Cuidado con tanto optimismo
Las críticas a los programas de estabilidad ocultan la falta de credibilidad del pacto
"La Comisión debería pensárselo dos veces. Su análisis de los planes de estabilidad es que todos los Gobiernos se equivocan en sus previsiones. Lo mismo quien está equivocada es la propia Comisión". Para José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, no hay duda de quién yerra a la hora de las estimaciones de crecimiento sobre las que se basan los planes de estabilidad.
El mensaje de la oficina que dirige Olli Rehn ha sido inequívoco y bastante generalizado: las previsiones de crecimiento de la mayoría de los Estados miembros son optimistas -y, por tanto, difícilmente se cumplirán los programas de ajuste- y falta concreción sobre cómo se implementarán esos planes. A día de hoy, sólo Estonia y Letonia cumplen los criterios del pacto, "pero sólo porque, dada su precaria situación económica, nadie les prestó dinero y eso evitó un endeudamiento excesivo", aclara Díez.
El FMI y la OCDE no comparten las previsiones de los Gobiernos
Hay riesgo de una recaída que haga aún más difícil cumplir los planes
Lo cierto es que las previsiones presentadas por las mayores economías europeas (Alemania, Francia, Italia y España) sí resultan más generosas que las que les presumen otros organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De hecho, el FMI estima que el crecimiento español en 2011 será justo la mitad que lo que calcula el Gobierno español (0,9% frente al 1,8%). "Es verdad que la previsión de crecimiento del PIB es mayor que la nuestra y, lo que es peor, la elasticidad de los ingresos [cómo reaccionan los ingresos al crecimiento] es más alta que la que ofrece la economía española en estos momentos. Eso obligará al Gobierno a ajustar el plan a la realidad", asegura Alfonso García Mora, director general de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
Y al igual que España, todas las grandes economías de la Unión Europea. "Es verdad que se han recortado muchas partidas, pero sin tocar los grandes capítulos de gasto, la sanidad, las pensiones y el desempleo; esos recortes son el chocolate del loro, llega un momento en que no se puede reducir más", advierte García Mora.
"Si en una recesión normal el Pacto de Estabilidad y Crecimiento adolece de falta de flexibilidad y de realismo, en una recesión de la magnitud de la que hemos atravesado queda fuera de cualquier estándar", apunta José Carlos Díez. "De hecho, si los Gobiernos se hubieran atenido al pacto en 2009, en estos momentos estaríamos hablando de una depresión en toda regla", remata.
En todo caso, ¿es realista y sensato exigir el cumplimiento del pacto, dada la debilidad de la recuperación o ante la recesión de la que aún no han salido países como España?
Muchos analistas vienen alertando del riesgo de una recaída en la recuperación, un escenario con forma de W. Sobre todo en Estados Unidos y Reino Unido, donde el fin de la recesión ha venido de la mano de la acumulación de inventarios, de los stocks. Pero cuando ese proceso termine, y no puede durar eternamente, no parece que la demanda interna, golpeada por unos elevados niveles de desempleo, vaya a coger el testigo del crecimiento.
"Ese mismo riesgo corre Europa si sigue al pie de la letra las recomendaciones de la Comisión", advierte García Mora. "Simultanear la retirada de estímulos monetarios y fiscales puede provocar sin duda una recaída". El Banco Central Europeo (BCE) mantiene los tipos de interés en el 1%, pero ya ha empezado a retirar parte del exceso de liquidez que inyectó al sistema en lo peor de la crisis.
Además, las bases de la recuperación europea son bastante endebles. Basta mirar la composición del PIB de Alemania -la locomotora europea- en el cuarto trimestre: la demanda interna vuelve a caer y sólo las exportaciones tiran del crecimiento. Pero los datos del arranque del año arrojan una sombra de duda mayor: las ventas al exterior cayeron un 6,3% en enero respecto a diciembre. Los analistas confían en que la tendencia se enderece a lo largo del año, pero, como recordaba recientemente la ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, Alemania no podría tener superávit comercial si el resto de los países de la región no compraran sus productos, lo que les lleva irremediablemente al déficit. "Hacen falta dos para bailar un tango", remataba Lagarde.
Los abultados números rojos de las cuentas públicas son fiel reflejo de la gravedad de la crisis y ahora se exige a los países un ajuste de varios puntos del PIB en corto plazo de tiempo, apenas tres años. Un esfuerzo sin precedentes, según coinciden García Mora y Díez, que por ambicioso
corre el riesgo de ser irrealizable y, con ello, sufrir una nueva pérdida de credibilidad.
"Esas dudas sobre la credibilidad de la eurozona se reflejan en la caída de la cotización euro", que ha perdido casi un 10% frente al dólar desde mediados de noviembre, apunta el director general de AFI. Buena parte de esa caída está vinculada a la crisis de Grecia, pero por los mismos motivos: la incapacidad de la Unión Europea para resolver sus propios problemas. Y vista la reacción de los líderes europeos, no parece que sea algo que se vaya a recuperar a corto plazo.
¡Expulsado del euro!
Alemania ha vuelto a erigirse en el supuesto guardián de las esencias europeas. Esta misma semana, la propia canciller, Angela Merkel, apuntaba como una posibilidad que se expulsara del euro a quienes incumplieran "reiteradamente y a largo plazo" el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC).
¡Qué pronto olvida Berlín que la primera reforma del pacto vino motivada por su propio incumplimiento! Fue en 2003 cuando se reformó el pacto para evitar la aplicación de sanciones contra Francia y Alemania por déficit excesivo durante cuatro años consecutivos. "Tenemos un problema de inconsistencia evidente", admite Alfonso García Mora, director general de AFI.
Por si fuera poco, la crisis actual ha puesto además de manifiesto que el PEC no sirve para monitorizar la verdadera salud de las finanzas públicas y el comportamiento que éstas tendrán ante una hipotética crisis. Ya son muchos los expertos que, como Jean Pisani-Ferry, director del think tank económico Bruegel, apuestan por su reforma para incluir otros parámetros, como la evolución del crédito o la balanza por cuenta corriente.
Y, sobre todo, por la necesidad de definir una hoja de ruta para abordar los episodios de crisis dentro de una unión monetaria. El Tratado, tal y como está redactado, no admite la posibilidad de que un país tenga problemas. Simplemente, niega que vaya a darse el caso, en contra de lo que la realidad ha demostrado con Grecia.
Si bien es cierto que la bonanza económica en estos años ha hecho posible la convergencia dentro del euro, la crisis ha acentuado las disparidades entre las economías y será con esa divergencia con la que tendrá que lidiar la política monetaria en los próximos meses.
Y los líderes europeos, antes o después.
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