los votos), por motivos de salud. Había tenido una intervención coronaria en octubre del año anterior y los médicos y la familia le habían aconsejado bajar el ritmo. Así que aquel hombre nacido en Madrid en 1935 decidió dejar el mando de la patronal y señaló como sustituto a Díaz Ferrán, presidente de la patronal madrileña CEIM y vicepresidente de la CEOE. Acababa entonces una etapa de 23 años en el cargo al que llegó con 48 en sustitución de Carlos Ferrer Salat, con el que había sido secretario general. Su delfín, Jiménez Aguilar, se tuvo que conformar con la vicepresidencia que le había otorgado en la reforma de estatutos propiciada por el propio Cuevas en 2006.
Aunque las relaciones se han enfriado con el paso de los meses, Cuevas veía en Díaz Ferrán lo que a él le hubiera gustado ser y siempre llevó como una losa: un patrón. Nunca fue un propietario, aunque llegara a presidir Vallehermoso y fuera director general de Sarrió. Era, eso sí, un eficaz ejecutivo curtido en la etapa franquista que se las sabía todas. Cuando sustituyó a Ferrer se dijo, precisamente por esa circunstancia, que era un presidente de transición. Y, si no hubiera sido por esos problemas de salud, habría superado el cuarto de siglo en el cargo. Murió mientras dormía y para tenía previstas varias citas para la semana en su agenda.
Su nombramiento se encontró con la rivalidad de José Antonio Segurado, que aspiraba al cargo. Cuevas, un hábil negociador con aspecto campechano, se ganó la simpatía y el apoyo de la gran mayoría del empresariado. Se hizo con la patronal y gobernó la confederación a su antojo. Tenía su granero de votos en las organizaciones territoriales y en los perqueños y medianos empresarios que hacían inútil cualquier intento de oposición. Por eso nunca tuvo rival y cuando surgía alguno, caso del presidente de la patronal catalana Juan Rosell en 2006, se las componía pronto para laminarle. Rosell pedía una profunda reforma de la CEOE que debía comenzar por la salida del propio Cuevas. El cambio lo ha iniciado ahora Díaz Ferrán, que precisamente ha vuelto a colocar a Rosell en la cúpula.
El relevo
La forma de hacer de Cuevas, que le gustaba jugar al dominó los fines de semana y si era en su retiro de Riaza (Segovia) mejor, era muy pegada al terreno. Cuando Ferrán le sustituyó dijo de él: "Ha conseguido que en la cúpula empresarial estén integrados todos los colectivos, lo que ha facilitado las relaciones con los sindicatos". Ése fue seguramente uno de los grandes logros de Cuevas. Su predicamento pasaba por mantener un contacto fluido y abierto con los sindicatos para lograr el buen entendimiento y la paz social. Una de sus máximas era "no destruir nunca definitivamente, pase lo que pase, los puentes de diálogo entre los agentes sociales".
Con el paso del tiempo su nombre se ha convertido en una referencia clave en la transición económica del país. Los dirigentes sindicales, los que están ahora y los que estuvieron antes, siempre reconocieron con elogios el papel del desaparecido líder empresarial. Y Cuevas negoció duro con todos: desde los históricos Marcelino Camacho y Nicolás Redondo hasta los actuales José María Fidalgo y Cándido Méndez, pasando por Antonio Gutiérrez. Lo que ha quedado de manifiesto es que sindicatos y patronal lograron un clima social de entendimiento por el que se han alcanzado acuerdos muy beneficiosos para el país dejando aparcadas las diferencias políticas.
También ha tenido el reconocimiento de las fuerzas políticas, quizá más desde la izquierda, que destacaron la forma de separar ideología de pragmatismo. Partidario acérrimo de la libertad de empresa y del despido libre, mantuvo discrepancias con los gobiernos en materia laboral; pero siempre fue respetuoso con las decisiones estrictamente políticas.
Durante su primer mandato, la CEOE pactó con el Gobierno socialista y UGT el Acuerdo Económico y Social (AES), elemento fundamental de pacificación en las relaciones industriales. Entre las reformas laborales pactadas con los sindicatos, destaca la de 1997 que, pese a ser duramente criticada por algunas organizaciones de CEOE, en la práctica supuso un abaratamiento del despido. En 2001, tras fracasar las negociaciones entre el Ministerio de Trabajo y los agentes sociales, el Gobierno impuso una reforma laboral conocida como el decretazo que fue duramente contestada por los sindicatos y retirada por el Ejecutivo. Unos meses después, las tres partes volvieron a sentarse, esta vez para hablar del futuro de las pensiones, una negociación que acabó con un pacto suscrito por todos, menos UGT. Además, desde 2002, la patronal prorrogó con los agentes sociales el Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva, un pacto que durante años ha servido para garantizar la paz social en las empresas y la moderación salarial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.