Rayos y truenos contra Laporta
La afición del Barça la toma de forma reiterada con el presidente, Eto'o y Deco en el último partido en el Camp Nou
Aunque eran pocos (39.298), y diseminados, parecían multitud porque actuaban a coro, de manera prácticamente unánime, sin división de opiniones, todos a una como Fuenteovejuna. La bronca de la hinchada fue monumental y duró lo que no está escrito, o por lo menos nunca se había escuchado tanto ruido en el Camp Nou durante el mandato de Laporta. Aunque los hubo que guardaron silencio y hasta pidieron un respeto por militancia o caridad humana, que diría Gaspart, la mayoría no les hizo ni puñetero caso, les mandaron al carajo y continuaron con la bulla ante el asombro, por otra parte, de los turistas que se habían reunido en el campo como podían haber ido a los toros.
La pañolada que recibió el presidente nada más asomar la cabeza fue histórica. Al inicio, el estadio se tiñó de blanco y los improperios no aflojaron hasta que dejó de sonar el himno. A la que Manel Vic empezó a cantar la alineación, entoncesla afición bajó la vista a la cancha y apuntó a los jugadores con una rechifla estruendosa. Y, una vez puesta la pelota en juego, la crítica fue selectiva: los espectadores pitaban sin parar a Deco y Eto'o cada vez que intervenían y aplaudían a Messi. A juzgar por la carga ambiental, sólo los socios más cabreados habían acudido al último partido de la temporada en el Camp Nou para cantar las cuarenta a quienes les han robado la ilusión dos años seguidos.
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Nadie hubiera dicho durante un buen rato que el único que se despedía seguro del club era el entrenador Frank Rijkaard. La mayoría optó por mandarle recuerdos desde la distancia a través de un conocido. La gente le quiere mucho y, sin embargo, no se le despidió con el señorío y la elegancia que se merecía. Discreto al inicio, el entrenador salió del banquillo al cuarto de hora para corregir a Edmilson y la afición le ovacionó con ganas, un alivio ante la agitación que se había vivido hasta entonces en el estadio. Rijkaard, Messi y Henry calmaron a la gente, que aunque poca era muy brava, acabaron con el referéndum a los jugadores y el partido alcanzó el descanso con un cierto sosiego, sólo interrumpido en los goles con gritos de "¡Barça, sí, Laporta, no!".
Messi apareció en el momento más oportuno. Andaba el Mallorca dale que te pego cuando el argentino tiró una diagonal, enfiló la portería contraria con una de sus largas conducciones y la pelota salió despedida a los pies de Henry. El francés amagó con el clásico remate de rosca y, una vez el portero, la defensa y el estadio entero se tragaron el engaño, puso la pelota al primer palo, una manera de advertir que su repertorio no es tan limitado como se suponía en el Camp Nou. El gol acabó por un rato con el mal humor y hubo tiempo hasta de aplaudir a Pinto, que se marcó un par de paradas en su debut y despedida en el estadio. Quería y no podía el Mallorca para suerte del Barcelona.
A los azulgrana les costaba Dios y ayuda armar una jugada, más que nada porque competía con una alineación desnaturalizada por la ausencia de volantes. Touré, Edmilson y Deco difícilmente mezclaban en la divisoria y el Mallorca tenía más presencia en el partido. La salida de Bojan estiró más a los azulgrana, que contaron un segundo gol después de una jugada estupenda de Henry, protestada por el Mallorca, que no se sabe muy bien si pedía falta o fuera de juego. Henry habilitó a Messi para el remate, el disparo del argentino lo rechazó Moya y Eto'o marcó sin más oposición que la de una parte de la hinchada, que sacó pañuelos contra el camerunés, reiteradamente abucheado.
Ocurrió entonces que el Barça dio por acabado el partido a destiempo. Rijkaard retiró a Messi y repescó a Oleguer mientras Manzano daba entrada a Ibagaza y el Mallorca empató en dos minutos en dos jugadas mal defendidas por Thuram. El empate activó de nuevo la ira de un grupo de hinchas, que no le perdonaba ni una a Eto'o. El camerunés perdonó el tanto de la victoria para suerte del Mallorca, que jugó el último cuarto muy pendiente del transistor para intentar refrendar sus opciones europeas. Al plantel balear le faltaba sólo el gol del pichichi Güiza para coronar su actuación, y lo alcanzó en la última jugada después de una distracción defensiva tras un centro de Ibagaza.
El remonte del Mallorca avaló la intervención del respetable, que anocheno tuvo consideración prácticamente con nadie, y menos con el presidente. Laporta fue despedido con una bronca de padre y señor mío y una pañolada monumental. El jefe aguantó a pie firme como pudo mientras Ronaldinho descansaba en casa, Deco calentaba el banquillo y Eto'o espantaba moscas en la cancha. Los rayos y truenos resuenan en el Camp Nou.
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